Epifanía De Medianoche [Jumin]

902 19 5
                                    

Humedeció su labio superior con la lengua antes de tomar otro trago de su tan exquisita bebida de uvas fermentadas. Hacía mucho que la copa en la que vertía su adorada ambrosía se había perdido en algún rincón de la amplia sala de estar.

Sus ojos permanecían fijos en el crepitante fuego de la chimenea, cuan si fuera lo más interesante del mundo, mas la primera impresión era una total farsa. Aquella mirada fija guardaba mil y un pensamientos complejos, todos y cada uno de ellos relacionados con una misma persona; Jihyun Kim, alias V.

─¿Qué me has hecho, mi viejo amigo?

Ingirió las últimas gotas del envase de vidrio y lo lanzó contra las llamas, o esa fue su intención, pero su puntería estaba hecha un desastre por las cuatro botellas que inundaban su sangre con alcohol, así que el envase se hizo añicos al dar de lleno con la pared. El guarda de seguridad en jefe entró con rapidez, preocupado por la seguridad de su patrón, mas se retiró al ver los oscuros ojos ─penetrantes y furiosos─ que, silenciosamente, le exigían soledad.

Posó su diestra en su frente y la arrastró con torpeza hacia la zona posterior de su cabeza, peinando sin cuidado sus negros mechones.

─Maldita sea, no era Rika ─calló por unos instantes antes de proseguir─. Nunca fue ella. Eras y siempre serás tú, V.

Aquella mano que descansaba en su cabeza ahora se hallaba frente a su faz masajeando con el índice y pulgar el puente de su nariz. Necesitaba relajarse, disipar sus emociones, pero el licor, cruel y traicionero, no le permitía cumplir su cometido.

De cierta forma, llevaba tiempo sospechando, mas el «qué dirán» era más fuerte e, inconscientemente, ocultaba su verdad con la falacia de que amaba a la prometida de su mejor amigo en secreto, pero el corazón ─a pesar de ser un mero músculo que no hace más que bombear sangre─ es sabio e imposible de engañar; era a su mejor amigo a quien amaba.

Jihyun Kim, su amigo de cabello de singular color. El chico que no lo demandó por daños y perjuicios al chocar su propiedad con su automóvil de juguete, sino que le pidió su amistad a cambio. El joven que le entendía a la perfección y le llenaba aquel vacío solitario desde hacía poco más de veinte años.


Su primer y único amor sin siquiera darse cuenta a tiempo.


Porque tiempo ya no había ni habrá nunca. Jihyun estaba muerto y en la ignorancia absoluta del amor que su amigo de la infancia le tenía. Porque, a pesar de la traición y el secretismo en torno a la R. F. A., Jumin le perdonaba y dejaba eso a un lado. Porque el amor que sentía era mayor en comparación a su resentimiento.


Pero...


¿De qué servía aquello? Jihyun se había ido para no volver, los muertos no se pueden revivir ni con toda la magia del mundo. Los muertos son eso y nada más, pero...

─¿Y si te acompaño? ─Pronunció lento, cuan si saborease la pregunta, o, tal vez, era por el letargo alcohólico─. Si estamos en igualdad, ¿me corresponderías?

Caminó ─con tropiezos incluidos─ hasta estar frente a uno de los varios ventanales de su hogar. Observó, como le era posible, la ciudad. Una estatura perfecta, un viaje desde un décimo piso hasta el pavimento, quizás sería rápido e indoloro. Sólo tenía que abrir la ventana lo suficiente y...


Se alejó de ahí casi de un salto hacia atrás, cayendo de espaldas contra el duro suelo de cerámica. ¿Qué demonios le pasaba? Jumin Han, el hombre inmutable por los sentimientos humanos y analítico por naturaleza... ¿De verdad estaba pensando en una medida tan drástica?


En definitiva estaba fuera de sí. Irreconocible. Carente de raciocinio. Todo por su culpa. Porque, inclusive desde el más allá, le hacía perder la cabeza.

Porque sólo Jihyun Kim era capaz de reacomodar cada gramo de su ser y transformarlo en alguien distinto al que los demás conocían. Porque sólo él era quien sacaba facetas desconocidas hasta por el mismo heredero de C&R International. Porque sólo V podía hacer que Jumin Han estuviese enamorado sin siquiera saberlo y darse cuenta de ello cuando no existía solución alguna.


Porque sólo su mejor amigo y primer ─y único─ amor era capaz de arrastrarlo a una inminente condena perpetua en la cruenta realidad de una vida sin él, sin el fotógrafo que le robó todo su sentir.


─¿Qué me has hecho? ─Pronunció mientras que una lágrima solitaria se escapaba de su ojo izquierdo.


Un maullido conocido le trajo de vuelta a la realidad. Notó a su adorada gata de impecable pelaje níveo descansar en su regazo, observándole con lo que parecía preocupación. Hasta Elizabeth tercera notaba el cambio en él. La tomó en brazos, abrazándola contra su pecho, recordando que la minina era el único recuerdo vivo que quedaba de la antigua existencia de aquel que era mejor no nombrar ni una vez más en esa solitaria noche de copas. Con gran dificultad se puso en pie y caminó ─aún con la gata en brazos─ a su recámara. Tal vez por la mañana todo volvería a la normalidad.


O, lo más probable, otra epifanía de medianoche le atacaría una vez más como ocurría todos los días desde hacía casi un año.

Relatos Cortos [Mystic Messenger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora