La efervescencia

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Me dicen el Tuca. Para mí no existen los lunes, los miércoles. No hay responsabilidades, no hay dramas. Dicen que vivo como en una nube de la que nadie me puede bajar. Y es verdad. Me recriminan que no siento empatía por los demás, que no me importa lo que les pasa a ellos. Y es verdad también. No les voy a mentir. No me va la victimización.

Me gusta salir. El vodka es el elixir y yo soy la felicidad en carne y hueso. El fernet es mi amante y la cerveza es mi mejor amiga, de la que me estoy tomando un respiro. Solo por ahora. Si, me las banco a todas. Un poco de efervescente y seguimos. No paramos ni para dormir.

Tengo muchos grupos, pero no pertenezco a ninguno. Me quieren así. Que querés que te diga.

Dejé tres carreras y si, chicas... estoy soltero. Nací así y me voy a morir así. 

***

Se me parte la cabeza. Fucking resaca. Te juro que no me acuerdo de nada. Solo que estaba con mis amigos y la vi a ella. Estaba mas fuerte que nunca. Mi amor. 

Y de ahí, todos son imágenes que se distorsionan en mi mente. Que flash. 

—¿Cómo se siente? —preguntó la enfermera.

—Bien, mejor que usted... seguro.

—De esta, zafaste. Que no haya una próxima.

—¿Una próxima de que?

—Usted tuvo una severa intoxicación producida por el alcohol en sangre. Lo trajo la ambulancia desde el boliche y la policía va a hacerle un par de preguntas en unos minutos. Le pido por favor que no se altere ni cause más problemas. Y que se abstenga de consumir bebidas alcohólicas por un tiempo o su estómago no va a poder resistir más.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Le hicimos un lavaje.

—Lavate esta, conchuda. Yo me voy a la mierda.

Me levanté y sentí como me desvanecía en cuestión de segundos. Creía que ya estaba. Me fui. Y no morí como quería morir. 

***

Estuve internado por un par de días. Entubado, análisis tras análisis. Y ni un puto día me vinieron a visitar. Más solo que un perro. 

—Ni mis papás vinieron, ¿podés creer?

—No —aseguró la enfermera, con un tono desganado— Levántese así puedo hacer la cama.

—Pude haber muerto.

—Pero no murió. Sigue viviendo.

—¿Y ya está? ¿Eso es todo?

—Que quiere que le diga... pobre de usted, pobrecito. No me dan bola en casa, mis papás trabajan para poner un techo sobre mi cabecita y yo la ligo desde arriba. Pobrecito. 

—¿Por qué me habla así? No me conoce.

—Si, tiene razón. No lo conozco. Pero conozco a todos los jóvenes como usted. Vienen borrachos, armando un alboroto, haciendo nuestro trabajo de todos los días mucho más difícil de lo que es. ¿Cree que es lindo ver como alguien viene gritando por un pasillo, en estado de pura inconsciencia y ebriedad, llorando y alterando a todos? 

—Perdone.

—Perdone las pelotas. Todos son iguales, cortados por la misma tijera. No les importa nada. Viven con el celular las veinticuatro horas del día, les chupa todo, se cagan de risa de los mayores y se creen más vivos que el hambre. Déjeme decirle que no tienen ni idea de la voracidad de este mundo. Trabajar y trabajar para que los otros se caguen en su trabajo. 

UnknownWhere stories live. Discover now