Dos novatos de la Port Mafia

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Chuuya Nakahara era un completo imbécil.

Nadie ni nada podría jamás cambiar la opinión que tenía Osamu Dazai del pelirrojo.

Al principio le pareció un sujeto violento, luego curioso, al rato interesante, hasta que todas las cualidades que apuntaban para distraerle de su completo tedio por la vida mostraron su realidad: Chuuya era solamente un delincuente juvenil falto de educación y con el mal genio del demonio quién disfrutaba moliéndole a palos a la menor ocasión.

Dazai no se quejaba de las palizas pues eran algo típico entre los miembros de la Port Mafia, sobre todo entre los más jóvenes y novatos andar todo el día retándose y arreándose. Ellos dos cumplían esas premisas.

Chuuya se dejaba provocar y Dazai se dejaba dar, al principio sin resistencia pero poco a poco iba aprendiendo a defenderse y contratacar. Dazai disfrutaba con esas peleas que le hacían sentirse vivo, y lo mismo Chuuya, que aunque bufase a cada segundo lo fastidioso que era, reía todo el rato que peleaban, y Dazai dejaba de lado su expresión de aburrimiento para mostrarle sin tapujos la atención que ponía en cada golpe y contragolpe. Al fin, también aprendió a reírse cuando ganaba.

Tres meses habían pasado desde que ambos habían jurado fidelidad a Mori como jefe. Dazai por compromiso y cruzando los dedos en su interior, Chuuya con toda la entrega de su alma.

Semanas en que habían aprendido lo básico para poder ser miembros de esa poderosa organización de la noche.

Tanto Kouyou, como Hirotsu, como también él mismo Mori estaban convencidos que los dos adolescentes sabrían llevar a cabo solos con éxito su primera misión. Así que les mandó llamar a su despacho para explicarles los pormenores.

Al mostrar la alegría y regocijo más sincero Chuuya al recibir la notificación que harían trabajo de campo solos, Dazai no pudo menos que protestar ante Mori.

-¡Mori, por favor, con el renacuajo no!

Mori no pudo evitar una sonrisa de ternura compasiva hacia su paciente el suicida. Había sonado tan auténtico, tan del niño que aún era.

-No te creas que a mí me gusta la idea de ir contigo, don patoso.

Mori se rellanó en el sillón de líder de la mafia.

Si había dos cosas que llenaban de alegría su estresada vida llena de responsabilidades, eran adorar la belleza de Elise y asistir a las peleas de sus dos diamantes en bruto.

Daba gusto ver como Dazai sabía canalizar la furia constante de Chuuya hacia sus intereses y cómo Chuuya hacía disfrutar de sentirse vivo a Dazai. No le quedaba duda de que Dazai sería el sustituto suyo en la Mafia pero Chuuya podía llegar a convertirse en el ser más influyente del mundo de la delincuencia, incluso más allá de las fronteras de Japón. Nakahara era un líder nato.

-Tienes un imán para caerte, golpearte o abrirte la crisma -tras reforzar esa afirmación, Chuuya golpeó a Dazai con los nudillos enguantados en su herida más reciente en la cabeza que le había obligado a ponerse un vendaje que le tapaba un ojo, pues este también había sufrido un hematoma interno.

Dazai le quitó la mano de un manotazo.

-¡Mori, eso es bullying! ¡Castígale!

-¿De qué bullying hablas? Si te pasas el día entero llamándome "pulgarcito", "chile rojo amargado", "mala leche que te dieron y por eso no creces", "oveja trasquilada" y "don salta-rana".

-Es que eres una rana, todo el día saltando de aquí para allá con tu habilidad porque no alcanzas los sitios.

-Al menos yo tengo una habilidad útil, no como la tuya. Eres lo más parecido a un aguafiestas.

Dos novatos de la Port Mafia (Soukoku) Bungou Stray DogsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora