Unico.

23 4 3
                                    

Era una noche lluviosa en las calles de Seúl, en un pequeño departamento se encontraba una familia viendo televisión. La madre, Valentine, se encontraba abrazada a su esposo. El timbre del departamento se hizo escuchar. El hijo mayor de la pareja caminó a abrir la puerta, detrás de esta se encontraba su abuela Alice, preocupado volteó a ver a Valentine, quien rápidamente se levantó de su lugar caminando a la puerta, tomó la mano de su madre y la llevó afuera.
—Madre, será mejor que te retires.— Alice se soltó del agarre de su hija y se adentró en el hogar.
—Vine a ver a mi nieta, no a ustedes.
—Por eso mismo, madre, está...bastante ocupada, no puede atenderte ahora.
—Da igual, quiero verla— Valentine intentó detenerla pero su madre camino a una de las habitaciones. Al abrir la puerta no pudo evitar una mueca de desagrado mientras su ceja se alzaba con confusión. ¿Que hacia Leyla, su adorada nieta, durmiendo a lado de otra chica, abrazándola como si su vida dependiera de eso?.
—Madre, por favor, retirémonos—Los intentos de Valentine de sacar a Alice de la habitación antes de que provocara un escándalo fueron en vano.
—¡¿Que rayos esta pasando aquí?!¡¿Quien es esta tipa?! ¡¿Que hace en la cama en la que llegue a dormir a Leyla?!— gritó importándole poco despertar a las dos chicas, su nieta, poco a poco fue abriendo los ojos, asustada por el escándalo volteó a ver a su pareja, asegurándose de que seguía dormida, se levantó y miró a su abuela entendiendo la situación.
—No pude detenerla, lo siento— su madre le lanzó una mirada de lastima.
—De alguna manera se enteraría. Abuela, guardemos la calma y salgamos a arreglarlo— Se encaminó, tomando de la espalda a ambas mujeres, empujándolas levemente para sacarlas de la habitación, por última vez se aseguró que su pareja permaneciera en paz durmiendo. Cruzarón la sala llegando a la cocina, su padre y hermano las dejarón y salieron del pequeño departamento. Leyla se giró a encarar a su abuela.
—¿Me puedes decir porque carajo estabas abrazada a esa bastarda? ¿Todos los años que te eduque fuerón en vano?, dime que no es lo que estoy pensando. ¡Yo no te eduque así!— En la última frase alzó la voz, casi logrando que Leyla se hiciera pequeña en su lugar, casi.
—No voy a negarlo para tenerte feliz, agradecería que no llamaras así a mi novia, si tengo una orientación diferente es mi problema, no te metas en eso. Soy lo suficiente mayor para saber que hacer con mi vida.— la chica dio un paso al frente, mirando directamente a los ojos de su abuela, dejando ver que no dejaría que nadie interfiriera. Valentine, asustada tomó la mano de su madre, quien había empezado a caminar con intenciones de golpear a Leyla, desaforadamente Alice le dió una bofetada a su hija, gritándole que no se metiera, dejando a Valentine con lágrimas en los ojos y la mejilla roja. La más pequeña le pidió a su madre que las dejara solas, lo cual hizo sin replicar.
—Quiero que te alejes de esa estupida, no quiero volverla a ver, no eres una adulta. Tienes solo 20 años. Yo no te cuide toda tu vida para que resultes una zafada, Vamos a la iglesia, el padre te sanará, no quiero que te vayas al infierno, eres mi nieta. Curaremos esa enfermedad del demonio.—Alice acarició las mejillas de la chica que la veía con burla.
—No voy a hablar de eso, no es una enfermedad. Tengo que ir con mi novia, cierra la puerta cuando te retires, con permiso.— La joven se dió la vuelta aguantando todos los comentarios que quería hacerle a su abuela, debía guardarlo para mantener a su familia unida, y lo hubiera hecho de no ser porque por la pared se vió unos desaliñados cabellos rojizos intentando no ser descubiertos, desaparecieron ocultándose en la pared. Leyla rodó los ojos con una sonrisa, olvidando que su abuela estaba a sus espaldas totalmente indignada.
—¡Oye tú!, pequeña desgraciada, da la cara, arruinaste la vida de mi nieta.— Leyla bastante enojada, importándole poco su familia, se giró dispuesta a soltar todo lo que tenía que decir, pero unos brazos en su cintura la detuvieron. Se giró y tomó el rostro de la pelirroja, acunándolo.
—No vale la pena Leyl, será mejor que me retire, nos vemos mañana ¿Si?, te quiero— la pelirroja movió su rostro, intentando esconder su miedo y tristeza al no ser aceptada por la familia de su abuela pareja. Se soltó del agarre de Leyla para caminar a la puerta, haciendo una mueca al ver las gotas caer.
—Niña, ven acá desgraciada, ¿Piensas que puedes largarte como si nada pasara después de todo lo que hiciste? Dios sabrá toda la brujería que habrás hecho para arruinar a mi Leyla. ¡Vuelve acá maldita zorra!— Alice caminó empujando a Leyla para llegar a la chica y tomarla del cabello, jalándola fuertemente. Apuntó con el dedo a su nieta, quien estaba por ayudar a su pareja. —Quédate ahí, hija.— La chica de cabellos escarlata, con los ojos empapados intentaba soltarse del agarre de Alice, mientras esta, caminaba dirección a su nieta para darle una bofetada. Afortunadamente la que estaba siendo jalada por Alice le tomó del brazo, haciendo presión logrando zafarse, poniéndose frente a su novia, evitando que esta fuera golpeada. Empujó levemente a la señora, cuidando no lastimarla.
—Con el respeto que no se merece, voy a dar la cara, como usted dice y aclararé todas las estupideces qué dijo.
Leyla me abrazaba, porque como se pudo dar cuenta, somos pareja, métaselo en la cabeza, la homosexualidad ¡NO ES UNA ENFERMEDAD! ¿Es una orientación distinta? Si, no veo el problema, no es una enfermedad como usted dice. Es amor por donde lo quiera ver. Somos personas amando a otras, no importa lo que la gente diga. Evite mencionar a Dios en esto, si usted, tan religiosa que es debería estar informada de la palabra de ese que tanto aclama, según todos sus seguidores el nos ama a Todos. Sin restricciones, usted no va a venir a controlar lo que Leyla y yo hagamos, estamos en nuestro derecho, y me parece completamente imposible ver que en estos tiempos hay gente ignorante como usted que se opone al amor incondicional. Su nieta es lo suficientemente mayor para saber que hacer con su vida. Si lo que le preocupa es el "que dirán" déjeme decirle que se puede ir a la mierda. Llevamos conociéndonos desde que su nieta tiene 14, hace exactamente 6 años, y usted no va a quitarnos la felicidad que construimos juntas solo por los comentarios ajenos. Me llama zorra, bastarda, demás insultos, déjeme decirle que es una falta de respeto venir a casa ajena y joder a los demás. Consiga una vida, que no le quedan tantos años, busque algo que hacer, ¡deje de molestar!. Le pido con la amabilidad que no merece, que se retire y deje a su familia en paz, además de ignorante es una malagradecida. Esta familia la cuido por tanto tiempo para que usted venga a insultar, golpear y hacer el desastre que se le vino en gana. — la chica al terminar de decir eso, tomó la mano de su novia y bajó su mirada cristalina al suelo. Alice había quedado totalmente fuera de lugar, no sabiendo que decir, caminó a la salida con el ceño fruncido, volteó cuando Leyla habló.
—Abuela, para que lo sepas, la chica que menospreciaste y la que te cerró la boca se llama Emily, espero que recapacites y pienses lo que hiciste, si no reconoces tu idiotez recomiendo que no regreses.— La puerta se cerró y ambas chicas quedaron solas. En ese momento la rabia contenida explotó y la pelirroja soltó en llanto, su pareja rápidamente la abrazó acariciando su espalda, con una mano alzó su rostro para verla a los ojos, esos pequeños ojos grises parecidos a los ojos gatunos. Leyla sonrió, ver a su novia con el rostro rojo por la rabia y ojos cristalinos le pareció adorable, besó su frente antes de hablar. — Vaya, Em, eso es tener huevos, se que eres mujer pero fue genial, pasiva que se defiende, no si, mis respetos.— Emily sonrió haciendo sus ojos más pequeños y logrando que sus mejillas se abultaran más de lo normal dándole a su novia la escena más hermosa que pudo presenciar. Bajó su rostro soltando una risita nerviosa y golpeando levemente con su puño el hombro de Leyla.
–Oh, Cállate idiota— Ocultó su rostro en el cuello de su novia para evitar que viera su sonrojo, con dificultad para hablar a causa de que su boca estaba aplastada en el hombro de la pelinegra hablo en un susurro —Te quiero...—
Leyla sonrió y recargó su barbilla en la cabeza de la más pequeña.
—Y yo te amo.— susurró dejando un beso en la cabellera roja.












— susurró dejando un beso en la cabellera roja

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sin importar el que dirán.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora