Había sido un largo y pesado fin de semana para Clarence, aunque esté no hiciese más que sentarse a ver la televisión, comer golosinas, jugar con sus juguetes y salir a correr bicicletas con Sumo y Jeff; sino por los constantes regaños de su madre al enterarse de lo ocurrido el viernes de visita al zoológico con sus compañeros de escuela.
— Pero mamá...— insistía el pequeño peli rubio— mi amigo Belson y yo queríamos ver a los delfi...
— ¿Belson? — interrumpió Mary molesta, Clarence solo asintió en silencio— ¡Sabía que ese chico no era buena influencia para tí! — regaño nuevamente.
— Pero mamá, Belson no tuvo la culpa de nada— Mary dedicó una mirada comprensiva al pequeño.
— Clarence— susurro hincándose a altura del menor—, se que quieres ser amigo de todos los chicos de la escuela...
— ¡Mamá! — Mary llevo el dedo índice a los labios rosas de Clarence, haciéndolo callar.
— Por favor, cariño. Debes entender que no siempre podrás agradarle a todos...— miro con ternura a su ajeno— ¿Puedes entender eso, Clarence?
— Si, mamá...— contesto resignado el menor— ¿No estás molesta, cierto? — Mary negó con la cabeza, para después abrazar a su hijo.
— Te digo esto porque te quiero ¿Ok? — dijo con voz dulce— No sé que hubiese sido de mí si no volvías más a casa...
El rubio correspondió al cálido abrazo de su madre, permaneciendo así unos cuantos minutos, hasta que Mary ordenó a Clarence ir a dormir, dado que mañana a primera hora, este debía ir a la escuela. Este obedeció sin objetar nada más, no quería seguir aquella confrontación con su madre mas tiempo.
Camino por los pasillos de la casa hasta su habitación; una vez colocándose su pijama de dinosaurio, tomo lugar en su cama, y cerró los ojos intentando dormir, lo cual le fue imposible.
No podía dejar de pensar en Belson, en lo feliz que se veía cuando al fin encontraron a los delfines en el zoológico, y lo que el castaño hizo por él.
Había encontrado la manera correcta de hacerse amigo de Belson, y no quería desaprovechar esa oportunidad.