Danza macabra.

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Luego de infructuosos intentos el viajero por fin se hallaba ante el extraño bosque, algo parecía querer alejarlo del llamativo lugar, incluso una misteriosa fiebre que le duró tres días detuvo sus intenciones. Pero ahora estaba decidido a entrar. Lo más llamativo del bosque era su forma. Parecía una inmensa fortaleza con árboles conglomerados unos junto a otros. Incluso parecía que era imposible caminar dentro debido al estrecho espacio. Acompañando a la misteriosa disposición de los árboles, una melodía parecía surgir del interior, esto fue lo primero que notó cuando divisó el bosque en la lejanía.
El ingreso fue por demás extraño. El viajero pensó haber caído en un pozo, porque esa fue la sensación que su cuerpo sintió, la de caer pesadamente, pero no se tambaleó, no perdió el equilibrio ni mucho menos se mareó fue tan solo un segundo luego del cual emprendió su camino. Efectivamente de algún lugar provenía una música que el viajero nunca antes había escuchado. Música de violines y clarinetes con un trasfondo mágico y tenebroso.
Pero inmediatamente sin que se lo espere, un título se le vino a la cabeza, dándole a entender que era un lugar mágico el que estaba pisando. La música en cuestión era "Danse macabre del compositor Camille Saint-Saëns". El ambiente era muy poco iluminado y sin aparente vida, pero el viajero siguió recorriendo el bosque con emoción, era definitivamente estrecho pero permitía un recorrido lineal, en este caso le pareció perfecto para no perderse. Siguió caminando hasta que divisó una apertura de los árboles que daba paso a un cementerio. En ese momento pudo dar la vuelta y huir corriendo, pero su curiosidad que ya lo había traído lo obligo a quedarse a pesar de lo que presenciaba en el cementerio.
La danse macabre seguía sonando, el cementerio que debía estar muerto irónicamente no lo estaba, entorno a tumbas abiertas bailoteaban seres de aspecto porcino, era repugnantes, híbridos entre un sátiro y un hobbit, con pequeños piecitos peludos en lugar de pezuñas. Junto a cada tumba abierta, estaba puesta una bandeja de plata. Antes de entrar al bosque tampoco conocía su existencia pero ahora si sabía que eran esos seres, se llamaban Gules y estaban en busca de su cena esa noche.
Algunos se conformaban con roer un hueso, otros con pedazos de carne podrida. Uno de aquellos gules tenía un fémur en la mano y viendo que su compañero había conseguido un gran trozo de carne, uso el hueso para deshacerle la cabeza a golpes y robarle. Una risa oxidada llenó el lugar, se trataba de un Gul más viejo que no pudo contener la risa al ver a Caín y Abel. Estaba sentado sobre una lapida fumando una pipa, era de aspecto muy similar a los otros, solo que no tenía tantos pelos alrededor del cuerpo como los gules jóvenes, y tenía una larga barba blanca.
El viajero ya no quería mirar más, se decidió a regresar cuando algo lo horrorizó aún más. Era un esqueleto que se arrastraba hacia él, estuvo a punto de gritar pero vio algo que era imposible. La calavera tenía facciones tristes, inmediatamente comprendió que aquel desdichado huía del lugar, y que gritando solo alertaría a los gules. Dejó que se le acerque para ver que iba a decirle, pero al llegar a sus pies el esqueleto solo empezó a hundirse en la tierra lentamente. Ahora el viajero estaba totalmente decidido a despertar del espantoso sueño.
Parecía entender por qué noches anteriores cuando había soñado con el bosque siempre le era imposible entrar, pero en su último intento, puso la imagen del bosque en su mente antes de dormir, y al soñar ya se hallaba en la entrada. Intento moverse para Salir del bosque pero algo no se lo permitía, vio que de la tierra sobresalían dos manos esqueléticas que le sujetaban los talones. Una voz que venía debajo de la tierra fue lo que finalmente causó su absoluto terror y comenzó a gritar. La voz decía: En mundos extraños incluso la muerte puede morir pero esta noche será la vida el plato principal.
El viajero se despertó sudoroso en su cama, el corazón parecía a punto de escapársele del pecho, aun se sentía adormilado pero sabía que podría pasar si volvía a dormirse. Levantándose de la cama fue a buscar un vaso de agua. Volvió a su habitación con el vaso, mientras bebía sorbos lentos observaba la quietud de la noche por su ventana.
Para su alivio vivía en una zona urbana y no campestre, ver un bosque por su ventana seguro lo haría gritar espantado. La luna estaba a pleno, iluminando la habitación hacia que se generen extrañas formas, ahora su propio hogar le causaba espanto. Decidió que observaría la hermosa luna toda la noche, para de esa forma no volver a dormirse. Lastimosamente mucho no duró mucho su plan, pronto las nubes opacaron la hermosa luna, la habitación volvía a quedar a oscuras.
Volteó para decidir que se mantendría con la luz prendida, pero entonces se sintió desvanecer, no llegó al interruptor porque cayo con fuerza al piso, el vaso se estrelló con estrepito. Algo andaba mal, con premura tomó uno de los trozos de vidrio, aunque poco podría hacer con eso frente a una docena de seres porcinos. Hizo fuerzas para levantarse, pero que sintió que algo lo agarraba con fuerza del pie.
Espantado miró pero no logro ver nada. Lentamente la música volvía a sonar. Una vez más sintió el efecto de estar cayendo pesadamente, cuando se dio cuenta no solo ya no estaba en su habitación, la danse macabre volvía a sonar, ahora los gules se amontonaban a su alrededor sosteniendo bandejas de plata. Sus rostros babeantes refulgían a la luz de la luna.
No tenía demasiado tiempo quizás ya era demasiado tarde, pero de todos modos el viajero hizo un último esfuerzo por despertarse. Movió su pie izquierdo de manera que los huesudos dedos que lo sostenían se zafaron, Se clavó el trozo de vidrio en la carne. El dolor fue insoportable, pero dio resultado.
Se despertó aturdido en su cuarto, al comprobar que le chorreaba sangre del pie, sintió escalofríos al pensar que pudo pasar si los gules... Alejó esos pensamientos y fue a mirar por la ventana a pesar del punzante dolor. Aún era de noche y una tormenta se acercaba. La habitación estaba oscura, la tormenta comenzó al poco tiempo.
Fue a darse un baño, se vendo el pie, luego se tomó una taza de café y se sentó en su cama para esperar el amanecer. No quería dormirse, por eso dejó prendida la luz.
La tempestad empeoraba, truenos sonaban y sacudían los árboles, se escuchó un rayo, acto seguido se cortó la luz.
Él estaba seguro que no pasaría nada si no se dormía, además no sentía sueño tan solo faltaban pocas horas y la luz saldría. Un nuevo trueno iluminó la habitación, por suerte no había nadie. Pero en ese momento su radio empezó a emitir música, Danse Macabre sonaba.
A la par de la música una risa oxidada llenaba el cuarto junto con el denso olor del humo de una pipa. La noche aun no terminaba y el plato principal estaba servido en la bandeja de plata, no importa si en este o el otro mundo, servido estaba y los comensales tenían apetito.

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