CASUALIDADES

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CASUALIDADES

Autora: Clumsykitty.

Fandom: Marvel MCU Omegaverse.

Parejas: Thunderlord (ThorxQuill)

Derechos: Ja.

Advertencias: Bueno, ésta historia es un Omegaverse mpreg así que ya saben lo que veremos, la pareja es por el cumpleaños de mi querida tathiaraya que siempre me ha apoyado en todo momento y que gusta de la pareja, así que dejo mis letras para ella. ¡Feliz cumpleaños!

Gracias por leerme.




CASUALIDADES


Oslo, Noruega.


Donald miró de reojo la orilla del mar que estaba bordeando en su deportivo, observando cómo se preparaba la ciudad para el atardecer, las luces de la calle comenzando a encenderse y los grupos de personas formándose alrededor de los botes para los pequeños paseos nocturnos, otros caminando hacia los bares donde tomar un poco de buen vino que calentara sus cuerpos. Suspiró al ver las parejas detenerse en las vallas para admirar el juego visual del sol tocando la orilla del mar en esos tonos cobrizos propios de la época. Negó apenas, volviendo su atención a la avenida que salía hacia la parte menos concurrida, la zona residencial de casas de dos aguas pronunciadas por la nieve y los techos con tejas. Su casa no era menos diferente, cercana al mar en lo alto de una colina ya junto al bosque de gruesos troncos y altísimas como frondosos pinos.

Las luces se encendieron cuando entró, caminando hacia un largo sofá que miraba al ventanal junto al balcón que miraba al mar. El sol ya había descendido y la noche sin perder tiempo comenzaba a salpicar de estrellas el firmamento. Donald se quedó ahí, sentado observando los débiles titileos con una expresión perdida, sin haberse quitado el abrigo o recogido sus cabellos rubios en una coleta como le gustaba hacerlo al ponerse a cocinar la cena. No tenía hambre. Y estaba perfectamente consciente de que debía comer algo, no podía estar saltándose comidas por siempre o eso iba a repercutir en su salud por muy Alfa que fuese. Su rostro se giró hacia una mesita cercana a la chimenea, pegada a la columna de piedra de donde colgaban algunos retratos.

Habían pasado ya tres años desde que Lhoki, su Omega, muriera y el dolor no parecía menguar. Aquella casa se sentía demasiado grande sin su presencia. El rubio suspiró de nuevo al ver ese cuadro vacío donde estuviera la foto de ese tramposo, divertido, muy sarcástico, siempre elegante Lhoki por el que hubiera dado todo. Extrañaba tocar sus cabellos oscuros, verse reflejado en sus ojos verdes llenos de esa chispa de maldad traviesa, pasar sus manos por su piel blanca que alguna vez le dijo que parecía el hijo perdido de Blancanieves. Besar esos finos labios. Pero ya no estaba y Donald no dejaba de pensar en él, esa noche en Bruselas donde le hizo su Marca, la semana antes de su accidente cuando le habló de darle un anillo. Lhoki solamente rió burlón, no creía en esas cosas, pero su mirada dijo cuanto le había gustado la idea.

El teléfono de la casa sonó, casi haciéndole respingar. Con un gruñido de molestia al ser arrancando de sus amargos y al mismo tiempo dulces pensamientos, el rubio se levantó pesadamente, al fin quitándose el abrigo que arrojó al sofá de la sala, caminando a la barra de la cocina donde se encontraba el teléfono insistente igual a la voz que le respondió una vez que puso el auricular en su oído y respondió de mala gana.

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