La brisa soplaba en la gran ciudad de Manther, los grandes rascacielos cubrían por completo la urbe y el cielo se había vuelto gris y sin color. Las personas caminaban con sus cabezas agachadas, pensando en sus deudas y en el trabajo. Todo se había vuelto cuadrado y color gris, la imaginación y la creatividad se habían desvanecido por completo. No había religión ni razas, sólo seres humanos siendo marionetas y robots de los empresarios líderes del mundo.
Entre tanta multitud, un joven de dieciséis años llamado Mauricio, de cabello castaño, despeinado, con un pants gris algo rasgado, caminaba junto a otras personas que parecían ovejas, pensaba lo mismo que los demás: “trabajo”, “trabajo”, “trabajo”… Estaba todavía estudiando, pero su trabajo era ese. Todos los días era lo mismo: despertar, desayunar, ir a la escuela, regresar, comer, dormir; nunca había cambiado su rutina… al menos hasta ese día.
El viento comenzó a soplar muy fuerte, las nubes se volvieron negras, cubriendo así toda la ciudad. El sol había desaparecido, una tormenta había comenzado, los ciudadanos sacaban sus paraguas. Mauricio lamentablemente no tenía paraguas, ¡qué terrible! Nunca se le había olvidado su paraguas. ¿Por qué justamente hoy no la traía? (.) Se le ocurrió mirar hacia arriba, las nubes empezaban a soltar gotas de lluvia ferozmente. Su mirada vacía cambió por primera vez en toda su vida, ¿qué es lo que sentía? Estaba temblando, ver el cielo fue la peor idea que se le pudo haber ocurrido. ¡Un vórtice! Su cara era de horror, miró a los lados ¡¿Cómo es que la gente no le hacía caso a ese fenómeno?! Pensó en correr, pero todos estorbaban el paso y hacían caso omiso a sus gritos de auxilio. Era inútil, ¿acaso moriría de esta manera tan terrible?
Una explosión ocurrió en el vórtice, mandando algún objeto hacia la esquina de enfrente, ahora la gente estaba corriendo despavorida, él no dudó ni un segundo y empezó a correr también, sin embargo, otra explosión ocurrió del otro lado, todos estaban atrapados. La risa de una mujer retumbaba por la calle, para que luego un gran robot de una chica, con un diseño basado en una carta de póquer, saliera de la esquina donde el vórtice había lanzado algo. “¡¿Qué demonios está pasando?!” pensaba el chico muy asustado, tratando de encontrar la manera de evitar su muerte. Sus pensamientos fueron interrumpidos por otra explosión, ¡había rayos de colores por todas partes! Éstos se dirigían al monstruoso robot que acechaba contra la gente. Unas personas con marcas en la cara, con propulsores en los pies, armas que al parecer las creaban con magia y alas de colores producidas por un holograma, estaban atacando al robot. Su confusión no podía ser mayor ¿esto se trataba de una mala broma?
Un rayo se desvió hacia la multitud. Un hombre cayó delante de Mauricio, de esta manera se salvó fortuitamente de aquella descarga eléctrica, que de lo contrario lo hubiera carbonizado. En ese mismo instante, el peli-castaño tropezó con el cuerpo del caído. El cambio de posiciones fue un cambio de destino. El rayo, que le hubiera tocado a aquel señor, cayó sobre Mauricio.
Luces de colores, eso era lo único que se veía alrededor de aquel muchacho; un ángel parecía salir de su silueta, unas alas majestuosas aparecían en su espalda, para que luego cambiara por completo su ser. Su traje era de tonos brillantes, sus alas holográficas que parecían sacadas de un arcángel se alzaban solemnemente, marcas de todos colores se esparcían por su cuerpo. Al aclarar sus ojos, que ahora cambiaban constantemente de color, observó en lo que se había convertido, estaba horrorizado, sabía que tendría que pelear contra aquel robot y no quería, nunca le había gustado la idea de ser un héroe, siempre había querido mantenerse como una oveja junto al resto de personas. La gente aplaudía y lo celebraba por haber "salvado" a ese hombre, ¡demonios! La presión social ahora lo aturdía, tenía la obligación de ir a pelear. Se levantó, de repente comenzó a levitar gracias a los propulsores y tratando de entenderlos se dirigió al robot, mientras pensaba cómo salir de ese asunto, ahora maldecía con toda su alma al señor que se tropezó.
Al ver más de cerca, vio que muchos que los que tenían ese tipo de poder que adquirió iban muriendo rápidamente por los tremendos golpes que soltaba el robot, que reía al ver cómo caían uno por uno, dejando su sangre postrada en su coraza de acero. Mauricio estaba temblando, trataba de ver cómo siquiera sacar un mísero rayo y luego darse por vencido para salir volando de ahí "¡Lanza un solo rayo, maldita sea!" estiró su brazo, un arco y flechas aparecieron de la nada, "¿Con esto atacaré? ¡Moriré en cuestión de segundos, ni siquiera es para un rayo! Pero haré un intento..." Puso la flecha, apuntó y disparó... Tuvo una horrible sorpresa. Pedazos de metal volaban por todos lados, había destruido el robot, los verdaderos héroes lo miraron estupefactos, lo celebraron y le aplaudieron, lo levantaron mientras gritaban "¡Viva el arcángel! ¡Viva! ¡Mató a la bruja!"... Maldecía su suerte de forma inhumana, ahora tenía la obligación de enfrentar a esas mencionadas 'brujas', su mirada y corazón nunca habían estado tan fríos y nunca había odiado tanto al mundo como en ese momento.
Los años pasaron, Mauricio se volvió en el "modelo a seguir" de la sociedad y había derrotado a miles de 'brujas' con un solo flechazo, lo que no sabían era que odiaba sus poderes, odiaba ser un héroe, odiaba el momento en que se volvió en el "arcángel" protector de su ciudad; incontables noches lloraba por su horrible destino, odiaba a aquel que lo había creado todo, siempre que alguien le preguntaba: "¿Qué pensaste cuando conseguiste tus poderes y decidiste ser nuestro héroe?" respondía con una sonrisa falsa y perturbadora: "Tengo un milagro que nunca deseé y que hubiera decidido dárselo a otra persona en vez de a mí".
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El arcángel del odio
Short StoryMauricio, siendo alguien absolutamente normal, el destino le pone un gran cargo en sus hombros.