Hacedor de Cuentos

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Antes de que las personas pudieran soñar por su propia cuenta, antes de que se escribieran poemas y canciones sobre los sueños, antes de que el término “pesadilla” existiera, antes que todo eso, existieron los Hacedores de Sueños.

Un Hacedor de Sueños es aquel que, con habilidades sorprendentes y magia que nadie puede explicar, se encarga de crear sueños para todos los demás y los entrega sin esperar nada a cambio. Solo el alma más pura y el corazón más bondadoso puede ser un Hacedor de Sueños. Pero estos ya no existen. Y es que en este mundo ya no queda nadie tan puro y bondadoso… es como un castigo. Un castigo por el crimen más horrendo jamás cometido.

Tiene que ver con el último Hacedor de Sueños. Y es que este hizo algo que nadie pudo entender. Cuenta la leyenda que este Hacedor de Sueños vivía en un viejo pueblo y que todas las mañanas sin falta se sentaba en la misma piedra a esperar a los habitantes del pueblo. Estos llegaban, uno por uno, a rogarle que les regalara un buen sueño. Este Hacedor de Sueños en particular era muy bueno leyendo a las personas y sabía justo lo que necesitaban soñar.

Pero con su gran poder también venía una gran maldición. Él nunca había experimentado un buen sueño, ni siquiera uno chiquitito. Al entregar tantos buenos sueños a todas las personas que iban a buscarlo, el pobre Hacedor de Sueños solo se quedaba con las pesadillas, con los sueños de miedo y de tristezas. Todas las noches se despertaba gritando, sumido en una tristeza que lo destrozaba por dentro y con pensamientos tan negativos que le hacían dudar de todo. Siempre estaba cansado, sus ojos mostraban temor, tenía ojeras causadas por todas aquellas noches en las que prefería no dormir con tal de no soñar nada horrible.

Pero un día el Hacedor de Sueños pensó que merecía una recompensa, y mientras le daba a una pequeña un sueño sobre un brillante futuro y viajes y felicidad, decidió que la siguiente noche él sabría lo que era un sueño agradable. Se pasó horas y horas pensando en que podría soñar y planeando hasta el más mínimo detalle, tenía que ser perfecto… su único sueño agradable tenía que ser el mejor de todos, tenía que ser tan bueno que en las noches en las que tuviera pesadillas pudiera recordarlo y sentirse a salvo. Esa noche, cuando después de ver como todos sus amigos eran torturados sin la posibilidad de morir, se despertó entre sollozos lastimeros, terminó de planear su sueño perfecto.

Estando sentado en su piedra favorita y dándole sueños a todos los demás, comenzaba a crear con emoción su sueño perfecto. Tenía que estar lleno de colores alegres, de estrellas en un cielo limpio, con la luz de la luna iluminándolo todo, no habría muertes ni dolor, solo sería él y unos amigos. Se imagina las luciérnagas volando e iluminando el bosque o la luna llena reflejada en el mar… o ya que era su sueño, ¿por qué no ambas?

Crear sueños no era nada difícil, pero crear el sueño perfecto lo estaba consumiendo, para la mitad del día se sentía cansado, destrozado y solo quería acostarse y dormir en paz. No podía esperar a que la noche cayera sobre el pueblo. Cuando por fin pudo irse a casa, cuando en el cielo ya no se veía el sol, justo en ese momento, supo lo que era sentirse emocionado. Sonriente se preparó para dormir, al mismo tiempo que todos los habitantes del pueblo, y finalmente conoció lo que era un buen sueño.

El Hacedor de Sueños estaba en una fiesta en medio de un bosque, un bosque que era frontera de una playa (“Pero que maravilloso ver las luciérnagas y el reflejo de la luna al mismo tiempo”). Conoció el amor, con aquella muchacha joven que siempre veía desde lejos, bailó con amigos y con muchas mujeres. Las estrellas eran notas musicales que llenaban la noche y los fuegos artificiales alegraban a todo el mundo. Nadie murió, nadie sufrió y todo era perfecto dentro de ese sueño.

No era así para los habitantes del pueblo. Nadie se explicaba que era lo que sucedía, todos se levantaban entre gritos y sollozos. Ninguno de ellos sabía lo que eso era, pero no era un sueño agradable. Algunos veían muertos que los perseguían; otros se veían a sí mismos cometiendo asesinatos violentos; desastres naturales, tampoco faltaban; y, lo peor de todo, el bien en el mundo desapareciendo por completo. Algunos se levantaron y salieron de sus casas, buscando explicaciones que nadie encontraba. Uno de ellos, un señor de mirada peligrosa, fue el que tuvo la idea: “Vamos a buscar al Hacedor de Sueños”. Fue así como el pueblo entero, armado con cuchillas y antorchas, fueron a buscar al Hacedor de Sueños.

Cuando llegaron a la vieja choza destruida en la que vivía el hombre al que buscaban, se quedaron muy sorprendidos. ¡El Hacedor de Sueños estaba dormido y sonriendo! Y no solo eso, también parecía divertirse y soltaba pequeñas carcajadas llenas de alegría. Trataron de despertarlo para exigirle que les diera mejores sueños, que les devolviera lo que, sin duda alguna, se había robado… un Hacedor de Sueños no tenía derecho a usar sus poderes en sí mismo… ¡era ridículo!

Ahora, esta parte de la historia es complicada, los testigos cuentan diferentes versiones y yo solo sé una que me contó un niño. Según él, nadie se dio cuenta de cómo el  viento soplaba más fuerte y a alguien, posiblemente el hombre de mirada peligrosa, perdió el equilibrio y su antorcha entró en contacto con la pequeña choza. El hogar del Hacedor de Sueños estaba construido con paja vieja y seca, el fuego avanzó demasiado rápido, nadie pudo hacer nada, o no lo intentaron, para detenerlo. Y entre risas y sueños con luciérnagas y amor y amigos y luna y estrellas, el Hacedor de Sueños murió quemado sin enterarse de que su sueño perfecto había causado que los demás tuvieran pesadillas.

Al momento de su muerte su alma ya no era tan pura y él ya no era tan bondadoso; pero, su poder seguía siendo grande y maravilloso. Era tan poderoso ese Hacedor de Sueños que su poder se convirtió en cenizas y en humo que se desperdigaron alrededor del mundo. Ese humo, esas cenizas, le dieron a las personas la habilidad de soñar por su propia cuenta, de crear sus propios sueños y sus propias pesadillas.

El pueblo mató al Hacedor de Sueños y él, a cambio, les dio una puerta a un mundo propio. El último Hacedor de Sueños dio su poder a la humanidad… porque ya nadie era tan puro y bondadoso, nadie merecía tener un poder tan absoluto como lo era el de un creador de fantasías y de terrores. 

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