Fuga

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No tengo un aspecto de adonis ni mucho dinero que presumir, soy una persona apática, tan solo soy un adolecente que es guiado por sus instintos más primitivos… eso quiero creer, quiero creer que no tuve la culpa de todo lo que me paso en la vida.

Quiero que alguien tome la culpa que siento cada vez que veo a mi madre presumiendo su soltería, cuando ni siquiera sale de casa porque todos sus amigos se convirtieron en amigos de mi padre. Quiero que me digan que no tuve la culpa de perder la amistad de mis amigos de primaria, aquellos con los que pase años de aventuras, aunque puede que no la tenga después de todo, ellos no me llamaron tampoco…

Quisiera que muchas cosas no fueran como fueron, pero puedo decir con seguridad que si apareciese una hada madrina de los cuentos de hadas para decirme “tienes una cara espantosa… te concederé una nueva vida, una llena de lujos, familia y amigos. ¿Quieres?” estoy seguro que le diría que no y eso es porque la tengo a ella.

Está apoyada en mi hombro, nuestros brazos se cruzan y nuestros dedos entrelazan, sentados uno al lado del otro mirando la puesta de sol más hermosa que jamás haya visto antes. La arena esta todavía caliente al igual que su respiración… oírla exhalar por la boca, por esos labios que he besado tantas veces esta última semana, hace que mi corazón lata con fuerza, que me cosquille desde la espalda hasta la cabeza para luego desaparecer, y como por arte de magia, apareciendo de nuevo en mi pecho y bajando para revolver mi estómago haciéndome sentir mullido.

No pienso que sea de buena educación decir algo cuando todavía tenemos esta hermosa vista, así que me callo. Pero si fuera el caso de que hubiera algo más hermoso pero al mismo tiempo más cotidiano en ese caso podría conversar con ella, he interrumpir este momento… no puedo con mi carácter.

Después de todo, uno no puede irse a dormir sin haber pedido disculpas por los errores cometidos durante el día.

Voltee para verla, quiero ver ese rostro que estoy seguro es mucho más hermoso que esta puesta de sol. Su pelo bien peinado al comienzo ahora se nota algo alborotado, pero no le hace ver mal, de hecho, le sienta. Sus ojos reflejan el brillo del sol, sus labios rojos y un poco morados e hinchados parecen punzar con cada latido nuestro, mientras que el moretón del ojo la hace lucir indefensa e incluso hasta inocente. Sin lugar a dudas es más hermosa que aquella puesta de sol, después de todo, la amo, la amo muchísimo.

- ¿Me perdonarías?, Alessandra - No me miro

- ¿Crees que podremos ir? - No me responde

- ¿adonde? - No esta aqui

- Al cielo. - No quiere estar aqui

- Sí. - No quiero negarle nada

- Entonces si - No quiero que me odie

- Gracias. -...  Volteo a verme

Al decir esas palabras el peso de 2 días conduciendo cayó encima de mí como un agua de extrañas cualidades, tal como el agua caliente te hacía sentir cálido y suave por dentro mientras que como agua helada te hacía sentir el cuerpo adormecido y pesado…

Ella tomo mi cara con sus manos y me beso para luego dejarme descansando en el piso. Yo perdí la conciencia muy rápidamente, pero no lo suficiente como para no escuchar lo que tenía que decirme y responderle casi inconsciente.

- ¿Podemos morir juntos?

- Claro… que si… cuando seamos ancianos… como ahora… tomados de la mano, viendo el ocaso.

- Es hora de dormir...- sí, eso me lo decía aquella amiga, en común, cuando nos quedábamos en su casa, sería bueno volverla a ver, algún día.

Es hora de dormir (cuento corto) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora