La carta

284 6 3
                                    

25 de Febrero del 1936

Hola cariño.

No sé cuantas cartas llevo escritas y que todavía no me has contestado. Empiezo a pensar que las mías no te llegan… o las tuyas no me las dan. Igualmente seguiré intentándolo porque el escribirte a ti es la única manera de atarme a la realidad que hay fuera de esto.

¿Qué información te llega? A nosotros nos dicen que ya mismo todo acabará y que podremos dejar de luchar en esta guerra sin sentido para irnos a casa. Te añoro, cada día mi mente vuela hacia donde tu estas. Espero que estés bien y pases las menos penas posibles.

Yo físicamente me encuentro bien cielo, aunque lo que más temo son las heridas del corazón. No te quiero preocupar pero he visto morir a tanta gente, temo no ser el mismo cuando vuelva. Hombres que daban todo por este país murieron a mi vera… Amigos de la infancia fallecieron en mis brazos… A veces, por las noches, lloro como un niño pequeño y otras veces simplemente intento pensar que el ruido de las bombas que caen a lo lejos son tu dulce voz cantándome esa nana que tanto me gusta.

Amada mía, cuando vuelva prepárate. Nos casaremos sin falta, como nuestros padres nos pidieron durante muchos años porque hay algo que no cambiará nunca y es cuanto siento yo por ti. Duermo con tu fotografía pegada a mi mejilla, deseando que me transmita el calor que no puedo tener en mí día a día.

Bueno, te tengo que dejar ya mi dulce María. Aquí es tarde y para ahorrar ya pronto apagaran las velas que tenemos encendidas. Espérame en el mismo porche de siempre que serás la primera persona que yo visitaré.

Siempre tuyo: Enrique.

María volvió a estrujar la carta contra si para después ponerse a llorar sin parar. Recordaba perfectamente que el 5 de Marzo, apenas 4 días después de recibir aquella ansiada carta le habían notificado que Enrique había muerto. Ahora ella tenía 95 años y a pesar de que se había casado y tenido 2 maravillosos hijos guardaba las cartas de Enrique, su eterno amor en la mesita de noche, al lado de la cama. Yo la miraba desde el resquicio de la puerta, sabía lo que sentía mi madre y cuanto había amado a ese hombre. Nunca dejó de quererlo ni habiendo tenido a mi maravilloso padre a su lado. La vi cerrar los ojos y suspirar, esperaba la muerte para poder estar con él eternamente. María deseaba que él volviera y lo hizo. La vi sonreír y dejar de respirar, supe que de nuevo estaban juntos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 19, 2012 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora