La Camisa De Las Manitas.

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Honestamente no estuvo ahí cuando el niño nació y lloró por vez primera al llegar al mundo, tampoco estuvo para apoyar aquella decisión tan importante en la vida de Iruka y mucho menos cuando el pequeño llegó a casa.

No, él no cambió pañales y tampoco dio el biberón cada tres horas por largas, largas noches.

Él llegó después.

Él, llegó cuando el niño tenía tres años.

Lo conoció cuando Iruka estuvo seguro de quererlo a él en su vida y tanto como para que se conocieran, para que ambos hicieran un lazo porque significaban muchísimo para su corazón.

Kakashi no conectó inmediatamente, Naruto parecía verlo como quien ve al profesor más duro del colegio y aún así de alguna manera  consiguieron hacer las cosas funcionar de alguna forma –no sin que Kakashi le llevara sobre los hombros a más altura que Iruka o que terminara con tinta de plumón por las manos–.

Kakashi se hizo un hueco en aquella pequeña familia y logró encajar con trabajo duro.

Un año después, cuando Naruto tenía cuatro estaba viviendo con Iruka en una bonita casa familiar contra todo pronóstico, contra cualquiera de las cosas que en un principio hubo pensado que haría.

Kakashi se sorprendió a sí mismo colocando una silla infantil en el asiento trasero de su auto, comprando juguitos de cajita y lechitas de sabores, cortando fruta en cubos pequeños e incluso se sorprendió cantando tonadas de las caricaturas de moda un domingo por la mañana.
Nunca se hubiera imaginado capaz de ser así de paciente, así de cuidadoso y atento.



Naruto tomó su mochila, esa pequeña que llevaba al jardín infantil y sujetó la mano de Kakashi con suavidad justo cuando estaban a la entrada de la casa, Iruka le besó la frente y a Kakashi le sonrió con amplitud deseándole una buena jornada. A él le quedaban unos momentos más en casa antes de tener que salir al colegio en el que era profesor.

A Kakashi los lunes le tocaba dejar al niño en la escuela de camino al trabajo porque Iruka no daba clase sino hasta el segundo módulo.

Juntos subieron al auto, Kakashi ayudó a un pequeño Naruto a colocarse en la silla y abrocharse el cinturón con un suave “click”, luego se subió él y condujo en silencio hasta el jardín.

Lejos de Iruka eran pocas las veces que Naruto le hablaba más de tres confiadas palabras o le contaba algo sobre sus compañeritos de clase como solía hacer, Naruto se limitaba a cogerle la mano con suavidad o a señalarle las cosas con timidez aún cuando el niño era en realidad un vivaracho. Lo miró por el retrovisor unos segundos cuando un alto lo hizo detenerse y sus miradas se cruzaron.

Naruto le sonrió al pensar que jugaba como lo hacía con Iruka, Kakashi apartó la mirada pero de haber podido verlo se habría dado cuenta de que aquello a Naruto le resultó un desaire.

El jardín estaba cerca y no demoraron en llegar al lugar.

Entre niños llorando en la entrada sin querer despedirse de sus padres y profesoras intentando mantener a todos en calma, Kakashi bajó A Naruto del coche y lo encaminó a la entrada para dejarlo con la profesora de su grupo que recibía a cada niño personalmente antes de entrar al salón de clase. Kakashi entregó a ella la maleta pequeña con un par de juguetes de Naruto y el siempre sugerido cambio de ropa y cuando Kakashi se inclinaba para acariciarle la cabeza, la pequeña mujer de gesto tímido le entregó una invitación impresa de colores festivos.

–Tenemos el festival del día del padre y hemos colocado ahí la lista de cosas que necesitamos. Haremos con los niños los regalos y…–

–Gracias, ya le avisaré a Iruka, ¿está bien Naruto?– Kakashi interrumpió y con las mejillas ligeramente rojas la profesora sonrió y Naruto la miró unos segundos antes de correr hacia el interior porque Sasuke ya había llegado y jugaba con unos carritos justo delante de la entrada del salón.



Kakashi subió al auto con aquella invitación en la mano y la miró por unos segundos.

Efectivamente era una invitación a un festival del día del padre, ni más y tampoco menos. Ya se imaginaba lo que habrían de hacer ahí y se imaginó a Iruka corriendo de un lado a otro como los otros papás ahora que las actividades que podía realizar Naruto en relación a su motricidad eran mayores.

Sonrió por el hecho de saber que la felicidad en el pecho de Iruka se haría enorme cuando Naruto le cantara una canción o le entregara un dibujo mal iluminado pero con las mejores intenciones. A Iruka siempre se le hacía bonito tener esos recuerdos.



Los días posteriores avanzaron sin ninguna novedad.

Vio a Iruka salir con Naruto a comprar sus materiales y a imprimir fotografías que no le enseñó. Notó a Naruto tratarlo con mayor timidez y aún así, de manera contradictoria, tratando de llamar su atención durante las prácticas de fútbol de su equipo de minúsculas criaturas torpes y correlonas.

Naruto le presumió la estrella que había conseguido y que le habían pegado en la frente por portarse bien y Kakashi no pudo otra cosa que sonreír y guiñarle.

“Felicidades héroe”, lo llamó una vez y el niño salió corriendo hacia la cocina para buscar a Iruka.

Iruka lo miró desde la barra desayunadora y mientras abrazaba a Naruto, levantó su pulgar derecho en dirección a Kakashi “todo está bien” quiso comunicarle y Kakashi se sacudió la impresión con un asentamiento de cabeza.



Finalmente el día llegó e Iruka había solicitado permiso para aquel día, Kakashi lo tenía libre como de costumbre por el día que era. En el colegio de Naruto iban a celebrarlo el viernes previo.

Se suponía que Kakashi iba a dejarlos tener ese momento juntos pero Iruka insistió en que debería acompañarlos y hacer migas también con otros padres y las profesoras que siempre preguntaban el por qué parecía siempre estar a prisas —La realidad era que Kakashi siempre lo estaba porque sí, siempre iba tarde a todas partes– a regañadientes el mayor entre los tres aceptó acompañarlos durante el festival y estarse calladito en algún rincón del patio de juegos.

Al llegar; todo el pequeño jardín estaba decorado y con los niños de aquí para ahí con las profesoras que organizaban las actividades y los bailables coordinados que los niños hacían.

Había sillas repartidas alrededor de un pequeño escenario a escala justa de los niños y la música infantil sonaba a todo volumen.

A diferencia de otros días y a riesgo de sonar como un “macho opresor”, era raro que aquel jardín de niños generalmente lleno de madres y sus retoños, estuviera lleno de hombres dando su mayor esfuerzo para también mantener en calma a sus pequeñas criaturas.

Iruka llevó a Naruto de la mano hacia su grupo de compañeros y la profesora lo saludó efusivamente, Iruka era un padre comprometido y atento. Él saludo a lo lejos y Naruto también sacudió la mano para saludarle también. Kakashi sin notarlo sonrió.

–¿Ese es tu muchacho?– Preguntó una voz a su costado. El olor a tabaco aunque leve le llegó a las fosas nasales. No era molesto pero sí fácil de notar, lentamente se volvió para mirar al sujeto. El tipo era alto, corpulento y llevaba una barba cuidada que enmarcaba sus facciones cuadras. Intuyó que tendría aproximadamente la misma edad que él. –Asuma Sarutobi, un gusto.– el hombre se presentó y le ofreció formal la mano. Kakashi se la estrechó con igual ceremonia.

–Sí.– respondió con simpleza a aquella pregunta mientras una sonrisa se extendía por su rostro. Naturalmente se presentó de vuelta mientras mantenían el apretón de manos –Kakashi Hatake, un placer.– al soltarse y terminar las presentación, en calma tomaron asiento uno junto al otro en las sillas ahí dispuestas.
–Esa es la mía.– el hombre señaló a una bonita pequeña de cabello un poco ondulado que estaba en el mismo grupo que Naruto.

Y entonces con los niños en formación, sujetos de la mano y tras una breve introducción a cargo de su profesora, su número comenzó.

Era una coreografía sencilla mientras cantaban metidos en sus coloridas ropas y algunos padres hacían fotos o aplaudían, Asuma a su lado llenaba de vítores a su pequeña hija que ahora sabía de sobra que se llamaba “Mirai”.

Todos los niños ahí eran el más grande orgullo de algún hombre y eso le llenó de calidez.



Tras quizá, seis minutos de su presentación la música terminó con un grito agudo de todos los niños a modo de celebración y todos los niños se quedaron al centro del escenario. La profesora tomó el micrófono y habló contenta.

“ahora es hora de que todos, todos los niños traigan a sus papitos hacia el salón de clase para entregar sus regalos. A la cuenta de uno, dos y… tres”
Y con rapidez pero con cuidado los niños bajaron uno a uno del pequeño escenario y fueron cómo no, cada uno a buscar a los orgullosos padres que aunque pretendían no estarlo, estaban mayoritariamente conmovidos.

Mirai llegó junto a Asuma y el grandulon la abrazó y la llenó de besos mientras la niña se reía felizmente. Kakashi los miró de reojo y en silencio. A ese punto sabía que debía esperar a que Iruka y Naruto volvieran del salón tras acabar las actividades y por eso sacó el teléfono para echar un vistazo a sus redes sociales.

Justo en ese momento llegó Naruto agitado por la carrera y se paró frente a Kakashi quien absortó en leer las noticias en una publicación no levantó la vista porque no reparaba en su presencia.

–P… papá– llamó Naruto bajito muy bajito y Guardó silencio. –papá.– insistió en levantar la voz.

Asuma miró extrañado la escena y pensó que seguramente Kakashi sólo estaba un poco – muy distraído y aún con Mirai en brazos, le golpeó el hombro a Kakashi como si hubiera la más grande las camaradería.
Kakashi volvió la mirada hacia él y Asuma señaló al frente.

–Hombre, ahí está tu hijo.– Kakashi le miró extrañado y pensando que algún niño se había confundido dirigió su mirada hacia el frente sin ninguna expresión en particular, pero no, ahí estaba Naruto con una suave sonrisa y él le cogió la mano.

–¿Qué pasa, no encuentras a Iruka? –le preguntó mientras se ponía de pie y se dejaba llevar por él. Para ese punto su vista buscaba a Iruka pero tan solo lograba divisar a todos esos otros hombres con sus hijos y obsequios hechos con torpes y amorosas manitas.

Pronto llegaron al aula y pudo ver que ahí estaba Iruka junto a la mesa de trabajo de Naruto hacia la que se dirigieron. Ahí descansaba una camisa azul con las diminutas manos de Naruto estampadas en pintura en la zona de la espalda. Las de Iruka estaba justo a un lado de la izquierda del niño y entonces Naruto le ofreció la bandeja con pintura fresca.

Kakashi se quedó inmóvil y fue Iruka quien le tomó la diestra y le mojó la palma con pintura y la estampó en la camiseta a un lado también de la de Naruto.

Naruto regresó en ese momento con un cuadro azul que había pintado con los dedos y un montón de pinturas y aún cuando el niño se sintió tímido se abrazó a las piernas de Kakashi.

El hombre estaba en shock, él que siempre mantenía las formas pero no supo hacer otra cosa que ponerse a la altura de Naruto que sonreía ampliamente y le entregó el regalo.

Al centro del cuadro que resultaba ser un marco hecho a mano habían cuatro fotos de él, Iruka y Naruto juntos. El hombre por supuesto aceptó el obsequio con cuidado de no arruinarle con su mano llena de pintura fresca. Aunque con dificultad abrazó al niño contra su pecho y juró que el corazón se le detuvo por unos segundos cuando escuchó “Felicidades papá” con aquella chillona y hermosa voz infantil.

“Gracias… hijo” y aquella palabra casi lo hizo temblar y quizá de forma instintiva buscó la mirada de Iruka que los observaba con una amplia y muy amplia sonrisa. Ese otro hombre era demasiado sensible y Kakashi juraría que iba a llorar en cualquier momento, si no ahora seguramente cuando estuvieran en casa y rememorara el instante en algún momento de la noche.

Naruto lentamente se separó feliz por haber tenido por él mismo la valentía de llamar a Kakashi papá por primera vez después de haber sentido tantas ganas antes y no llegar a atreverse por timidez, así que para sentirse más seguro fue a abrazar también a Iruka quien lo tomó en brazos para cargarlo mientras Kakashi se recomponía.

–Felicidades.– dijo Kakashi cuando con una amplia sonrisa se acercó a Iruka.

–Felicidades también a ti.–Iruka le devolvió contento, absolutamente convencido de que frente a él estaba un hombre de altura, con entereza y con el suficiente valor para ser también el padre de Naruto, Naruto seguramente también lo sentía.



Kakashi siempre atesoraría aquella camiseta aún cuando era un obsequio compartido con Iruka y conservó también para si mismo el cuadro.
Iruka lo dejó tenerlo y no le dijo nada cuando se lo llevó caprichoso para adornar su oficina.



Unos años más tarde, cuando Naruto salió con las ojeras marcadas en su rostro y los miró aún así con una amplia sonrisa en medio de la sala de espera y corriendo hacia ellos los abrazó a ambos con fuerza por todas las buenas nuevas, se dio cuenta una vez más de que su chico era fantástico.

Naruto, hecho todo un hombre de familia los condujo a ambos a la habitación de Hinata para que conocieran a su primer nieto aún tierno.

Cuando Kakashi observó a Naruto emocionado sosteniendo a su hijo, cuando se los presentó cuan hermoso ese bebé pequeñito y rubio era.

Cuando al volverse ligeramente hacia Iruka pudo adivinar que se sentía igual que él… lo sopo… ser padre sin lugar a dudas es uno de los mayores orgullos.


De los mayores orgullos. (KakaIru) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora