—Qué es, a lo que más le temes?
—Más bien a quién.
Jimin se inscribió recientemente a un foro que trataba sobre las fobias, tal vez alguien podría ayudarlo.
—A quién?
—Le temo a la oscuridad, cuando sé que él está, le temo a las calles solitarias porque él como una sombra invisible viene detrás, también mientras me baño, mientras duermo y cuando salgo con alguien.
—Me dices que es un acosador?
—Es posible, pero no lo he visto claramente, creo que no tiene forma.
—Un fantasma?
—A veces él habla conmigo.
—Y que te ha dicho?
—Voy por ti, no te puedes ocultar.
Interesante, nunca había escuchado algo así, algo más que me ayude a investigar tu caso. Quizás deberías preguntarle algo, si crees que puedes, enfréntalo cuando antes, pregúntale qué es y por qué te persigue, en que ciudad vives?
—Vivo en Daego, de dónde eres?
—Yo también. Es tu día de suerte, aunque esta semana estaré ocupadísimo, prometo que pronto iré y solucionaremos el problema.
Jimin salió de clases, corrió a su casa, cerró sus puertas con seguro y se aseguró de prender todas las luces. Esa noche pase lo que pase esperaría por el ente que lo persigue.
Eran las tres de la mañana y el silencio era espantoso, Jimin luchaba por manterse despierto.
Las luces se apagaron y un fuerte golpe se escuchó en medio de la sala, donde un Jimin aterrado movía su mano para encontrar el teléfono, pero no fue eso lo que su mano toco, sino un cuerpo tibio que ahora se colocaba tras él.
—Estás temblando Jimin.
—Quién, quién eres? Preguntó en un hilo de voz. —Qué, qué quieres.
—De verdad quieres saberlo, hoy es tu día de suerte. Dijo en un susurro.
Las palabras se enredaron en la mente de Jimin, pero estaba atónito, inmóvil.
—Qué, quién eres? Gritó ahora con todas sus fuerzas.
—Soy, soy a quien perteneces.
—Estás loco. Déjame en paz. Vete!
— Prometo que pronto iré y solucionaremos el problema… ¿Quién soy? quién era? Era tu ángel guardián, pero he entregado mis alas por ti.
—Qué estás diciendo?
Las luces se encendieron, un precioso chico hacía su aparición; blanco cómo las plumas del ángel que decía ser, cabello negro y ojos profundos.
—Soy Suga y desde hoy soy tuyo y tú mio, deseé tanto este momento. Sonreía y su rostro decía que estaba hablando en serio.
—Jimin había cambiado su expresión de asustado a sorprendido. Le gustaba lo que sus ojos miraban, y además su miedo había desaparecido.
Se quedó quieto mientras el otro lo abrazaba.
En la sombra que proyectaban, no había aureola, ni alas; en su lugar habían un par de cachos y más abajo una larga cola. Jimin no se inmutó disfrutó el contacto y sujetó aún más fuerte a su cálido demonio