Rostros y Café

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A la mañana siguiente, seguía haciendo el mal tiempo del día anterior, las nubes grises y densas ocupaban gran parte del cielo, que el sol impotente no las podía penetrar. Me levanté como de costumbre, a las siete sonaba el despertador despertándome con una melodía agradable. Me vestí y bajé de mi habitación agarrando algo para desayunar, la mochila y el paraguas por si volvía a llover y miré por la ventana. Hacía un tiempo de pena, y con un poco de prisa giré el pestillo de la puerta principal dispuesta a salir.

- Que vaya bien el día cariño - dijo mi madre desde la cocina.

- Gracias mamá, nos vemos más tarde - dije mientras salía por la puerta.

Detrás de mí se cerró.

El timbre resonó en el pasillo, había sido un día largo de instituto, mi capacidad auditiva en más de una clase la había desconectado, y el resto de ellas, me las pasé navegando en un mar de pensamientos. mi mente solo alcanzaba a reproducir el grito histérico de anoche una y otra vez, como un disquete rayado, o un volver a reproducir. No era mala estudiante, sacaba notas corrientes, no vestía ordinario y mi vida diaria en el instituto era pasar desapercibida entre estampidas de alumnos, timbres y estrictos profesores, que, con su voz monótona y lentitud a la hora de vocalizar, hacían que las breves explicaciones fueran costosas de seguir. Por no mencionar que estaba a última fila, justo en el desconocido y remoto fondo de la clase, que, gracias a las conversaciones de la mayor parte de los alumnos, dificultaba escuchar alguna palabra de lo que debía ser el temario.

Al fin llegó la hora de volver a casa, le pregunté a Sarah si podía acompañarme a ver una calle, y aceptó, con la única condición que no estuviéramos mucho tiempo, ya que debía volver pronto a su casa. Me extrañé de que no me preguntara acerca de ello, pero como no quería contarle a historia desde el inicio, me mantuve en silencio hasta que llegamos a la esquina de la calle.

Dimos unos cuantos pasos antes de darnos cuenta de que la calle estaba completamente vacía, y por las paredes grisáceas, sucias y oscuras de los edificios trepaban escaleras exteriores donde todavía goteaba los escalones. Sin la menor duda, la gente no frecuentaba esa calle en el interior de la ciudad, tan solo los grafiteros para garabatear los muros de ambos lados. Grandes charcos de agua ennegrecida se expandían a lo largo del suelo, a penas unos cuantos, reflejaban vagamente el cielo en sus reflejos.

- Iryan, vámonos, no hay nada en esta calle, no hay ni salida. - dijo Sarah. - ¿No ves que está vacía?

- Si, está completamente vacía, creo que no deberíamos haber venido aquí.

Me dispuse a salir con ella del lugar al que la había hecho venir sin más motivo que por pura curiosidad, justo en el momento en que estábamos girando la esquina para salir de la oscuridad de la calle, escuché un ruido, un sonido rápido o confuso, retrocedí para volver rápidamente al interior de la calle, al fondo, se ocultaba una sombra robusta y oscura, que apenas fui capaz de distinguir, temblorosa, observé descontroladamente a mi alrededor, había silencio, y nada más. Tenía miedo de que me podía ocurrir, y en el peor momento de tensión, apareció aquella negra figura, su piel se reflejaba con la claridad del cielo, apenas unos pocos rayos de sol que se filtraban entre las escaleras de la calle y brillaba negro como el azabache. De los orificios del negro caballo, surgía un humeante vapor, que olía a gasolina, y cuando se detuvo en seco delante de mí, pisó firmemente su pezuña contra el agua del asfalto, haciendo resonar su herradura metálica, cuando el agua se esparció, se mezcló con el humo que desprendía su hocico, rápidamente, ambos, formaron una espesa niebla, que, al levantarse, había desaparecido sin el menor rastro.

Salí corriendo de la calle, mis zapatos se salpicaron de agua con la rapidez en la que corría. Sarah, seguía esperándome al otro lado, y de un ligero tirón me agarró del brazo para que me diera prisa y siguiera andando; Mi respiración todavía estaba agitada y no me salían las palabras.

El último bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora