Parte única

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Katsuki gruñó, saliendo de la mina en la que llevaba horas supervisando a un grupo de trabajadores y pateando un carrito de metal oxidado, haciendo que se golpeara contra la ladera de la mina, provocando que una lámpara de gas cayera de su lugar.

La semana anterior habían localizado con ayuda de un nuevo radar de minerales, una enorme beta de cobre que la familia Todoroki había comprado de inmediato y él, como subyugado a la familia, había tenido que ir a trabajarla, sin embargo, la excavadora que habían estado utilizado para penetrar en la roca se había averiado y nadie ahí sabía cómo repararla. Un hombre le había recomendado ir a un establecimiento ubicado en el centro de la metrópoli, debajo de la sombra de uno de los enormes dirigibles de color cobre que pertenecían a la familia Yaoyorozu y en el que supuestamente trabajaba un mecánico capaz de arreglar toda máquina existente.

El sol ya estaba por ponerse y ellos debían seguir trabajando a la mañana siguiente o serían despedidos, por lo que emprendió el camino hacía la ciudadela atestada de hombres en pulcros trajes negros y mujeres en vestidos de hilos de oro; un par de niños vestidos con pobres ropajes de algodón viejo se acercaron a pedirle una moneda mientras cruzaba un puente metálico, pero él no tenía ninguna consigo.

El dichoso edificio estaba ubicado en una esquina y, ciertamente, la sombra del dirigible lo cubría sin dificultad alguna.

Empujó la puerta de madera decorada con cristales tornasol y dio los primeros pasos sobre el viejo suelo de madera llena de clavos, un joven muchacho de cabello glauco y mejillas moteadas por pequeños puntos marrones estaba frente al mostrador, con un par de googles cubriendo sus ojos; el cristal del lado izquierdo era verde y el derecho tenía una hilera de tres lentes con aumento que le permitían ver con claridad la pieza en la que estaba trabajando.

—Hey, inútil, estoy buscando al mecánico. —gruñó, cansado y el chico levantó la mirada, casi dejando caer la pedacería de metal entre sus dedos.

—¿Qué necesita? —sonrió, olvidándose de la ofensiva palabra y sonriéndole al cenizo mientras se deshacía de la banda que rodeaba su cabeza, revelando sus ojos, brillantes como la esmeralda y que capturaron al malhumorado hombre con la guardia baja.

—¿Eres tú? —preguntó con un ligero toque de amargura en la voz, sin embargo, la sonrisa del otro no se desvaneció. Pasó una mano por su nuca, sintiendo que el abrigo de cuero marrón que llevaba puesto era muy pesado. —¿Has reparado una excavadora antes?

—Depende del tipo, —mordisqueó el borrador de un lápiz que tomó del mostrador y después saltó la barra, revelando su cuerpo cubierto por una camisa blanca, un chaleco verde muy desgastado -tanto que su color casi rozaba el gris- por el que atravesaba una banda de cuero y un par de pantalones marrones sujetos por un grueso cinturón de cuero lleno de herramientas, al igual que la banda en su pecho. —pero seguro que sí.

Katsuki no sentía mucha confianza, pues el tipo apenas rozaba su edad y lucía como un idiota, sin embargo, no tenía opción alguna.

Caminaron juntos de vuelta a la mina, Katsuki avanzó por entre los picos arrumbados y el chico comenzó a hablar, mirando su mano con cicatrices y llena de aceite negro.

—Entonces... ¿Katsuki Bakugo? Escuché de ti en la radio, dicen que eres un capataz temible.

—Y a mi me dijeron que tú eras un profesional.

—Lo soy. —puchereó, deteniéndose cuando el cenizo lo hizo y sonriendo complacido al ver la enorme máquina pintarrajeada de color amarillo muy desgastado. Desenfundó de su cinturón un destornillador, lo tomó entre sus dientes antes de saltar y comenzar a trepar con agilidad sobre el taladro, llegando a la cima en un dos por tres, deshaciéndose de la tapa metálica que protegía los circuitos.

Katsuki observó atentamente al joven muchacho durante todo el tiempo que este trabajó bajo la casi extinta luz de su lámpara de gas, sonriendo casi imperceptiblemente cuando intentó limpiar una mancha de grasa de su mejilla y terminó esparciéndola más. Fuera, la luna ya estaba iluminando el cielo ennegrecido por los restos de hollín que producían las fábricas.

—Listo. —Comunicó Izuku luego de un rato, bajando de un salto de la máquina, golpeando en su camino la lámpara y haciéndola caer, logrando romperla y extinguir la única fuente de luz que tenían dentro de la cueva.

—¡Eres un idiota!

—¡L-lo siento!

El cenizo gruñó, buscando a tientas el cuerpo de su acompañante y tomando su mano para jalarlo hasta la salida -pues él ya conocía el camino de memoria-, subieron la ligeramente inclinada pendiente y empujó el par de puertas de madera que protegían la entrada, dejando que la luz de la brillante luna les diera de lleno en el rostro.

—Tal vez debí traer dinero para pagarle a un carruaje para que me llevara de regreso. —murmuró el de cabello verde, mirando lo alejada que la ciudad estaba y cubriendo su mentón con los dedos de su mano derecha.

El alto gruñó, girándose y sintiendo que el chico estaba siendo maleducado con él, pidiéndole dinero indirectamente, pero se detuvo en seco al ver su bonito y jovial rostro salpicado de estrellas; sus ojos esmeraldas iluminados de tal forma que lucían un tono purpúreo casi místico y que desentonaba por completo con el paisaje marrón y bronce a sus alrededores.

No lo admitiría en voz alta, pero Katsuki deseó poder seguir viendo ese bello panorama por siempre.

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Descubrí que amo el steampunk.

Fin del comunicado.

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Nota agregada el 8 de abril del 2024: Hey! Paso a dejarles mis perifles de Ao3: ErinAust, ID: 16083897 y mi Twitter: @ErinAustrum. Allá estaré publicando mis historias y dando actualizaciones en caso de que mi cuenta o éste fanfic sean eliminados. 

Panorama; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora