{Parte Única}

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Thomas estaba nervioso, hoy era su primer día de clases en su nueva escuela. Tenía muchas ganas de hacer nuevos amigos y de presumir su mochila nueva de Bob el constructor que su mamá le había comprado.

Cuando hubieron llegado al pórtico del gran edificio, el pequeño corazón del niño se aceleró cual colibrí. Sintió ganas de llorar y se aferró con fuerza a su madre cuando una educadora se acercaba a él y le sonreía dulcemente. Ya no quería entrar ahí, solo quería estar entre los brazos de su mamá.

—Como que ya no quiero ir al colegio... bueno, al fin y al cabo la educación no es el gran cosa, ¿cierto?

La madre le sonrió con ternura y se puso a la altura del pequeño. Le peinó un rebelde mechón rubio y le dijo:

—Tienes que ir, mi niño. Estoy segura que te gustará la escuela.

—Y yo estoy seguro que te gustará tener un ayudante en casa.—Thomas sonríe y toma la mano de su mamá, dispuesto a regresar a casa.—Ahora, vamos. ¡Hay mucho que hacer en casa!

La mujer rió y despeinó levemente la cabellera rubia de Thomas.

—Acá te quedas.-besó su frente y lo acercó a la educadora, quien seguía sonriendo.

—Esto es injusticia.—declaró molesto, entrando al enorme edificio detrás de la educadora.

Caminando entre los jardines llenos de arbustos y flores, veía a algunos niños jugando y corriendo. Se sentía intimidado por tantos niños en todos lados.

—Todos esos niños son parte del personal encargado de la limpieza, ¿verdad?—preguntó con miedo.

—Creo que está un poco en contra de la ley que los niños trabajen.

—Al menos lo intenté.

Al no recibir alguna respuesta, siguió caminando observando su alrededor. Se dio cuenta que muchos dejaban de hacer lo que hacían, para mirarlo, como si fuera un espécimen raro. Y no lo era, solo era un niño nuevo. Tal vez un poco más bajito y delgado que el resto, pero un seguía siendo un niño.

—¡Niños!—llamó la institutriz alzando la voz, en seguida, muchas cabezas pequeñas se reunieron hacia donde estaban la maestra y él, sintiéndose acosado por tantos pares de ojos mirándolo.

Todo el mundo hablaba y hubo un momento en el que Thomas iba a quedar aturdido. Pero gracias a la joven maestra quien pidió silencio, no sucedió.

—Quiero que conozcan a su compañero Thomas. Viene de muy lejos y espero que todos se lleven bien con él.

Hubo silencio cuando terminó de hablar.

—Oh, ¿me toca?—la maestra asintió.—Bueno... vengo de muy lejos, sí... y... tengo salud.

Los niños sólo parpadearon, se veían aburridos ante la simple presentación, no reaccionaban y eso ponía a Thomas nervioso. Fue sólo un niño quien comenzó a reírse con fuerza, sonrió con alegría al niño castaño, quien parecía hacerse pipí en sus pantalones por tanta carcajada.

Había logrado simpatía con alguien, eso ya era avance.

—Dylan, tranquilo. Te vas a orinar de la risa.—dice un niño al lado del castaño.

El supuesto Dylan solamente se encogió de hombros mostrándole la lengua.

—Bien, pequeños.-intervino la maestra.—¿Qué les parece si jugamos un poco antes de almorzar?

Los niños expresaron su entusiasmo, y Thomas... Él sólo quería dejar de ser el centro de atención. Decidió que era buena idea ir a sentarse a una esquinita, bien solita.

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⏰ Última actualización: May 20, 2020 ⏰

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Ramé [Dylmas One-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora