II

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—¡Buenos días papá!

Seungcheol oyó la voz de su hija a su lado. Observó el reloj en la mesa de noche.

—Buenos días tesoro —dijo, con voz adormilada —¿Qué haces despierta a esta hora? ¡Son las seis de la mañana!

—Es que... hoy es un día importante —explicó Mimi, en un murmullo.

—¿Ah, sí? ¿Por qué? —preguntó Seungcheol, subiendo a la niña en su cama.

—Porque... ¡Hoy voy a presentarte a mi Ángel de la Guarda! —exclamó Mimi, emocionada.

Seungcheol alzó las cejas.

—¿Tu Ángel de la Guarda? —preguntó, confundido.

—¡Sí! —confirmó Mimi.

Su expresión se tornó seria.

—¡No me digas que lo olvidaste! —Mimi reprochó a su padre, molesta.

—¡No, no! —dijo Seungcheol, de inmediato —¡Por supuesto que no! —aseguró, aún sabiendo que había olvidado el asunto por completo.

—Bien —dijo Mimi, bajando de la cama —, porque de verdad quiero que lo conozcas.

—¿A dónde vas? —preguntó Seungcheol, al ver que su hija salía de la habitación.

—A ponerme linda —respondió la pequeña.

Seungcheol abrió los ojos enormemente.

—¡Espera! ¿Cómo es eso de que irás a ponerte linda? —exclamó, molesto.

Pero Mimi ya había desaparecido tras el pasillo. Seungcheol arrugó el ceño. Mimi jamás se levantaba tan temprano para ir a la escuela. Definitivamente todo era muy extraño. Su curiosidad por saber qué estaba sucediendo, volvió a aparecer. Cogió su bata, se envolvió en ella, y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno y el almuerzo de ambos sin dejar de darlevueltasalasunto. Media hora después, entró a la ducha, se dio un baño y se vistió. Mientras ajustaba su corbata, oyó pequeños pasos que se dirigían rápidamente a su puerta.

—Papá... ¿Puedes ayudarme?

Mimi llevaba un par de lazos entre sus manos.

—Mmm... ¿Podrías hacerme unas coletas? —preguntó.

—De acuerdo —dijo Seungcheol.

Mimi se sentó sobre la cama de su padre, y este comenzó a pasar el cepillo por su cabello.

—Asegúrate de que queden muy lindas —solicitó Mimi.

Seungcheol notó que tenía las orejas coloradas, y además, llevaba puesto su vestido favorito. Comenzaba a sospechar que Mimi no le había contado todo. Eso de "quiero presentarte a mi ángel de la guarda" no explicaba el comportamiento de su hija. Tendría que observarla en la escuela. Quizás le gustaba algún compañero de clases. Bufó ¿No estaba muy pequeña para esas cosas?

—Listo —dijo.

—¿Están lindas? —preguntó Mimi, llevando las manos hacia las coletas.

—Sí —confirmó Seungcheol —, están lindas.

—¿Me quedan bien? —insistió la niña.

-Sí cariño, te ves hermosa.

La niña sonrió.

—Mimi ¿Por qué quieres verte linda hoy? —preguntó Seungcheol, mientras desayunaban.

—Ah... —dijo Mimi, observando su comida —¡Por nada! —exclamó, antes de seguir comiendo.

Más Seungcheol había notado el rojo que cubría las orejas de su hija, algo que sucedía sólo cuando tenía fiebre, estaba enojada, o se sentía avergonzada. Sí, definitivamente había algo extraño, sin embargo, resolvió no indagar más por el momento. Así que terminaron de desayunar, y la niña corrió hasta el lavabo. Lavó sus dientes el doble de tiempo de lo acostumbrado, retocó sus coletas, e incluso se puso su perfume favorito (uno que Seungcheol le había regalado a su esposa durante el último cumpleaños que pasaron juntos). Seungcheol por su parte,puso los trastos en el lavavajillas, y también fue al lavabo.

—¡Vamos papá! ¡Se hace tarde! —gritó Mimi desde el automóvil.

—¡Ya voy, ya voy! —respondió Seungcheol, desde dentro de la casa.

La niña de había subido, y hasta tenía puesto el cinturón de seguridad. Jamás había hecho eso sin la ayuda de Seungcheol ¿Qué demonios estaba pasando? Cogió su maletín y el almuerzo de ambos, subió al asiento del conductor y puso el motor en marcha. Mientras avanzaban por la calle, Seungcheol notó por el retrovisor que su hija observaba algo dentro de su bolso. Una cinta rosa sobresalía de él.

—Estás muy alegre hoy —dijo sutilmente.

—Sí —respondió Mimi, sonriendo.

—¿Para quién es eso? —preguntó Seungcheol, tratando de sonar indiferente.

—¡Para nadie! —dijo Mimi, cerrando su bolso de inmediato.

—Mimi, cariño, recuerda que no es bueno mentir.

—Lo sé, papá —dijo Mimi, mirando sus zapatos.

—¿Entonces? —insistió Seungcheol —¿Para quién es ese obsequio?

—Es para Hannie —murmuró Mimi, colorada —. Hoy es su cumpleaños —explicó, aún mirando el suelo.

—Ya veo —dijo Seungcheol, tratando de sonar natural —¿Qué le regalarás? —preguntó.

—¡Es un secreto! —exclamó Mimi, muy seria —¡No puedo decírtelo!

Seungcheol suspiró.

—De acuerdo, de acuerdo —dijo resignado.

Al menos, ya tenía una idea sobre qué trataba el asunto. Sin una madre a quién admirar, era muy probable que Mimi volcara la necesidad de una figura materna en alguien más. La noche anterior, había admitido que Hannie le recordaba "a mamá", lo que explicaba su obsesión por esa persona. Sí, tenía muchísimo sentido. Seungcheol suspiró, aliviado. Si su teoría era correcta, no tendría que lidiar con problemas amorosos, al menos hasta la adolescencia. O eso creyó. Al llegar a la escuela, se llevó una enorme sorpresa. Apenas el auto se detuvo, Mimi salió disparada hacia la entrada y se perdió entre los demás chicos. Seungcheol quiso alcanzarla, más no pudo. Caminó tras ella de prisa, siguiendo sus coletas hasta llegar a su salón. Allí descubrió que su teoría era incorrecta (al menos en parte), y por un segundo, se vio lidiando con esos asuntos que tanto le intimidaban. Porque "Hannie", no era exactamente una profesora de Mimi, y su fijación por esa persona, no se basaba sólo en un recuerdo rememorado de su madre. Esto le quedó absolutamente claro a Seungcheol apenas entró al salón, pues en vez de una profesora, Mimi abrazaba amorosamente a... un chico.

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EVERY BREATH [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora