Jack era un adolescente que trabajaba en un periódico local. Un día, su jefe anunció que Estados Unidos había entrado en la Segunda Guerra Mundial y Jack se dignó a inscribirse en el ejército para luchar por su país.
Al poco tiempo se hizo amigo de un inglés llamado Louis, que también se había alistado allí, ya que su pueblo había sido atacado y tenía la necesidad de defenderlo.
Jack y Louis se hicieron mejores amigos, y todos los demás soldados empezaron a llevarse muy bien. Incluso llegaron a llamarse entre ellos hermanos.
Los jóvenes estaban a punto de lanzarse hacia las líneas enemigas, pero el lado enemigo se movió antes. Un gas venenoso fue arrojado alrededor de la base, provocando que Jack se quedará ciego. Durante el alboroto, Louis recibió un disparo.
Ambos fueron enviados a un hospital a unos pocos kilómetros de distancia. Jack empezó a llorar por el dolor que sus ojos le causaban, por lo que los médicos tomaron una medida drástica y le quitaron los ojos.
Aun estando ciego, Jack se negaba a abandonar a su preciado amigo. Louis estaba siendo atendido por una enfermera llamada Betsy, quien, nacida en Estados Unidos, se había trasladado a Noruega para ayudar a los soldados heridos. Ella no pudo salvarle la vida a su amigo. Louis agarró la mano de Jack y unos minutos después la soltó. Dio su último aliento en esa cama, como si se fuera a dormir.
Jack quería llorar, pero ya no tenía ojos para poder hacerlo, así que se mordió el labio hasta que le sangró. Los médicos apartaron el cuerpo de su amigo y lo llevaron a enterrar; él se quedó durmiendo en esa habitación durante 3 días.
Al día siguiente, el médico le leyó un telegrama de Betsy, indicando en donde habían enterrado los cuerpos de los soldados muertos. Jack, una vez en el lugar donde habían sepultado a Louis, se despidió y volvió a su hogar en Estados Unidos.
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Pero solo más tristeza le esperaba allí. Cuando llegó, su madre lo recibió con lágrimas al ver que él ya no tenía ojos. Jack le preguntó si algo más había ocurrido para que estuviera así, siendo ella normalmente tan alegre y llena de tanta energía. Ella le dijo que Marcos, el hermano de Jack que trabajaba en una fábrica, había muerto a causa de unas partículas impregnadas en el aire.
Una semana más tarde, Jack lamentó la pérdida de su madre, que probablemente murió por esa gran tristeza. Él se había quedado solo. Su padre había muerto de tuberculosis cuando él tenía cinco años. Y ahora Louis, Marcos y su madre también habían muerto. No había nadie allí para guiar a este hombre ciego, para consolarlo, siquiera para darle algo tan importante como un abrazo.
Una noche, Jack caminó alrededor de su antigua habitación hasta que llegó a un viejo escritorio de madera donde guardaba un arma. Estaba cargada y lista para disparar, por si en algún momento entraba un ladrón y trataba de hacerle daño a él o a su madre, pero ella se había ido. Solo había un uso para ese arma ahora. Jack abrió la boca, apuntó con la pistola en la garganta y apretó el gatillo.
Sus cuerdas vocales y la tráquea fueron destrozadas en un milisegundo. Su cuerpo cayó al suelo, pero, para su sorpresa, seguía vivo. El destello repentino de los disparos le había provocado algo en su mente que le hizo olvidar todo lo que le había ocurrido antes de su muerte.
Estaba confundido en cuanto a por qué lo había hecho. Incapaz de escapar, se quedó en la casa esperando una respuesta, hasta que, al recordar la Segunda Guerra Mundial, los soldados y lo demás, perdió la cabeza.
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Historias de terror
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