Los ajolotes o axolotl son anfibios de la familia ambystomastidae, especie endémica de los valles mexicanos. Por sus características morfológicas tan especiales, y su historia filogénica mi laboratorio tiene un interés específico en ellos. Su estudio significa aportes para diversos campos de la biología, como lo son la citologia regenerativa, la zoología evolutiva, la etología entre otras.
No hay duda de que amo mi trabajo tanto como a los ajolotes, pero a veces al mirar esos ojos húmedos me parece que mis investigaciones no son suficientes, temo que no aseguran el futuro de su especie.
Miedo.
Eso fue lo que sentí, oscuro, afilado, como los dientes de la bestia, un frío que te corroe los huesos, como un anuncio de muerte.
Fue al final de mi turno de guardia. Es curioso. De chavo no me interesaba mucho la escuela, me era muy difícil prestar atención. Si me gustaba historia, las batallas de independencia, las guerras mundiales... Como los hombres toman las riendas de su destino, pelean y mueren por sus ideales en una batalla épica del bien contra el mal; como los superhéroes en un comic, aunque en la historia no siempre ganan los buenos. La vida toma caminos extraños, y a mi me llevó a ser guardia de museo, contemplo (y cuido) la historia todo el día.
Ese día en específico pareció que las leyendas cobraban vida, el alebrije era tan real como yo, Juan Hernández. Al verme tan cerca del sobrenatural peligro perdí el control de mis sentidos, me temblaban las piernas, mis oídos zumbaban, los latidos del corazón me alertaban como un cronómetro de lo rápido que acabaría todo; pelear o correr, por la clara desventaja en la que me encontraba lo más sensato era correr. Anduve hasta que se me acabó el aliento, y un poco más pero aún así la bestia me ganaba, se me acababan las opciones, en este punto nos acercábamos a la orilla de un estero así que decidí saltar. Pensé que me iba a ahogar, creo haber estado una hora adentro, en esto no puedo confiar a mi memoria. Solo emergí cuando sentí que el alebrije se había marchado.
Pero no salí siendo el mismo de ese río. Yo también había tomado una forma quimérica; ya no era si no una especie de anfibio antropomórfico de una piel viscosa y ojos perdidos.
Mi siguiente recuerdo es la casa de la señora María. Ella tenía un puesto de tamales del cual era cliente frecuente, no quedaba tan cerca de mi trabajo pero los tamales estaban buenísimos.
Pueden imaginar mi sorpresa cuando desperté en la alfombra de su sala, con la viejecita mirándome igual de atónita. Tan pronto abrí los ojos comenzó su relato, parecía aliviada, creo que ella también pensó que me había muerto, me dijo que se encontró conmigo a la orilla de un río cuando levantaba el puesto y se iba a la casa, que le recordé a su nieto y que le dió lastima dejarme ahí, en el frío, entonces me trajo a su casa con la esperanza de que despertara y poder encontrar alguna ayuda.
Le dí las gracias, aunque me quedaban muchas dudas, ¿Como una viejecita tan chiquita como ella me arrastró hasta aquí? Y más importante ¿Habrá visto lo que yo ví esa noche en mi reflejo? ¿O fue todo un sueño? Mi duda fue muy obvia al parecer, porque la vieja la advirtió inmediatamente. Le pregunté entonces si no había visto nada raro, lo cual ella negó, pero sí dijo que le parecía extraño verme en ese lugar a esas horas de la noche, después de todo ya estaba familiarizada con mi horario.
No creí que me fuera a dar una explicación, quizás fueron mis ganas por confirmar que no estaba loco, pero le conté todo lo que pasó esa noche, incluida mi metamorfosis en el agua. Su rostro se transformó, en su actitud se leía un miedo que solo le muestran los cristianos a dios, sin embargo la señora María me dijo que esto ya lo había escuchado, cuando era niña, es la historia del dios Xólotl.
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El Hombre Axolotl
RandomLuego de una noche muy rara la vida de Juan cambia para siempre, junto con su cuerpo. Ahora tiene la capacidad de metamorfosear en el mítico anfibio mexicano . Se embarcará en una serie de aventuras junto con la señora María y su amiga de la infanci...