odio el caos de tu interior

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- ¡Corazón de durazno! ¡Bolita de nieve! ¡Mi pompita!
Así es como Christopher Bang, o como mejor gustaba que le llamen: Chan, sin pelos en la lengua, Bang. Daba por iniciado a una larga y ajetreada semana, cabe notar que también daba mérito a su singular entonación; cada palabra dicha, a todo pulmón, importándole menos que atraía miradas encima, y no es como si le agradará, muy al contrario.

- Puedes dejar de gritar de una vez por todas, maldición, eres insoportable.
Tales palabras iban dirigidas al ya mencionado. Como si no hubiera dejado en claro el repudio a su sola presencia, fue acallado de todas formas con un asfixiante abrazo de oso, que disgustaba todo su día, y Chan lo había entendido hace mucho, hasta anotado por petición del niño de sus ojos, pero no le importó hacerse el tonto, como siempre.

- Mi amado y amargado Félix, solo pasaba para decir que cada vez te pones más bonito, y te extrañé muchísimo. Vamos a clases.
Sostuvo ambas mochilas, reafirmando a la vez el agarre de sus manos. Esto si que adoraba Chan. Tomarse de la mano de su persona favorita e ir tarde a una de sus clases no tan favorita.

No es como si recuerde alguna manera de diferenciar amistad-amor y odio-amor.

Tan pronto como pusieron un pie dentro del salón, se escuchó el bullicio de fondo, acompañado de unos cuantos silbidos, nada más por la escena diaria que estaban montando.
Caso omiso, oídos sordos por parte de ambos, uno enfadado por intentar zafarse de la prisión del agarre de sus manos y el otro con ojos en forma de corazón, en una burbuja.

- Te amo. Eres la perfección andante, Félix.. ¿Ya dije antes que te amo?

Félix mantuvo la postura de hacer caso omiso y oídos sordos, tras ello, ambos tomaron asiento, con Chan empujando de su silla para atrás, invitándolo a ponerse cómodo y reposando de su mochila a sus pies, Félix acabo por librarse de la unión de sus manos, con una expresión tosca, demostrando molestia, cayó en el asiento. Mientras que Chan rápidamente se hizo espacio al lado suyo, juntando sus pupitres y asientos aún más. Prestando poca atención e interés, por los detalles que cumplía Bang sin falta, todos los días, tales como acomodar su asiento e ir a por él a su casa, siempre puntual y sonriente.
Es un niño rico, tiene tiempo de sobra.. Bastardo.
Y no es como si sus acciones fuesen a cambiar algo entre los dos.
Es tan ridículo e injusto.
Odio tu existencia, Chan.

- No había necesidad de decir algo como esto ahora. Eres un imbécil y un fanfarrón.
Sin más, echó la cabeza para atrás y dirigió una mirada cargada de resentimiento a su acompañante de asiento. Quien, no se le borró en ningún momento la sonrisa de oreja a oreja cada que sus ojos se encontraban.

Muy a lo contrario a lo que esperaba, Chan enredó su brazo al de Félix, apoyando su mejilla en el hombro del menor. - No digas eso, bolita de azúcar, prestemos atención a la clase mejor.

Cuya reacción de Félix ante ello, fue abrupta, tirando de su silla al piso y ocasionando ruido en plena explicación del profesor en turno. No le tomó ni un minuto en tomar su mochila y alejarse de manera rápida de la escena.
- Sana Minatozaki, ¿Cierto? Sí, en fin, no importa. Dame tu asiento.

Dado que los pupitres estaban designados desde el primer día, Félix pidió (exigió) otro asiento al azar. Siendo que, según su criterio, era un caso de emergencia a su integridad y no soportaba el dolor de cabeza que le producía su compañero de al lado.
Sana, anonadada, al haberla tomado con la guardia baja, accedió, solo asintiendo ante su pedido y recogiendo sus útiles rápidamente para dirigirse al asiento que yacía vacío.

El profesor en turno se encontraba hablando y reprendiendo a Bang Chan, quien no pudo ir tras Felix, puesto que el docente se lo impidió al pedir una explicación de lo que sucedió. Bang asumió la responsabilidad de la interrupción y acción cometida por su bolita de azúcar, según como lo nombraba. Por tanto, se quedará una hora extra a la salida con el fin de ocuparse del aseo del salón durante toda una semana.

- Hola, Félix. Soy Nayeon.
Entre todas las maldiciones mentales que mandaba a su ex compañero de pupitre, no se percato de su nueva compañera de asiento. Sin más, dirigió su atención a la linda chica a su lado. Simulando una sonrisa, por primera vez en el día. - Hola, Nayeon. Un gusto.
Bien dicho lo anterior, dirigió su mirada a la nuca de Bang Chan, observando como este había alejado su asiento, pero más no el pupitre al de Sana. Como se atreve.
Su ceño se mantuvo fruncido, dado que Bang charlaba amistosamente con la tal Sana. Como se atreve el encimoso este.
Trató de observarlos cada que podía, aunque se le hizo dificultoso, por el motivo que debía de prestar atención a la clase y a la conversación que Nayeon se dispuso a hacer al notar hacia que punto se perdía su mirada.

En el lapso que duró la clase, Chan intercambio unas cuantas palabras con Sana, quien primero se disculpó por la situación y luego se presentó con él. Bang, algo apenado por no haber podido recordar el nombre de su compañera japonesa. Se rascó la nuca por la vergüenza anterior y le dedicó una leve sonrisa para así corresponder el gesto de Sana, siendo que está misma si conocía perfectamente a su compañero australiano.

Al tocar el timbre del terminó de la clase, Félix tomó velozmente su mochila y salió del salón, sin percatarse que estaba siendo seguido por Bang Chan, puesto que ya había alistado anticipadamente sus cosas y solo estaba al pendiente de la acción, predecible, del menor, sin antes haberse despedido de Sana, una agradable compañera.

- ¡Félix, bolita de azúcar! ¡Dame un respiro, por favor!
Pidió Chan con la voz entrecortada.

Ante eso, Félix detuvo su andar y se dió la vuelta para encarar al mayor.
- ¿Qué quieres ahora, bastardo?

Algo dentro de él, se rompió, conocía el motivo por el cual Félix le llamaba por "bastardo", Félix conocía la relación que tenía con su familia y pese a eso utilizaba ese término.
- No me digas así, por favor..

- ¿Y cómo deseas que te llame, bastardo?
Felix mostró una media sonrisa con atisbo de picardía.

- Bolit.. Félix, está bien. Dejaré de molestar. Solo permíteme, como última vez, acompañarte a casa.
Bang se posicionó a un lado suyo, sintiendo, claramente para él, como le producía cosquilleos al tener a Félix a escasa distancia, aunque fuese tan distante e hiriente ahora mismo.

Félix, no mencionó más, procedió a caminar al ritmo del mayor. Sabía que, muy, muy, muy pero muy en el fondo, Chan le enseñó a querer un poco al mundo y ver por los demás, porque es lo que Chan suele hacer.
Él es simpatía.
Simpatía que suele dar a la mitad del prestigioso colegio, manteniendo en mente que hacer por cada uno, quizá él no daba crédito a su característica deslumbrante sonrisa.
Odiaba todo él, en definitiva.
Odiaba su interior.

lovesick fool › ChanLix.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora