La vio, con sus cabellos verdes hasta la cintura, ojos del mismo color y las manos juntas a modo de plegaria; Ibara, el oráculo de Erban, estaba desesperada, llorando mientras rogaba a la diosa de la lluvia por el fin de la sequía, siendo solo escuchada por sus damas de compañía y el único dios al cual no había pedido presencia.
Katsuki escucho cada una de sus plegarias, capto sus ofertas, oyo cosas que ya sabía, como que la vegetación perecía, y las personas ya desesperadas solo se mantenían con las pocas reservas de agua y la leche de los contados animales que habían podido sobrevivir a la racionalización de recursos.
Llego un punto en el que Ibara era solo un ovillo en su lugar, jurando que no tendría reparos en ofrecer su todo a la diosa de la lluvia si esta le ayudaba a acabar con la terrible temporada; y el dios que la escuchaba entendía que el oráculo había formulado una oferta irresistible.
Katsuki, como cualquier otro dios, anhelaba tener en sus manos la vida de un oráculo, porque los oráculos son seres con la suficiente energía espiritual como para hacer rendir a sus pies a cualquier criatura, como para tocar el blando corazón de los dragones, de apaciguar el furioso batir de alas pertenecientes a las arpías, y de llamar la atención de cualquier dios. Irreplicables.
Un ser de tal magnitud no es más que un valioso premio para el dios al que se le esté ofreciendo. Por eso no era un secreto para nadie que Nejire debería de haber saltado de alegría para luego correr a cumplir con el deseo.
Excepto que por aquel entonces Nejire, diosa de la lluvia, de los náufragos y el océano; se hallaba muy ocupada atendiendo los llamados de un grupo de piratas que habían naufragado a una isla desierta, muy centrada en su labor como para notar tal oportunidad.
Y Katsuki, dios de la sequía y los dragones; no iba a desplazarse de su lugar por alguien que ni siquiera le estaba rezando a él. De modo que en su momento creyó asegurarlo, dado que el oráculo no había hecho la elección correcta sobre a quién arrodillarse, Erban iba a perecer.
O al menos lo habría hecho, si no fuera porque algo, o mejor dicho alguien, capto su atención. Cabellos igual de verdes a los de Ibara, ojos del mismo tono, pecas en sus mejillas y una pesarosa mueca en el rostro.
Era llamativo, desprendía la misma energía que cualquier oráculo sin ser uno, y Katsuki estaba seguro de que nadie más se había percatado del muchacho, no es común que un hombre porte tal cualidad —por no decir que era la primera vez en la que visualizaba algo así—; si alguien lo hubiera notado hacía ya tiempo que el chico tendría a todos los dioses pegados a él, tratando de arrastrarlo como trofeo.
No obstante, el dragón no tenía interés en informar del descubrimiento a su familia, por lo que se dijo a si mismo que esperaría a escuchar sus suplicas y sollozos para Nejire y luego se iría, su único interés radicaba en comprobar si él joven tenía la voz tan dulce como la mayoría de los oráculos.
Y si bien comprobó su voz era indudablemente atrayente, el chico fue totalmente en contra del discurso que se había imaginado Katsuki. El peliverde si suplico, sollozo y se deshizo es un mar de lágrimas; pero no para Nejire, sino para Katsuki.
Suplico para que su tierra fuera alejada de la mano del dios.
Quizá fue porque nunca le habían rezado, o tal vez porque habían pasado décadas desde que alguien decía su nombre en voz alta —todos le temen a su persona, creen que si lo llaman la sequia abrazara las tierras y una horda de dragones llega para devorar a las personas—; pero fue indudable el escalofrió que le produjo el discurso del peliverde.
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Eres Mi Único Placer [KatsuDeku]
FanfictionQuizá fuera porque un humano nunca le había rezado, tal vez se debiera a que en ningún momento un espécimen tan raro había cautivado su atención, o simplemente es que estaba increíblemente aburrido cuando lo vio; pero, independientemente del motivo...