Sobre vino y diversión

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Se dirigieron entonces a la parte trasera de la tienda, un espacio destinado a los capitanes o comandantes. Estaba separado del resto de la tienda por una lona que colgaba del techo y llegaba hasta el piso. El capitán, que en ese momento acababa de llegar, luego de reportarse con el general, se estaba por ir a dormir, pero tras escuchar la petición de sus hombres de beber juntos la botella de vino tinto californiano, cosecha 1986, aceptó sin dudarlo y juntos se dirigieron a la fogata. Tomaron cada uno un banco de madera, y se sentaron alrededor del fuego.

Mientras el soldado Johnson descorchaba el vino, su mejor amigo Richard, que estaba sentado a su lado, trajo unos vasos de plástico y los repartió entre todos, luego el soldado Johnson pasó banco por banco sirviendo un poco de vino en cada vaso. Todos sus compañeros, sin excepción, se regocijaron al ver el líquido deslizarse por la boca fina de la botella hacia su vaso, hacía mucho tiempo que ninguno de ellos veía una de esas botellas de Merlot Californiano, con aquél largo cuello colorado y esa etiqueta amarillenta que les resultaba tan familiar. El color oscuro del vidrio hacía contraste con los otros dos colores, pero a la vez otorgaba al envase la armonía perfecta para atraer la atención de los comensales. La etiqueta que envolvía el cuerpo del envase rezaba el nombre de la bodega que producía el exquisito vino, y también exhibía la imagen de un pato, estampa que todo ciudadano de Estados Unidos reconoce a la perfección, puesto que probar un poco de ese vino, era como beber un elixir de Dioses.

En cuanto Johnson les hubo servido a todos, volvió a su asiento y se sirvió en el vaso propio. Luego se descalzó, estiró al máximo sus piernas, y dejó a un lado del banco las botas militares de cuero negro, altas hasta un cuarto de la altura de la pierna, con cordones finos y suela de goma.

Las botas, aunque habitualmente lustradas a conciencia, tenían marcas de las veces en las que el soldado había tenido que arrastrarse por el suelo arañándolas con las ramas caídas, o de esa vez cuando el campamento sufrió una plaga de ratas que habían roído el cuero negro. Desde que habían regresado de la misión, el soldado Johnson no tuvo tiempo de limpiarlas, por lo que estaban sucias por el barro y manchadas de pólvora y sangre seca.

Al poco rato, luego de varios vasos de vino, todos habían olvidado sus preocupaciones y disfrutaban de aquel agradable momento entre amigos. Hablaban sobre sus vidas pasadas, compartían anécdotas y chistes, e incluso no tan amigos reían de los cómicos comentarios que escuchaban. Alguien había encendido la radio, y la música más escuchada de la época sonaba en cada rincón.

Siguiendo el orden de la ronda, a cada uno le tocó levantarse e ir al medio del círculo, para contar a todos sobre algún momento inolvidable de su vida. Al llegarle el turno al soldado Johnson, tomó una de las botas de cuero con la mano derecha y, mientras sostenía el vaso de vino con la otra mano, se acerco al fogón y comenzó a bailar alegremente, mientras contaba sobre una vez en la que estuvo en una fiesta durante la secundaria, en la cual había conocido a la que sería luego su esposa.

El evento sucedió durante un vergonzoso baile en el cual había bebido demasiado y en un ataque de locura se había quitado un zapato y se había unido a unos amigos que bailaban de forma ridícula tratando de llamar la atención de las chicas. Su chica se le unió, porque había considerado muy divertida su actitud. A la vez que relataba la historia con la bota y el vaso que usaba para hacer mímica, intentaba recrear los sucedido entonces y evidentemente lo lograba, puesto que sus compañeros reían a más no poder.

Luego, en un tono más serio, agregó que se enamoró inmediatamente de ella, y ella de él. Se divirtieron tanto que después del encuentro bailaron juntos cada canción de la noche, al día siguiente iniciaron una relación más profunda.

A las pocas horas, cuando ya no tenían más vino, el capitán decidió que ya era muy tarde: "mañana tenemos que entrenar" dijo, por lo que el pelotón entero se dirigió a la tienda. El soldado Johnson había olvidado la bota que había dejado a un lado de su asiento, debido a que había bebido demasiado y no paraba de hacer niñerías.

Una Historia Que Contar Parte 1: LA BOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora