La Pantera

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Anoche soñé con una pantera, estaba en medio de una arena romana bajo la inclemencia del sol y del público. La luz se fragmentaba en su piel atigrada y el viento batía con suavidad su enorme melena de oro. Al final de la tarde derramó su sangre a manos del undécimo gladiador que la enfrentó, y con su muerte murió mi sueño.

Al día siguiente comenté a mis amigos aquella licencia de mi imaginación.

–¿Cómo sabías que era una pantera? –me interpelaron.

–Sabía que era una pantera –les dije­– porque la había soñado yo.

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