Capítulo 1: Oído y tacto.

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Te levantas de tu asiento, te acomodas la falda con ambas manos y caminas hacia la salida del edificio.

La calle está llena de gente, pero no te importa. Ya estás acostumbrada. Solo hay que ser cuidadosa.

Chocas hombros con un extraño, así que te giras y como buena ciudadana pides perdón. Luego sigues caminando, al parecer no te das cuenta de la mirada que no te abandona. Tal vez las prisas no te dejan concentrarte.

Llegas a casa y maniobras con la llave para abrir la puerta de tu departamento. Dejas el bolso en la mesa y te diriges a tu dormitorio para poder quitarte el molesto uniforme.

Desnuda, vulnerable. Sientes que te observan, se te erizan los bellos del cuello. Miras a tu alrededor y no hay nadie.

Ya vestida decides dirigirte a la sala y preparar algo de comer. Apenas ingresas a la habitación te das cuenta de que algo no está bien.

No notas nada extraño, pero una voz en el fondo de tu mente te dice que algo malo va a suceder; sientes un ruido a tus espaldas. Una estimulación sonora que hace que te gires asustada. La puerta se a cerrado.

La golpeas y gritas con la esperanza de que alguien acuda a tu rescate pero nadie lo hace. Estás atrapada.

Llamas a tu novio, quién contesta y te calma con su suave voz. No puede venir a buscarte, pero permanece en un rato en la línea haciéndote sentir más segura.

La mirada no se aleja de ti mientras tanto, y tú lo sabes, pero prefieres ignorarlo.

El tiempo vuela mientras hablas con tu amado, tanto que casi no te das cuenta cuando debe colgar porque se le acaba el crédito.

El silencio reina y la tranquilidad se desvanece. Sientes algo extraño de nuevo.

Otro ruido, esta vez desde la cocina, corres allí esperando atrapar a alguien pero no hay nadie. Sólo una cacerola en el suelo.

Te acercas a recogerla y distingues una pequeña mancha en la alfombra, casi inexistente.

Le pasas un dedo por encima y notas que esta seca y dura contra la superficie áspera de la alfombra. Es de color marrón. Te dices a ti misma que probablemente es una mancha de grasa o de comida.

Inhalas, exhalas, todo en un patético intento de mantenerte cuerda.

Sientes pasos en la habitación anterior. Te diriges corriendo hacia la misma para descubrir que la ventana al balcón está abierta y deja entrar la lluvia que moja todo tu piso.

La cierras rápidamente mientras las cortinas vuelan en todas direcciones al compás del viento.

Ya con la ventana cerrada eres capaz de detectar pequeñas manchas similares a las de la cocina en las rosadas cortinas.

Solo que esta vez no están secas, puedes percibir su tacto viscoso y húmedo que se te pega a los dedos.

También son de color rojo.

Tus ojos se ensanchan de horror al mismo tiempo que su sonrisa lo hace.

Que bonita te vez asustada.”

Sexto sentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora