Aquella tarde alguien llamó a la habitación, yo acababa de instalarme y dudaba encontrarme con una cara familiar. Cuando abrí la puerta vi a dos chicas las cuales me invitaron a una fiesta de hermandad, en principio me negué pero una de ellas insistió en que pasaría a la noche a buscarme, pero volví a rechazar la invitación.
No creo que encaje en una hermandad, pensé. Así que supuse que no me molestarían más, por lo que después de rechazarles la oferta y cerrarles la puerta me puse a colocar las últimas cosas que me quedaban.
Unas horas más tarde volvieron a llamar a la puerta, esta vez me pilló más desprevenida que la anterior. Volví a abrir y era la misma pelirroja que hace un rato me avisó de que me vendría a buscar.
La miré sorprendida y después de un rato charlando acabó por convencerme.
Aquel lugar tenía un aspecto horrible a la noche, pero nada que no me hubiese imaginado de una fiesta de universitarios. Me senté en unos de los sofás, no sabía que hacía allí, la chica había desaparecido y no conocía a nadie más en aquel lugar.
Y lo vi, sentado en el sofá que estaba al frente, en ese momento aun no lo conocía y si pidiese volver atrás en el tiempo evitaría haberlo hecho. Me fijé en él porque era muy atractivo, no nos vamos a engañar, pero también porque tenía algo especial que fue perdiendo con el tiempo.
Él se acercó a mi y me preguntó mi nombre, tenía la voz temblorosa, no pensé que vendría a hablarme.
Pero así fue como nos conocimos.