Doña Pura

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— Pureza — cierro los ojos y me abrazo a mi misma... mamá ha entrado a la habitación — ¿Qué haces aquí encerrada?

— necesito descansar mamá.

— pobre de ti, debes extrañar a tu santo esposo que en paz descanse — desvío la mirada por que lo que menos yo hacia era extrañar a mi esposo, si, acababa de morir pero mi corazón no estaba despedazado me sentia tan mal, por que me sentia libre — Roberto fue un gran hombre, un gran esposo. Por esa razón he hecho una promesa — abro más los ojos del susto.

— mamá... — ella avanza al centro de la habitación, su cuerpo está erguido, mamá era una mujer viuda como yo.

— Pura— pasa su delicada mano por su cabello bien peinado — nunca mas encontrarás un hombre como Roberto—

— Bendito sea Dios por eso — susurró.

— ¿Qué has dicho Pureza?

— Qué tienes toda la razón mamá.

— lo sé,querida — su mirada recorre mi figura, enfundada en un vestido negro por exigencia de ella, la sociedad me podia tachar por no guardar luto — el asunto es que he hecho una promesa... que no te volverás a casar — la miró — viviremos juntas en la misma casa, rezando todos los dias, haciendo obras de caridad hasta el dia que nos toque reunirnos con nuestros santos esposos.

— madre, quiero tener hijos — mamá niega — no puedes hacer promesas de mi vida a los santos.

— ya lo hice Pureza, seguiremos el camino santo, tu cuerpo será un lugar sagrado preparado para el encuentro eterno con tu santo esposo — camina hacia la puerta — ya sabes mi querida niña, que lo único que yo deseo para ti es lo mejor, vivirás una vida pura... como tú nombre.

Mamá sale y me dejó caer en la cama, mientras entierro mi cara en la almohada para soltar un grito de desesperación, otra promesa a mi costa. Ella me prometió a los santos de que llegaria virgen al matrimonio y yo temerosa, no podia fallarle a mamá y su promesa asi que me guardé, también prometió que ella uniria mi vida a un hombre temeroso y ferviente en su servicio a la iglesia, asi que Roberto le pareció el mejor candidato y me casó con él... un hombre del que no sabia nada y no supe mucho en el año de matrimonio.

Siempre fui una hija muy sometida a la voluntad de mamá, era viuda y pensé que era libre pero los grilletes caian nuevamente sobre mi vida.

Roberto murió en un accidente de auto, mis dias a su lado habian sido los más tormentoso, la intimidad una pesadilla total, me sentia sólo cómo un recipiente dónde él se desahogaba, odiaba tanto las noches que él extendia su mano para atraerme hacia su cuerpo, subia mi camisón y entraba en mi de una estocada produciendo malestar en mi cuerpo, no entendía que era lo maravilloso que vivia mi amiga Guadalupe en la cama con su novio, ya que la realidad para mi, era otra, dolorosa y asquerosa. Odiaba sus fluidos encima de mi cuerpo.

Pero por llevarle la contraria a mamá le habia dicho que queria hijos pero la realidad que la sola idea de tener intimidad me aterraba.

— Señora Pura — abro los ojos y Malena estaba inclinida observandome — el nuevo administrador de la hacienda ha llegado.

— ¿Qué y Manuel? — ella se incorpora.

— su madre considera que Manuel ya estaba muy viejo para llevar las riendas de la hacienda.

Me levantó de un salto a buscar a mamá.

— esperé — me detengo — creo que a su madre no le gusta el nuevo — frunzo el ceño.

— ¿Por qué?

— es... muy atractivo — susurra.

— entiendo — salgo de la habitación y con ese dato me doy cuenta que el nuevo se iba a quedar.

Historias cortas de amor y algo masDonde viven las historias. Descúbrelo ahora