Los hechos y personajes de la siguiente texto-novela no son reales, pertenecen a una historia de ficción. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
A diez minutos de que comience el clásico barrial, Rocío ya se había ubicado en una de las gradas ubicadas en el costado izquierdo de la cancha. Sabía que se iba a comer el garrón de su vida, que era un embole y que ni siquiera sabía cómo era la camiseta que usaba su novio.
Todavía Lautaro no sabía que ella estaba allí, su "hada madrina" que lo iba a hacer ganar este sábado, porque se encontraba en el vestuario con los demás integrantes del grupo. Estaban todos muy emocionados, a la expectativa de lo que iba a pasar.
El árbitro se para en el medio de la cancha de fútbol 5, toca el silbato y sale el equipo visitante. Rocío mira su celular, sin prestar atención a lo que sucede en la cancha, hasta que presentan al equipo de su novio.
Uno a uno los ve salir y opina mentalmente lo que le parecía la vestimenta: una camiseta roja con rayas verticales blancas y el número con el apellido en color azul. El pantalón es blanco con rayas rojas y azules en ambos costados, el número en color azul marino, las medias también son azules y los botines son todos diferentes.
El arquero era un chico grandote, medía aproximadamente un metro noventa, era algo relleno pero muy bonito de cara. Por lo que se acuerda que Lautaro le contó, se llama Alejandro pero le dicen "Gordo".
Uno de los defensores tenía aproximadamente diecinueve años, se notaba que era el más grande del grupo. Tenía un lunar en la mejilla izquierda pero una sonrisa de costado muy particular. Sus cejas eran algo pronunciadas, parecía que juntaban ambas con frecuencia. "Claro, Martín, el cejón", recordó Rocío. Miles de anécdotas se le cruzaron por la mente, Lautaro era muy amigo de Martín pero nunca se presentó la oportunidad de que Rocío también lo conozca y salgan juntos riéndose como solía hacer su novio.
Al otro defensor lo conocía, se lo había comido ella una vez hace como dos años en un baile que organizó el colegio de Lautaro ya que es compañero de él. Nunca supo su nombre, porque siempre le dicen "Pache" por su apellido, "Pachetti" y Rocío tampoco entiende por qué se lo comió, si no tiene nada de lindo. Es flaco y alto, sin ningún músculo, tiene las piernas más flacas que una mujer y la nariz un poco grande...Cero atractivo, pero cuando te ponés a hablar con él es tan buena onda y copado que te olvidás que es feo y te atrae igual. "Por eso es que estuvo con las chicas lindas que estuvo, por la personalidad", piensa Rocío mientras observa a Lautaro en su ubicación y ve entrar corriendo a un chico que no había visto, ni su novio le había nombrado en otra oportunidad.
Este joven entra trotando de costado, acomodándose la parte de atrás de su pelo con la mano derecha. Rocío lo mira fijamente entrecerrando los ojos para ver si lo conocía. Pero no. Este chico le llamó la atención totalmente. Se paró en el medio de la cancha saludando a lo que parecían ser sus familiares y dejó al descubierto unos perfectos dientes blancos y derechos, acompañados de unos labios carnosos y una sonrisa tan divina que Rocío no había visto en años. Le encantaba ver las sonrisas ajenas, sobre todo de varones, y más aún de este chico que, además de una boca ideal, presentaba una nariz respingada perfectamente delineada y unos ojos verdes con pestañas bien negras y marcadas. Era castaño claro, medía aproximadamente un metro sententa y pico y tenía bien marcados los bíceps. A Rocío le pareció divino y no dejó de mirarlo ni un segundo, tampoco se percató de la presencia de Lautaro en el medio de la cancha.
- Mirá esa pibita, Pache.- el chico lindo le muestra con disimulo a Rocío, quien se da cuenta y automáticamente mira para otro lado.- Nunca la vi por acá.
Pache niega con la cabeza.
- Mejor mirá para otro lado. Es la novia de Lauti.
El carilindo se mordió los labios y abrió los ojos, sin poder creer que un bombón así esté con un pibe tan insulso como Lautaro.