Una historia del pasado

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Era una tarde calurosa a finales de primavera. Una joven corre sin motivo aparente hacia un largo pasillo con las paredes de color rosa chicle. Avanza con prisas, su larga y lisa cabellera rubia zarandeándose tras ella. Gira una esquina y se encuentra frente a la calle que da paso a un callejón bordeado de las fachadas de los edificios que una vez ocuparon ese lugar. Reduce el ritmo impuesto para poder observar con más detenimiento lo que le rodea.

Las puertas de entrada a lo que antes eran casas la rodean. En la parte superior de las puertas se indican el número que fueron antes. Pero ahora están deshabitadas. Todo el mundo las abandonó cuando empezaron a correr rumores acerca de una maldición. Una maldición que gira entorno a la casa que se encuentra al final de la calle.

La primera vez que oyó hablar acerca de esa casa fue cuando se anunció en el periódico la desaparición de una investigadora. Una investigadora que trataba de descubrir qué fue de los habitantes de esa casa, y el secreto que esta ocultaba. Y como a Lia nada le impedía acudir a ayudar a esa joven llamada Emma, ya que estaba segura de que en el orfanato no notarían su ausencia, había decidido ir a resolver el misterio que rodea la casa.

Cuando llega al final del pasillo, observa la puerta de entrada quemada. El color negro predomina en el techo. Las paredes han sido cubiertas por un color rojo escarlata, una mano de pintura que nadie admitió que había dado y que tampoco había sido vista mientras se daba. Simplemente, una mañana estaba ahí.

Ya no se distinguía el contorno de la puerta y eso complicaba de cierto modo las cosas para Lia. Sus ojos, de un verde tan semejante a la hierba que en esa época del año cubría los campos, se movían inquietos de un lado a otro, buscando con la mirada alguna posible entrada.

El cielo se cubrió de nubes negras tan rápido que no le dio tiempo a asimilarlo antes de encontrar algo. En la esquina de la izquierda no había pared, sino una tela del mismo rojo que cubría un espacio con el ancho suficiente para que su esbelto cuerpo se introdujese por él.

Las nubes se cernían amenazadoras sobre su cabeza y supo que no le quedaba tiempo. Se puso de lado y atravesó el hueco.

El otro lado estaba sumido en la oscuridad, por lo que sus ojos no vieron nada hasta que se acostumbraron a la escasez de luz. Y fue entonces cuando advirtió que una sombra se acercaba a ella desde la izquierda. Se encontraba en una especie de salón, con una mesa y un pequeño mueble en un espacio cuadrado levemente iluminado por la luz que se colaba por una ventana. El lado derecho estaba sumido por completo en la oscuridad.

La sombra que se acercaba resultó ser una mujer. Al estar de espaldas a la ventana no pudo ver su rostro, pero sí pudo apreciar el gesto amable que emanaba de su forma de moverse y de hablar cuando le dijo:

-          ¿Qué haces aún despierta y levantada con lo tarde que es?- y con estas palabras logró desconcertar a la joven- Vamos, sígueme. Te llevaré a tu habitación. Me temo que no tienes más remedio que compartir la habitación con tu hermana.- agregó.

-          Por supuesto- respondió Lia, con un hilo de voz.

La siguió sin protestar, sorprendida porque parecía evidente que no se conocían de nada y, sin embargo, aquella mujer la trataba como si fuera su hija. Una hija muy despistada que se olvida de dónde está su habitación. Pero una hija al fin y al cabo. Y le sorprendió más si cabe enterarse de que iba a compartir el dormitorio con su “hermana”.

La señora la guió hasta una puerta que apenas se distinguía en la oscuridad del pasillo. Al abrir la puerta se encontró ante una habitación con dos camas, una pequeña estantería y una mesita con un tocadiscos y una lámpara de aceite. A la escasa luz que se colaba por la ventana cubierta por una cortina de lo que parecía ser seda, se le sumaba la titilante luz que ofrecía tímida la pequeña llama de la lámpara de aceite encendida. Se encontraba de rodillas una joven de aproximadamente su misma edad, vestida con un camisón de lana y brevemente iluminada por la luz de la llama, frente a la estantería.

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