Capítulo 1

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Cojo aire al tiempo que subo mi maleta al coche de mi hermana. Me alojaré en su casa unos días, hasta que encuentre un apartamento para vivir, y aunque ella dice que no tiene problema en que me quede, su novio no creo que piense lo mismo.

—Theo está deseando conocerte—sonríe Paula mientras se baja las gafas de sol—. Este verano va a ser genial. Te echaba tanto de menos...

—Y yo a ti—esbozo una sonrisa mientras disfruto de la brisa que me da en el rostro en aquel descapotable rojo que Theo le había regalado a mi hermana el día que cumplió los veintidós

Su rostro refleja paz y felicidad, y yo me alegro de hacerla feliz con mi mudanza a la capital.

—Bueno, y cuéntame, ¿dónde has conseguido ese trabajo que tanta ilusión te hacía?

Me encojo de hombros.

—Mandé un montón de curriculums a clubes y diarios deportivos, y me han cogido en Marca—ruedo los ojos—para cubrir la sección del Atlético.

—Ostia—me mira unos segundos, tratando de desmenuzar mi expresión y saber así cómo reaccionar—, ¿entonces...?

—Voy a ver a Antoine a cojones—suspiro

—Bueno, pero... Tal vez ahora que estás aquí...—se mordisquea el labio inferior, tratando de encontrar las palabras—Tal vez podáis intentarlo de nuevo.

La miro levantando una ceja.

—¿Tantos años diciéndome en la cena de Navidad que es un cabrón para ahora intentar juntarnos de nuevo?

—Bueno...—golpetea el volante con los dedos—Es buen tío.

Alzo las cejas, sorprendida.

—¿Buen tío? ¿Buen tío? ¡Paula me rompió el puto corazón!

—En realidad—pausa para encender un cigarrillo y llevárselo a la boca—, fuiste tú la que se lo rompió a él. Antoine te tenía entre sus planes cuando firmó aquel contrato. Y tú no hiciste el esfuerzo para cambiar un poco tus planes e irte con él.

—Me parece increíble que lo estés defendiendo ahora. ¿Te ha lavado el cerebro o qué?

—Él también lo pasó mal al irse de Francia tan pequeño, y cuando te conoció le cambiaste la vida. ¿Crees que para él fue fácil adaptarse a Madrid solo?

Paso mi lengua por los labios tratando de pronunciar la siguiente frase.

—¿Hablas con él, verdad?

—Estamos en el mismo grupo de amigos—confiesa—. Desde que se vino a Madrid.

—¿Y por qué no me dijiste nada?—pregunto molesta

—Porque tenías el corazón roto, pero es hora de que oigas las cosas como fueron. La culpa de la ruptura fue tuya, no de él.

Sus palabras me duelen. Sé que la culpa fue mía, claro que lo sé, pero creía que mi hermana me apoyaría siempre y me ayudaría a poner a parir a Antoine en mis momentos de bajón.
No respondo y me pongo los auriculares como respuesta. Se acabaron las discusiones hasta llegar a cada.
Me mira de reojo mientras da una calada a su cigarro, dice algo y aunque no la escucho le leo los labios.

—No te comportes como una cría.

Cuando llegamos a su casa se baja sin decir palabra y se dirige a la puerta principal. Me bajo y, tras sacar la maleta del coche, la sigo.

—¡Theo! ¡Ya estamos en casa!

El novio de mi hermana baja a trompicones las escaleras y la recibió con un beso en los labios, después me observa a mí y sonríe.

—Así que tú eres la famosa hermana pequeña de mi chica... Encantado de conocerte, Noa—me da dos besos—. Esta noche tenemos una barbacoa con mi hermano y más amigos. ¿Te apetece venir?

—La verdad es que estoy muy cansada pero...

—Vendrá—sentencia Paula y me dirige una mirada fulminante, se relaja al sentir el brazo de Theo rodearla—. ¿A que sí?

Asiento con la cabeza de manera lenta.

—Te acompaño a tu habitación—Paula cogió mi brazo—. Theo, cariño, coge su maleta.

—¡Recibido, mi capitana!

Mi hermana sube las escaleras decidida tirando de mí con fuerza, y me lleva a la segunda habitación a la derecha. Es un cuarto luminoso, espacioso y con vistas a la piscina.

—Me gusta—sonrío y me giro para ver a Paula

—Bien, porque aunque no te gustase no tendrías otro—por primera vez desde nuestra discusión sonríe—. Tienes baño propio. Arréglate, en una hora nos vamos.

Asiento con la cabeza y me dejan sola. Abro mi maleta y saco de ella unos vaqueros negros y una blusa blanca que me regaló mi madre hace un par de veranos. Coloco las prendas sobre la cama y me meto en el baño para darme una ducha.

Pongo una playlist de Spotify que hice con mis canciones favoritas y comienza a sonar Ni la hora de Ana Guerra.
La tarareo mientras me ducho rápidamente y, para cuando salgo de la ducha, suena una canción de Dvicio, Qué tienes tú.

Me visto y me echo un poco de perfume veraniego. Me pongo un par de pulseras y un anillo y me dejo el pelo a lo loco para que se rice.

—¿Estás lista?—Paula llama a la puerta y pasa—Esa blusa te la regaló mamá.

—Lo sé. ¿A ti te llama?

—No. ¿Y a ti?

—Tampoco.

Ambas suspiramos. La relación con nuestros padres es bastante complicada.

—Venga, vámonos, señoras—Theo aparece en el pasillo con una camisa a cuadros, un tejano azul y un gran chupetón rojo en el cuello

—Joder, Paula, el pobre Theo parece que va marcado como una vaca—me burlo

Mi hermana sonríe de lado y se encoge de hombros, mientras que Theo se toca el cuello y aparta la mirada.

—A tu hermana le gusta demasiado marcar lo que es suyo.

—Sobre todo cuando Adriana revolotea a tu alrededor—Paula pone los ojos en blanco y después entrelaza sus dedos con los de su novio

Bajo tras ellos las escaleras y me apresuro a mirarlos suplicante cuando se dirigen hacia el coche. Theo ríe.

—¿Qué quieres?

—Pues... He visto una moto en el garaje y...

—Ni de coña—Paula niega rotundamente—. Theo no le presta su moto a nadie.

Theo chasquea la lengua, mete las manos en los bolsillos de los tejanos y cuando encuentra lo que busca me lo lanza con una sonrisa. Atrapo las llaves al vuelo.

—Ponte el casco y no le hagas un solo rasguño. Confío en ti, cuñada.

AmourDonde viven las historias. Descúbrelo ahora