Capítulo 2

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¿Qué manera es esa de hablarle a tu daddy?

Sus palabras habían quedado grabadas en mi mente durante varios segundos cuando sentí el helado contacto del acero en mi nuca. Mi cuerpo se tensó al segundo y me enderecé para mirar al frente, por alguna razón el pánico no conseguía introducirse bajo mi piel.

Su mano dejó de rozar mi mejillas y segundos después sentí como se colaba bajo mi camisa; su tacto era tan frío como aquella pistola. Pronto llegó al pantalón y volví a sentir su respiración pegada a mi oído; yo solo pude mantenerme estático.

Mi mente se encontraba en blanco y ya nada de lo que se encontraba en ella poseía la mera coherencia. Sentí el sonido de un móvil en vibración y como movimiento reflejo me giré encontrándome con su rostro; su piel era tan pálida que podía apreciarla aun el tenue escenario, su nariz y sus labios parecían finos y pequeños como si nunca hubieran sido tocados. Él me miró de manera seria y antes de colocarse un tapabocas color negro sonrío de manera cínica.

Te acabas de meter en un serio problema pequeño - me dijo en un último dulce susurro antes de sentir un fuerte golpe en la cabeza y sentir como todo quedaba teñido de negro.

[...]

De mi realidad totalmente teñida de negro empecé a volver a oír el sonido de la lluvia caer y la capacidad de abrir los ojos. Entreabrí mis ojos y me topé con un armario el cual no pertenecía a mi cuarto. Me levanté precipitadamente e hice una revisión panorámica para llegar a la respuesta obvia: ese no era mi cuarto y yo no conocía aquel lugar.

Un fuerte dolor invadió mi cabeza e instintivamente dirigí mi mano a mi nuca encontrándome con la herida producida por el golpe con la empuñadura de aquella pistola. Me giré sin hacer ningún movimiento brusco y me miré en el espejo de aquella habitación; seguía llevando la misma ropa que anoche y eso era una buena señal, pero ni sudadera había quedado teñida de sangre y mis pantalones habían quedado hechos trizas.

Inspeccioné la sala rápidamente hasta que divisé algo de ropa de recambio encima de la mesita. Me la puse con cuidado y decidí salir de manera silenciosa; estaba claro que no me querían muerto porque en caso contrario ya me habrían matado, pero no se podría decir que estuviera tranquilo.

El pasillo no era excesivamente largo, pero no se podría decir que la casa fuera pequeña. Divisé unas escaleras al final de este y me dirigí a ella con el mismo paso tranquilo fijándome en que todas las habitaciones que encontrara estuvieran vacías. Al bajarlas percibí un aroma a pan tostado y café que me pusieron más alerta; no me encontraba solo.

Cogí silenciosamente un candelabro que se encontraba depositado en una de aquellas mesas de madera cuidadosamente barnizadas y me acerqué a lo que aparentaba ser la cocina.

Al asomar la mirada me encontré con un hombre de imponentes hombros de espaldas que se encontraba tomando café mientras miraba la ventana que daba luz a toda la habitación.

Yo que tú soltaría eso-me dijo en un tono dulce y sincero el cual me chocó y me dejó de nuevo estático-, yo no te voy a hacer nada, pero con esa iniciativa va a ser difícil que sigas vivo durante mucho tiempo.

¿Quién eres?-pregunté algo inseguro y sin ser capaz de soltar el candelabro al sentirme desprotegido-.

Desayuna- me dijo girándose y mostrándome un rostro amable mientras con la mano me señalaba lo que parecía ser mi desayuno- venga, suelta eso, no voy a hacerte nada- prosiguió para luego sentarse en la silla de enfrente.

No has respondido mi pregunta-dije sentándome en la otra silla y mirándole a los ojos. Él solo se peinó su pelo color castaño con la mano y volvió a sonreír-.

No puedo responderte eso, pero te recomiendo que desayunes- me dijo manteniendo su tono dulce aún estar notando que a mí la situación me abrumaba-.

¿Al menos podría saber dónde estoy y qué hago aquí?-pregunté cruzándome de brazos sobre la silla y esperando que el mayor dejara esa actitud-.

No soy la persona que debe responderte esas preguntas ¿Recuerdas algo de anoche?-me preguntó-.

Sí, bastan...-fui interrumpido por el sonido de estar alguien llamando a la puerta; miré al mayor a los ojos y tranquilamente este se levantó-.

Me quedé sentado prestando atención a lo que oía; el chico de antes saludaba e invitaba a entrar a lo que pude percibir como otros dos hombres que tenían la voz más grave que él.

Oyendo sus pasos miré de soslayo y pude ver que uno de ellos, el más alto de los tres, lucía elegante y serio; su pelo estaba teñido de rubio y su piel era más morena. Él rápidamente notó mi mirada y al mirarme me dedicó una media sonrisa que me hizo apartar los ojos rápidamente.

Así que este es el chico- dijo entrando a la cocina y cogiendo una silla para sentarse a mi lado-.

Posteriormente entró el otro chico; este poseía grandes facciones muy marcadas, su pelo azabache lucía revuelto y sus más que marcadas ojeras hicieron que no pudiera despegar mi mirada por varios segundos.

¿Algún problema?- me preguntó serio sentándose delante de mí haciendo que yo negará nerviosamente con la cabeza-.

¿Dónde demonios me había metido?

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