Quién

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Los recuerdos son frágiles, un débil golpe, enfermedad o trauma es capaz de hacer desaparecer momentos, recuerdos de varios tipos... buenos, malos e imparciales. Y ahí entro yo, sentado en una silla agobiante e incómoda esperando resultados. Las manecillas del reloj cada vez tortura la débil alma que poseo con su lentitud, resuena el sonoro sonido de los pies patalear con impaciencia el suelo. Está preocupada, aun con todo lo que hemos pasado, afirmo mientras miro esos acuosos ojos, es hermosa. Su mano sudorosa y caliente, agarra fervientemente la mía, no quiere soltarla. La expresión tensa le queda como anillo al dedo, pero no es momento de contemplarla.

El médico, el cual antes había salido, ha vuelto. Al instante, un segundo se vuelve eterno. ¿Soy el único capaz de sentir mi corazón acelerarse? Vaya pregunta tan estúpida.

- Los resultados han sido confirmados. Señor Olmedo, me temo que usted tiene Alzheimer.

¡Lo dijo! El inanimado reloj titubea su tick tack dentro de nuestros cerebros. Esta deslumbrante ángel sentada al lado mio evade la gran verdad que nos golpea, yo no. A la temprana edad de cuarenta y cinco años, he sido destinado a morir lento y sin saberlo, de forma terrorífica para los de mi alrededor. Vuelvo a la alterna realidad y la veo. Su discusión con el médico conmueve, es tan fuerte...
Seguro que ha pensado en diferentes lugares a los que podríamos ir a buscar una solución, por mi parte... solo puedo admirar mi más atesorado tesoro. Me niego a alejarme de ella tan pronto, nunca pensé que los recuerdos me traicionaría de manera tan punzante. El mundo en verdad es cruel.

Luego de varios gritos y enfados, tristeza y llantos apoderan el ambiente. Los ahora endebles y temblorosos brazos rodean esta fea masa de carne, cristales con forma de perla resbalan con suavidad por la espalda. Es tibia... suave, la pureza en materia, sin embargo al igual que todo, tiene un fin.

No me he dado cuenta, parezco estar seco, he estado derramando una borrosa laguna de cristales.

No quiero separarme de ella, con traicionera esperanza en mis manos, abrazo el último recuerdo de eternidad: él.

...

El ruido no tiene presencia en estas horas, el silencio es el absoluto gobernante durante la noche. La carretera, en ocasiones raras habla, hoy no es una de ellas. Incapaz de conciliar el sueño, miro la hora en el reloj, 03: 12a.m. Pensar que dentro de solo cuatro horas tengo la obligación de ir a la institución, drena la ahorrada energía. Hace pocos días empezaron las clases, no ha cambiado mucho el curso. Sigo con mis amigos, buenas notas y la clase es buena. No hay nada de que quejarse, simplemente es cansancio de la constante monotonía diaria.

He despertado sin razón, desde entonces estoy con los ojos abiertos observando el bello infinito.

La cama es el único lugar en donde uno puede pensar con claridad y tranquilidad. Imagino la vida que hubiera vivido si las decisiones escogidas tiempo atrás fueran distintas. En verdad quisiera no haber hecho aquello...

El pensamiento fluye por el alegre río lleno de sutileza armónica. Divago por los recuerdos felices, enseguida sonrío al pensar en la estúpida caída de un amigo. Intenté avisarle, intenté. Los buenos momentos pasados son mejores que los buenos futuros posibles.

El chirrido de la puerta enfrente altera el alrededor. Pequeños pasos, lentos y cortos, bailan sobre la madera crujiente. Me levanto, debo ayudarlo. Al abrir la puerta, lo encuentro, está desorientado. Suele pasar varias veces al mes, al levantarse olvida donde está situado el baño.

- Papá, ven.

Me ojea confuso, frustración recorre mis venas y arterias. Es molesto, pero no puedo hacer nada para evitarlo.

¿Quién continúa?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora