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La lancha se movía un poco; bastante, en realidad. Mis ojos se nublaban y mi mente se desconectaba por momentos, era la primera vez que iba mar adentro y mi corazón parecía conocer los riesgos. Pasados unos treinta minutos, mi cuerpo comenzaba a acostumbrarse, comencé a dejar ir mis pensamientos; el amor, es difícil pensar en el amor sin pronunciar las palabras placer y odio; es una paradoja. Allí, donde el cielo se vuelve mar, se ahogaban mis profundos sentimientos; pretender que lo que no pudo dejar más que una herida ayer, cambie, que pase a llamarse futuro y esté lleno de verídicas promesas.

Dejo caer el ancla de mi corazón, flotan en el mar mis recuerdos, mi alma está a la deriva en busca de alguien especial, el amor no tiene uso de razón. El viento sopla el color de tu mirada.

Acércate más, cariño; tus labios saben a miel. Tus dulces palabras atraen recuerdos, volver a aquellas noches eternas de películas, esas tardes en la costa frente al mar, aquellas mañanas de abrazos profundos y volverte a amar.

"Fue tan rápido todo", dijo la luna, y nos miró; aun en las noches más tristes, entre tus brazos lloraba yo. Escucha ahora, amor, este abismo de palabras, el sonido del silencio; acaricias con tu mirada mi cabello que como nuestro amor, se eleva con el viento.

En aquel café de la tristeza me quedé aquella tarde de invierno, sola, bebiendo una lágrima sabor melancolía, con una pequeña esperanza de que llegaras, de que no se repita la historia, que aquel altar desolado no se convierta en un karma sin salida.

Hoy puedo afirmarte, no te quiero; te amo, pero no te quiero. No quiero tenerte, no de nuevo. Mis ojos aprecian la dulzura, mi alma está llena de poesía. Mi piel se cansó de suplicarte, no me abandones. Aquella tarde de ensueño, mi dignidad se fue en un instante, y mi creencia en el amor, atrapada entre las sedas de aquel vestido blanco.

Mis suspiros componían una sinfonía de pequeñas decepciones, día tras día. La música intentaba comprender el motivo de tu huida. En este barco me encuentro, perdida, tú me provocas una hipnosis crónica; saco mi mágico instrumento y comienzo a liberarme, una pacífica armonía rodeaba el entorno. Sonó mi violín y respondió su mirada, dulce y empedernidamente enamorada.

Yo creía en los cuentos de hadas; me invitó a su casa un viernes por la noche, mi cuerpo tembloroso y mis entrecortadas palabras le hacían notar mis nervios. Me senté en los pies de su cama frente al televisor, comenzamos a elegir películas, no lograba decidirme.

-¿Y si mejor no vemos nada?- me dijo con besos.

A la mañana siguiente, nos despertamos con el sol en la cara, era bastante molesto, pero lo más extraño fue que, una vez levantados, solo abundaban palabras secas, sin sentimiento, respuestas con monosílabos; lo desconocía, mis ganas de irme comenzaron a incrementar conforme iban pasando los minutos.

Comenzó a llamarme solo por interés, yo aceptaba todas y cada una de sus propuestas indecentes, tenía la errónea creencia de que esa era su forma de demostrar amor. ¿Acaso es, el amor, una ciencia exacta?

Cariño, tu mirada delata tus más grandes temores. No te preocupes bonito mío, este es un alma, un alma en rebelión. Saciaras tu hambre de aventuras, llenarás mi alma de nocturnas poesías. Un amor fogoso, un amor vibrante. Se mantendrá viva la llama; aunque después de esta noche, nuevamente decidas marcharte.

La casa se llenó de tu ausencia y sin nada mas que hacer, aquí me encuentro en el suelo, arrodillada, tratando de juntar los pedazos rotos de mi corazón que lloran al ver que no estás.

EfímeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora