Probablemente nadie que intente suicidio, como Reigner muestra en uno de sus cuentos, tiene clara conciencia de todos sus motivos. Los cuales son muy complejos. Por lo menos en mi caso está impulsado por una vaga sensación de ansiedad, una vaga sensación de ansiedad sobre mi propio futuro.
Aproximadamente en los últimos dos años, he pensado solo en la muerte, y con especial interés he leído un relato que trata sobre el proceso. Mientras el autor se refiere en términos abstractos, yo seré lo más concreto que pueda, incluso hasta el punto de sonar humano. En este punto yo estoy moralmente obligado a ser honesto. En cuanto al vago sentido de ansiedad respecto a mi futuro, creo que lo he analizado por completo en mi relato, "La vida de un loco", excepto por el factor social, llamémoslo la sombra del feudalismo, proyectada sobre mi vida. Esto lo omití a propósito, al no tener la certeza de poder clarificar realmente el contexto social en el cual viví.
Una vez tomada la decisión de suicidarme (yo no lo veo en la forma en que lo ven los occidentales, es decir como un pecado) me resolví por la forma menos dolorosa de llevarlo a cabo. Excluí, por razones prácticas y estéticas, la posibilidad de ahorcarme, dispararme un tiro, saltar al vacío u otras formas de suicidio. El uso de drogas me pareció el camino más satisfactorio. Y por el lugar, tendría que ser mi propia casa, cualquiera sean los inconvenientes para mi familia. Como una suerte de trampolín, al igual que Kleist y Racine, pensé en la compañía de una amante o un amigo, pero habiendo elevado la autoconfianza, decidí seguir adelante solo. Y la última cosa a considerar, fue asegurarme una perfecta ejecución, sin el conocimiento de mi familia. Después de unos meses de preparación me convencí de la posibilidad de realizarlo.
Nosotros los humanos, siendo animales humanos, tenemos un miedo animal a la muerte, la así llamada vitalidad no es otra cosa fuerza animal. Yo mismo soy uno de esos animales humanos. Mi sistema parece gradualmente haberse liberado de esa fuerza animal, teniendo en cuenta el poco interés que me queda por el alimento y las mujeres. El mundo en el que estoy ahora es uno de enfermedades nerviosas, lúcido y frío. La muerte voluntaria debe darnos paz, si no felicidad. Ahora que estoy listo, encuentro la naturaleza más hermosa que nunca, paradójico como suene. Yo he visto, amado, entendido más que otros, en ésto tengo cierto grado de satisfacción, a pesar de todo el dolor que hasta aquí he soportado.
P.D: Leyendo la vida de Empédocles, me di cuenta de cuán antiguo es el deseo de uno de convertirse de Dios. Esta carta, en cuanto a mi concierne, no intenta esto. Por el contrario, yo me considero uno de los hombres más comunes. Vos debes recordad esos días, veinte años atrás, cuando discutimos "Empédocles sobre el Etna" bajo los arboles de tilo. Enesos tiempos yo era uno de los que deseaba convertirse en Dios.
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Carta a un amigo.
Non-FictionCarta que dejó Ryunosuke Akutagawa antes de suicidarse, cuando aún tenía treinta y cinco años de edad.