CAPITULO 2

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Por fin había llegado a Chueca, bajé por la calle Pelayo y llamé al timbre del Eagle. Allí dentro, desde que me admitieron por primera vez, pasaba los mejores momentos de sexo y con el morbo siempre asegurado. Como era habitual, Pedro me abrió la puerta y sonrió. Le saludé con un beso en los labios, como si se tratase de una contraseña. Mantuvimos una corta conversación, le toqué el culo y entré. Pedro es un tío que vestido de cuero da la sensación de ser un tipo muy duro; pero cuando le conoces descubres a una persona muy distinta. Organiza muy bien las sesiones de los viernes, siempre con un morbo diferente y la gente confiando en él. Sabía muy bien a quien dejar entrar o no y tenías que ganarte su confianza que, sinceramente a mí, me resultó muy fácil. Viste siempre con chaleco, unos chaps de cuero negro y suspensorio. Los pezones atravesados uno por un grueso aro y el otro por una barra. En la nariz también lleva otro aro. Sus botas militares completan su atuendo.

Ya dentro saludé a algún conocido, pedí mi cerveza y me senté en uno de los taburetes de la primera barra. Nada más entrar en el Eagle te encuentras una primera barra, la más tranquila, donde la gente suele conversar. El segundo espacio, tras una cortina de cuero negro, crea un ambiente más morboso. Al frente te encuentras unas escaleras que suben a los baños y a la zona más oscura, luego sigue un banco y a la izquierda, una cruz de castigo donde de vez en cuando alguno de los asistentes se deja atar. En el techo cuelga una gran barra con cuerdas y cadenas que sirven para el bondage entre otras prácticas. Subiendo las escaleras, la luz se vuelve más tenue y sólo unas bombillas rojas iluminan una especie de andamio y un banco de metal al fondo cubierto de telas negras. A la izquierda y resguardado también entre barras de metal y cuero negro está el sling. Las paredes son negras al igual que el suelo donde se crea una atmósfera muy especial, que en un principio puede provocar sensación de claustrofobia, aunque la verdad, siempre me he sentido como en mi segunda casa. Allí sentado, tomando la cerveza y mirando como Pedro disfrutaba mientras le retorcían los huevos, me vino a la memoria la primera vez que intenté entrar. No me dejó, me miró de arriba abajo y me dijo: «No, lo siento, así no puedes entrar». Me largué de muy mala hostia, porque aquel lugar me provocaba y deseaba conocerlo. La segunda vez me volvió a mirar y me dijo: «Pasas si te desnudas». La noche era muy fría y no me dio la gana y me fui de nuevo cabreado, a la tercera dicen que va la vencida y me volvió a proponer ponerme en bolas y acepté. Entré, me despeloté y cuando me vio la polla me la cogió y me dijo: —Joder tío, con este rabo vas a triunfar esta noche. Tenía razón, aquella noche acabé con la polla rota. Muchos de los presentes estaban en pelotas y otros con cuero negro. La mezcla de ambas pieles me provoca una sensación estimulante. Cuero blanco, cuero negro. Me excitaba. Mi polla pasaba de mano en mano hasta que me encontré con un hermoso ejemplar: El chaval debía de tener unos 23 años y un verdadero cuerpazo. Su torso era ancho y ligeramente velludo. Su espalda fornida terminaba en una amplia curva lumbar de la cual brotaban las nalgas más hermosas que he visto en toda mi vida. Las piernas fuertes como un toro y un buen rabo. La cabeza rapada y las facciones jóvenes y masculinas. Aquel culo era espectacular y me la puso dura cuando lo rocé. Me miró y sonrió: —¿Te gusta? —Mira como me la has puesto cabrón. —Coge un condón del gorro y fóllame aquí mismo. —¿Delante de todos? —O lo haces aquí o no catas mi culo. Cogí un condón del gorro militar que cuelga encima de la primera barra, me lo puse y lo incliné contra la barra. La gente se puso a mirar. Escupí en su culo y cuando tenía el glande en su agujero, noté que ya estaba dilatado. Se la metí de golpe y el tío gritó: —¡Hijo de puta! —Miró hacia atrás con deseo. —En este culo, no es la primera polla que entra hoy, así que disfruta de la mía. Le follé como a un perro, sin contemplaciones, haciéndole gritar cada vez que la metía y la sacaba de golpe. La gente se pegó más a nosotros y algunos me empezaron a meter mano. Me calentaron como a un toro y aquel chaval recibió una buena follada y yo una corrida increíble. Se volvió y me comió la boca. —Quiero que me vuelvas a follar luego. —Si quieres me pongo otro condón y repetimos. Mira, sigue igual de dura.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2018 ⏰

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