Prologo

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El silencio de la habitación es interrumpido de pronto por un fuerte estruendo. Detrás del cristal que los separaba de aquel monstruo, el Doctor Douglas le pedía a sus subordinados que controlaran a la bestia mientras el atendía unos asuntos importantes. Aquella bestia reclamaba la misma atención o incluso más que cualquier otro asunto, así que no iba a permitir ser ignorado. Continúo las embestidas contra el cristal. Por los fuertes ruidos, el Doctor Douglas le pidió a su inesperada compañía que le siguiera fuera de su área de pruebas. Douglas y cuatro hombres mas caminaron por los pasillos del laboratorio. Aquellos hombres que seguían muy cerca de Douglas, todos en fila india, tenían cara de tener pocos amigos, o mejor aún, de tener la costumbre de arrancar columnas por diversión. Pero no eran los gorilas con esteroides de cabeza rapada los cuales colocaban a Douglas bajo presión. Sino más bien al hombre que le seguía de cerca. Alto, cabello corto, con traje de color negro, tez negra, de ojos como la noche y cabello del mismo color, de apariencia joven, aunque ya estaba a punto de entrar a los 40. Podía sentir su respiración; su mirada fría clavada en su cuello; su cuerpo empujándolo por el pasillo, exigiendo que caminara más rápido; pero sobre todo sentía sus intenciones. Y por la presión que sentía en su pecho, sopesaba que no era nada bueno

Douglas llevo al grupo de hombres hacia una sala de conferencias, donde podían hablar sin interrupciones de ningún tipo. Aunque lo que más deseaba él en ese instante, era que algo pasara para no tener que hablar con aquel personaje que se le asemejaba tanto a la muerte. Luego de que todos tomaran asiento, Douglas aclaro la garganta y saco fuerzas de donde no las tenía para que los chillidos que al principio salían de su garganta se convirtieran en palabras más claras y precisas.

-¿A que debo el honor de su maldita y tediosa visita?- a pesar de tener miedo, no dejaría que aquel tipo lo notara. Se paró firme y recto. Con un tono de voz dominante.

Parecía una batalla intensa de miradas. Los cuatro contra Douglas. Todos lo miraban fijamente, ninguno parpadeaba. Como esperando que hiciera algo. Y por supuesto, nuestro querido Douglas no se dejaría amedrantar. Se inclinó hacia adelante en su silla y no aparto la mirada. Soltó una pequeña carcajada y apretó los nudillos.

-¿Y bien?- pregunto con cierto tono de superioridad.

-Tú sabes perfectamente porque estamos aquí. –respondió el jefe de los hombres.

-No, no lo sé Mario. Si lo supiera no estaría preguntándole a un grupo de retrasados. –A pesar de parecer firme, su voz no pudo evitar de quebrarse un poco al decir lo último. Pero rápidamente aclaro la garganta y recupero su actitud de chico malo.-Así que si tan solo me trajeron aquí para que adivinara sus estupideces, lamento decirles que mi tiempo es muy preciado como para gastarlo en jugar con la basura.

La tensión en el ambiente era palpable. Los tipos fornidos estaban irritados ante la actitud de aquel doctor. Algunos carraspeaban y caminaban sin cesar por la habitación. Otros simplemente se limitaban a mirarlo fijamente y escupir al suelo cada vez que los ofendía.

-Deberías cuidar tu boca. No te quiero recordar que fácilmente podrías convertirte en un cordero más para nuestra noche de juegos. –Respondió Mario. –Pero nosotros tampoco nos gusta juntarnos con el excremento, así que iré al grano: El presidente está pidiendo resultados de tus experimentos.

-Y se los he dado.- Tajo Douglas.

-Pero no de lo que esperamos. No hemos pedido una cura. Te pedimos que mejores la droga que ya existe. Queremos que esa droga deje de ser un prototipo...

-¿Para qué? –Interrumpió Douglas- ¿Para poder seguir haciendo de las suyas? Solo me piden que hagan una droga que prolongue la vida de sus juguetes, no que los cure.

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