CAPÍTULO I

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Elens era una chica de once años muy linda y tímida, con una sonrisa pura siempre en su cálido rostro, y actitud muy positiva. Una bella niña que no lograba encajar en ningún grupo social a pesar de su encantadora forma de ser. Desde muy temprana edad las otras muchachas y el resto de los jóvenes la rechazaban. Aunque era una alumna excelente en todas sus actividades escolares nadie quería jugar con ella, ni siquiera mirarla, solo se podían escuchar los murmullos y carcajadas que destrozaban su noble corazón infantil. Era ya la mañana del veintiséis de septiembre, Elens cumplía ya sus doce años de edad. Había sido un día pésimo como otro cualquiera, pero no pensaba que su día se tornaría mucho peor.

Ya se estaba haciendo la hora de salir de clases y nadie la había felicitado, ni sus padres en la mañana antes de salir de la casa, ni los profesores que tanto la elogiaban por ser tan buena alumna, ni sus compañeros de clases que a pesar del miedo que le tenían la miraban con cierto odio y malicia. Simplemente no existía para el resto de las personas, pero, eso nunca la llego a desanimar, ella sabía que era diferente al resto de sus compañeros no sabía el por qué, pero sabía que era alguien especial, era una niña muy fuerte optimista, muy inteligente, con gustos muy diferente al del resto de sus compañeros, y que se mantenía en soledad constante no obstante de lo cariñosa que intentaba ser. Sabía que el futuro le depararía grandes logros, aunque no llego a imaginar que tan grandes.

Eran las 12 del mediodía cuando sonó el timbre de salida, por fin iría a su casa a descansar de las miradas del resto de las personas, podría acostarse tranquilamente en su cuarto a leer, dibujar o escuchar música, solo con esas tres actividades se sentía a gusto, se sentía cómoda, mientras que el refrescante frío del aire acondicionado la adormecía. A veces lloraba hasta quedarse dormida, cada día para ella era una total oscuridad que la iba absorbiendo y moldeando a su antojo, sus pensamientos cada vez eran menos inocentes, sentía cierto recelo hacia la sociedad, esos seres que no le daba una oportunidad de conocerla, de saber cuáles eran sus sueños o sus miedos, que la juzgaban y tildaban sin una razón.

Ya había cruzado el largo pasillo hacia la salida delantera de la institución, al abrir la puerta los rayos del sol dieron directamente en su rostro y el resto de su suave y blanca piel. Su cuerpo y su cerebro por reacción inerte lograron que sus piernas cedieran de nuevo hacia el corredor, empero, en ese momento pudo sentir un miedo que la invadió por completo, su rostro ardía fuertemente, soltó su libreta y llevo sus manos a su cara mientras sus lágrimas se evaporaban al salir de sus ojos, sus piernas comenzaron a temblar, podía sentir como su pecho se contraía, un frío recorría el interior de su cuerpo, su piel se erizaba, su mirada se nublaba, se sentía mareada, estuvo a punto de caer debido a sus temblorosas piernas, pero, fue lo bastante fuerte como para mantenerse en pies, logrando así apoyarse de una pared.

Su respiración se entrecortaba como si a sus pulmones estuviesen completamente vacíos, hacia bocanadas de aire intentando recuperar lo perdido, su infantil corazón latía muy rápido, tan rápido que sentía que se le iba a salir de su delicado torso. Los niños que iban pasando la miraron aterrados y salieron corriendo como desbocados mientras gritaban como si los torturaran, cada vez se unían más personas a la veloz carrera sin saber que estaba pasando, nadie se detuvo a ver si Elens estaba bien, no quedo un alma en toda la institución. Niños, profesores, personal administrativo, personal de limpieza, todos se habían ido dejando a Elens sola, sola en ese pasillo con luz tenue que encendía y apagaba periódicamente.

Desorbitada y sin saber que pasaba intento con todas las fuerzas que su joven cuerpo le permitía, caminar hacia la puerta del instituto, pero, al abrirla volvió a sentir los mismos síntomas, aunque esta vez los rayos de sol solo dieron en sus manos pequeñas y no en su frágil rostro. Volvió al corredor con un dolor que quemaba sus blancas manos, que ya tenía un color carmesí, y olían a piel quemada, era como si un fuego abrazador la arropara, recordó una vez que fue con su familia a la playa, un día de verano, hacia un sol tan fuerte que al cabo de dos horas su piel estaba tan roja que sus padres la tuvieron que llevar al médico, al parecer sufría de una enfermedad que hace a la piel más sensible que la de cierta personas, aunque esta vez era distinto, el sol solo la ilumino por un segundo era imposible tal daño.

Seguía Sin comprender que sucedía, lágrimas de dolor nacían al emanar de sus grandes ojos de color esmeraldas y rodaban por sus lindas mejillas muriendo así en sus jóvenes labios resecos. Sabía que no podría salir de la institución así que ni pensó en abrir nuevamente la puerta, no podría seguir soportando el dolor que la carcomía, lo más inteligente que pudo hacer fue dar algunos pasos hacia el final del corredor, buscando prácticamente ciega a alguien que pudiera ayudarla, primera vez en su vida que experimentaba lo que le estaba pasando, intentaba descifrar lo que pasaba pero su cerebro solo se centraba en el dolor que la estaba destruyendo, no sabía cómo reaccionar a la situación que estaba viviendo, a veces solo pensaba en tumbarse en el suelo a esperar la ayuda.

El dolor en toda su piel la consumía vorazmente, como si se repitiera el momento en que abrió la puerta una y otra vez sin cesar, llegando al final del pasillo pudo sentir que se debilitaba cada vez más rápido, sus piernas ya no tenían tanta fuerza como cuando empezó a andar hacia el pasillo, su vista aún no se recuperaba, no podía ver claramente las cosas, pero se conocía la secundaria como cualquier otro estudiante. Intento gritar, pero, sus palabras morían antes de salir de sus marchitos labios, llegó a uno de los salones y su vista aun sin mejorar pudo percibir a una persona o lo que parecía ser una persona, ya que solo veía una sombra negra parada frente a ella, estaba retirada al menos unos diez metros de la puerta del aula.

En ese momento su difuminada vista volvió a la normalidad, seguro se debía a que las ventanas del aula estaban cerradas, lo cual le refrescaba un poco la vista, pudo notar que se trataba de una persona muy bien vestida, con mucha elegancia, alta como de un metro ochenta, de contextura delgada, su cabello era largo hasta su espalda, liso, brilloso y rubio, su cara era delgada y alargada, tenía la actitud de un caballero, la observaba fijamente con una expresión de dolor. Sus ojos eran grandes y verdes, un verde apagado, a diferencia de los de Elens que eran tan brillantes como estrellas, el sujeto hizo una pequeña mueca, sus labios se movieron lentamente y asomaron unos colmillos blancos como el mármol, largos como un dientes de sable, y muy filosos.

La imponente figura nocturna hizo una pequeña reverencia y dijo: Mi querida Elens no se siga torturando de esta manera, un corazón tan puro no lo merece. Para tu desgracia o mejor dicho tu suerte, no eres un ser de luz, hoy las sombras se alzarán, los creadores lloraran ríos de sangre al ver su creación desmoronarse, nuestra raza volverá a forjar un nuevo orden mundial, un orden donde la miserable y mediocre humanidad junto a su falsa moral será extinguida de una vez por todas. Los pocos que sobrevivan serán condenado a una esclavitud que los liberará, le daremos a la raza humana el trabajo para lo que fueron creados, para servirnos a nosotros, seres superiores tan fuertes y justos como los creadores, tu era a comenzado, sobrina mía.

Elens lo miró desconcertada y asustada al mismo tiempo, sentía una presión en su cabeza como si la criatura que tenía al frente estuviese dentro de su mente, no podía dejar de ver aquellos colmillos, y sus palabras retumbaban en sus oídos, aun escuchaba el eco de aquella suave y dulce voz seductora, empero, cuando quiso emitir sonido alguno sintió que su garganta se trancaba, su vista se puso negra por completo, perdiendo así el conocimiento, el caballero en un movimiento rápido, más rápido que el de cualquier ser humano o animal alguno, la tomo en sus delgados brazos antes de que su cabeza diera fuertemente contra el suelo, justo en el momento que la tomo un rayo ilumino la habitación, avisando que se acercaba una tormenta, el cielo lloraba la pérdida de un ángel.

La Sangre Del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora