Confesión.

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Tanto Viktor como Yuuri decidieron que el momento había llegado. Luego de que Yuuri cumpliera sus 17 años, comprendieron que ya era momento de hablar, de enfrentar ese miedo que envolvía a ambos desde que su relación se volvió seria. Ya no podían ocultar más, era hora de hablar con sus padres.

Viktor se había enamorado de Yuuri cuando éste tenía 15 años, la primera vez que lo vio patinar sobre el hielo en la pista que había en su vecindario. Inmediatamente se acercó a él para hablarle. En ese entonces Yuuri era muy tímido, sólo le comentó que hacía poco se había mudado allí y sabía hablar muy poco en ruso, aunque manejaba muy bien el inglés.

Viktor tenía 17 años y le propuso ser su amigo para enseñarle algunas cosas y patinar juntos. Meses más tarde se dieron su primer beso en el vestuario de ese mismo lugar.

Yuuri llevaba a Viktor muy seguido a su casa, sus padres lo conocían a la perfección, tanto que lo apodaron Vicchan y solían invitarlo a cenar o permitir que pase la noche allí. Todo esto hacía que Yuuri se sienta orgulloso, aunque también algo nervioso, ¿qué dirían sus padres cuando sepan que se encerraban en su habitación a llenarse de besos y caricias? ¿Se molestarían? ¿sentirían que había traicionado su confianza? Aunque también aceptaban a Viktor como alguien de su familia, lo apreciaban, ¿saber esto haría que cambien su actitud?

Había pasado su noviazgo muy tranquilo. Ambos aprendieron a darse cariño cuando estaban solos, pero en ocasiones morían de ganas de tomarse de las manos. Lo evitaban, les dolía, no obstante, ¿qué podían hacer? Eran jóvenes aún.

Ambos amaban a sus familias, sabían que no podrían ocultarlo más, al menos en el interior de su hogar Viktor quería llenar de besos a Yuuri sin temor a que su madre abra la puerta y le grite que eso estaba mal.

Él no comprendía el por qué estaba mal darle amor a una persona.

Habían conversado muchas veces, algunas lloraron, otras prefirieron dejarlo de lado, sin embargo, ya se sentían lo suficientemente grandes y estaban seguros que su amor se había vuelto tan sólido como para enfrentarse a ello. Aquella tarde se reunieron en la puerta de la pista de patinaje, tomaron sus manos y se miraron de frente, ambas manos temblaban y sus ojos parecían a punto de llorar, mas ninguno soltó ninguna lágrima, solo expresaron su aliento:

—Vamos a hacerlo, podemos con ello.

—Hablemos con ellos. Pase lo que pase, seguiremos amándonos ¿verdad?

La sonrisa cómplice de los dos fue suficiente.

Nunca antes había sido tan difícil soltarse de las manos, nunca antes se habían despedido con un nudo en la garganta. Estaban convencidos que debían hacerlo, debían dejar de ocultarlo, era necesario para su futuro.

Viktor se encontró con su madre en la cocina, ella cocinaba alegremente hasta que el rostro preocupado de su único hijo la alertó. Cuando preguntó qué pasaba, Viktor le pidió que se siente. Su padre nunca estaba en su hogar, siempre ocupado con su trabajo o viajando. Esto había hecho que el joven ruso sienta más confianza en su madre que en él, por esa razón decidió que primero hablaría con su madre; ya vería cómo se lo diría a su padre más adelante.


La mujer rusa lo observaba con impaciencia, movía sus dedos con ansiedad clavando una preocupada mirada sobre su hijo.

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⏰ Última actualización: Apr 19, 2019 ⏰

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