Ricky se estaba cagando en todo.
Se estaba cagando en el maravilloso y soleado día que les había salido, en la arena que se le metía en los carísimos zapatos y el calor que le daba el traje color salmón. Pero sobre todo, se estaba cagando en Kibo
Sabía que puntual no era, nunca lo había sido y, a estas alturas, tampoco iba a empezar a serlo. Lo sabía porque son cosas que se notan cuando uno lleva compartiendo los últimos siete años de su vida con una persona. Porque desde que se conocieron en ese maldito concurso no se habían despegado. Y eso de ser como dos lapas tiene sus pros y sus contras. Uno de estos últimos para Ricky es, sin duda, el despiste de Kibo. Nunca ha soportado a las personas impuntuales, pero es que en realidad su novio no era impuntual, era despistado. Bueno y también estaba (está) buenísimo y lo quería más que a nada
Son estos pequeños defectos los que perdonas cuando estos pertenecen a la persona que más felicidad aporta a tu vida. Los perdonas todos los días. Todos menos el día de tu boda. Y por eso Ricky Merino, famoso cantante e ingeniero agrónomo aficionado, se estaba cagando en el impuntual de su futuro marido.
* *
Pero resulta que la falta de puntualidad de este 12 de julio de 2025 no era fruto de un despiste, sino más bien de un antojo.
Kibo Marc, bailarín profesional reconocido mundialmente y adicto al dulce en secreto, había entrado a las 00:13 de ese mismo día en su tienda de chucherías más cercana; cuando iba ya por los 300 gramos de Haribos dos figuras altas y escuchimizadas se le acercaron por detrás.
Lo siguiente que recuerda es despertar ocho horas más tarde en una especie de sótano mugriento, alumbrado por una sola bombilla roja y con las paredes empapeladas de pósters de Whitney Houston y Luis Cepeda.
Kibo podía pecar de despistado, pero tonto no era. Casi no le hizo falta sumar dos más dos para darse cuenta de que las únicas personas que podían poseer ese sótano con esa decoración y que vagaban al acecho de adictos al azúcar a las tantas eran, sin duda alguna, Aitedas.
Bueno no, es broma. Aunque tampoco vamos por mal camino porque esas personas tan especiales y peculiares eran Las Javas, un matrimonio que se dio a conocer cuando crearon la famosa marca de chucherías Haribo en 1920. Hay quien dice que noventa y siete años después trabajaron en algún lugar de Terrassa y que fue allí donde conocieron a su actual víctima.
Pero eso es otra historia porque lo que ahora debe preocuparnos es que nuestro querido Kibo acaba de darse cuenta de que no está solo en ese cubículo de madera podrida que disfrazan las imágenes de los antes nombrados.
Un hombre moreno, con gafas y de unos cincuenta y pocos le mira asustado desde una esquina. Tiene pinta de haber pasado encerrado allí años. Está extremadamente delgado, sus ojeras son tan profundas como las letras de Daddy Yankee y está tan blanco que resulta aterrador comenzar a imaginar cuando pudo ser la última vez que su compañero de sótano vio la luz del sol.
Un escalofrío recorre a Kibo. Definitivamente él no quiere acabar así. Pasa varios minutos aporreando una trampilla de madera que hay en el techo del sótano y gritando, pero es inútil.
La pareja de secuestro de nuestro amado Kibo se acerca al centro de la pequeña habitación. Le tiende la mano y, aunque dudosamente, nuestro protagonista se la estrecha.
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KICKY: THE WEDDING
عشوائيEs 2025 y la pareja de dioses griegos que sólo sabe dar alegrías ha decidido que ya es hora de ser marido y marido ante los ojos de DIOS NUESTRO SEÑOR (aunque ya lleven casadísimos años). Pero el azúcar complica el que iba a ser el día más maravillo...