¿Esta era que? ¿La cuarta? ¿Quinta vez que sucedía? Ante ella se presentan los interminables pasillos, a medida que avanzas puedes ver los rostros aburridos, melancólicos de los trabajadores, los burócratas. Ni siquiera me di cuenta por dónde iba y cuándo menos los imaginaba ya había llegado a la puerta.
-Déjame decirte que vamos a evaluar tu presentación-mira el papel, busca el nombre. ¿Tan difícil es decir que no? ¿Qué les cuesta?- Tienes las cualidades. Nosotros te llamaremos.
Y vuelve la cólera. Ella piensa en la sonrisa forzada, en el desinterés de la muchacha. Mierda. Se abre paso entre las gentes que merodean en la extensa avenida. Tanto tiempo desperdiciado, tanto dinero al tacho. No hay sol ese día, solo nubarrones que, como un espejo del estado de animo de los ciudadanos, se mueven con lentitud en el cielo.
En Lima, el cielo claro, las nubes blanquecinas son manifestaciones anacrónicas. Pensar en ellas es pensar en otros mundos, acaso lejanos, acaso inexistentes para sus habitantes. Un idiota que pasa en su carro me hace un comentario obsceno, le respondes y lo más probable es que salgan a defender al tipo.
-¿Y tú que vas a hacer?- le pregunta Cata mientras caminan, sin dirección aparente, en el patio del colegio.
-La verdad que no sé- contesta Johanna- Quizá estudie ,quizá trabaje. Me gustaría estudiar Ingeniería.
-¿Ingeniería qué?- pregunta Cata, intenta contener la risa. Todo el mundo quiere ser ingeniero en estos días, nadie sabe para qué pero dicen que han dicho que es una carrera que trae mucho dinero. Entre las mejores pagadas, Johanna. Eso sí.
El bus está lleno. No entra ni un alfiler más. Es ahí donde se crea esa extraña mezcla de olores, de perfumes baratos, desodorantes echados a último minuto para asistir a la entrevista a la que habías prometido llegar temprano y también hace su aparición el olor que el organismo manifiesta cuando no el agua no ha rozado tus poros.
Un chico toma asiento junto a ella. Él cree que no te das cuenta, que no lo ves, que estás distraída viendo las casas, automóviles y descampados que ofrece el viaje de regreso a casa. Tiene el rostro lleno de granos, lleva una polera celeste y las manos en los bolsillos de ésta.
El carro frena de improviso.
Por la puta que te parió, imbécil de mierda ¿No sabes conducir?
-Hola- susurra el tipo. El hombre que ha insultado al chófer empieza a hacer escándalo, están quienes lo apoyan y quienes lo tratan con indiferencia.
Johanna se sobresalta. No le hace caso, quiere no hacerle caso y saca sus manos de los bolsillos de la polera y entonces..
-Eres una loca de mierda- el grito del joven opaca al del hombre que insultaba al chófer- Yo no te he tocado nada. Estás loca. Eres una loca de mierda.
Todas las miradas se fijan en el chico que acaba de recibir la bofetada más fuerte que alguna vez haya recibido en sus patéticos diecisiete años de existencia y la más fuerte que Johanna haya propinado en sus dieciocho años de vida.
El barullo, el cinismo del muchacho, el ritmo amodorrante al que avanza el bus son suficientes factores para que Johanna abandone el vehículo. No interesa, empuja a quienes obstruyen el paso y sale.
Ahora estás en la calle, estás a siete cuadras de tu casa. Había llegado a 'La Periferia', el nombre que reciben tres distritos al sur de Lima. Ese hijo de puta no tenía ningún derecho a tocarte las piernas, que se joda el chófer, la mamá del chico. No me interesa.
Los noticieros le habían hecho mala fama a La Periferia. Se decía que era una tierra putañera, llena de drogadictos, plagada de niños ferales. ¿Niños ferales? ¿De dónde diantres sacan eso? Johanna no podía evitar sino sentirse avergonzada cada vez que, en una entrevista de trabajo, le preguntaban dónde vivía y ella tenía que responder : 'La Periferia'. La avergonzaba y a la vez sentía cólera ya que los entrevistadores no podían disimular el gesto que se producía en sus rostros.
-¿Y cómo te fue?- ahí estaba tu mamá. Tú estabas sentada en el comedor, revisando los encabezados y ella, como era costumbre, apareció de improviso, sin avisar. ¿Ibas a contarle sobre el impasse del bus. Tú contestas : 'Me dijeron que iban a ver si cumplo con los requisitos que ellos exigen y, si es así, entonces me llamarán'
La mano se posa sobre tu muslo como si fuera una zarpa. El tipo empieza a reírse silenciosamente, sabe lo que hace, no es un acto involuntario. Él se ha sentado ahí solo para tocarte y cuándo te das cuenta, alzas la mano y pierdes noción del lugar y del tiempo. Como una palmada, CLAP, la cabeza del pervertido no gira más por que su cabeza no es capaz de dar una vuelta de 360 grados. Lo habías hecho.
Indignado, el chico se pone de pie, aferrándose al asiento para que el movimiento del bus no lo tumbe al suelo, y empieza a vociferar que eres una loca de mierda, que él nunca te ha tocado las piernas y su madre interviene. ¿Quién te has creído tú? pone énfasis en el 'tú' ¿Quién te crees tú para golpear así a mi hijo? Perra. Yo no voy a tolerar que usted me hable así, señora. Al inicio no ibas a contestar pero tienes que defenderte. Si no lo haces, entonces cualquier patán querrá sobrepasarse contigo, va a creer que eres un objeto y te va a seguir tocando como si fueras algún estúpido juguete sexual y tú, tú, que ya le has aguantado suficiente a esta tierra de porquería, no ibas a permitirlo ¿O sí?
-Yo he estado viendo a mi hijo- pone énfasis en 'mi'- y él no te ha tocado la pierna en ningún momento.
Johanna ya se había cansado de responder y decide ponerse de pie, empujar al muchacho tanto como a la madre y se abre paso entre los pasajeros del bus que creían ya tener suficiente con la lentitud del transporte y con los improperios del hombre que- en un acto de valentía y estupidez- había decidido increparle al chófer que su forma de conducir era la inapropiada y casi pudo haber matado no solo a él sino a todos los pasajeros.
-Oye amiga, paga- le grita el chófer cuando ella desciende del bus pero tú le contestas con un cortante 'Ya le pague' y el chófer te insulta, el bus arranca y sigue en su psicótica carrera infernal. Estás a un cuarto de hora de llegar a tu casa, estabas a cuatro cuadras. Mejor era caminar a tener que soportar los horrores a los que una chica de tu edad tiene que verse sometida en una unidad de transporte abordada por hombres en su mayoría.
Son las cuatro de la tarde pero los nubarrones son capaces de hacerte creer que son las seis y media. Johanna se detiene en una pequeña farmacia, prueba el teléfono público que se encuentra afuera para llamar a su casa pero éste se encuentra averiado y maldita sea. ¿Qué más puede salir torcido el día de hoy? Mejor no te hagas esa pregunta, Johanna. Un perro ha sido atropellado y obstruye el tráfico. Un grupo de personas se reúnen para remover el cuerpo del animal de la pista y darle solución al problema. La otra vez ocurrió lo mismo con un niño y nadie hizo nada.
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