En la cama de la clínica, minúscula como una princesita en su trono, la abuela se ríe y pide un flancito. Vos tenías miedo de no volver a verla así, de que se fuese ausentando por partes, hasta parecer un muñeco sin relleno. Cuando la despedis ella te agarra de la mano y te dice: Cuando me vaya, fijate que esté bien vestida.
A vos la garganta se te hace un bollito de papel, pero te apuras a responder:
Cómo te vamos a dejar salir desarreglada abuela.