Capítulo 8

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Su corazón aún latía desacompasado a causa de la presencia de Hyukjae en su casa. Toda una tarde junto a él, sintiendo su aroma y viéndolo revolotear a su alrededor, parecía una fantasía. Cerró los ojos mientras negaba con la cabeza y contenía el aire en sus pulmones. No quería ser ambicioso. Pero tratándose de Hyukjae, no ser ambicioso era prácticamente imposible.

Ahora la casa se sentía tan silenciosa y fría sin su presencia allí. Había sido un día de ensueño, perfecto y mucho más de lo que esperaba para al despertar esa mañana. Mientras apagaba las luces, pasaba por el baño y luego ingresaba a su habitación para acostarse a descansar, se preguntaba si estaría bien lo que estaba haciendo. Dejarse llevar por lo que su corazón le pedía a voz de grito y no pensar en lo desfavorable que podía ser permanecer más tiempo con Hyukjae. Si ahora se comenzaba a sentir perdido en la nube de sentimientos que él le provocaba, no quería pensar en cómo sería después, cuando cayera completamente por él si no detenía las cosas.

Pero lo peor de todo era que él no quería detener nada, pues muy en el fondo le gustaba lo que comenzaba a sentir por Hyukjae que, si no era amor, estaba cerca.

***

Moverse por las calles en silla de ruedas no era tan fácil. Si llovía, no era cómodo usar un paraguas; si la acera estaba rota, debía bordearla; si el mar de gente venía en su contra, era avanzar a pasos de tortuga. Pero lo que menos le gustaba a Donghae era las miradas de las personas, siendo las de lástima las que más odiaba.

No porque usara una silla su vida era amarga, eso no. Había aprendido a ser muy feliz a su modo. Tenía amigos, mascotas, familia, y eso era suficiente. En el fondo veía complicado encontrar una pareja que pudiera aceptarle con todo lo que él era, y mucho tenía que ver en ello el escaso amor que a veces se tenía a sí mismo, la poca fe y confianza en poder cuidar a otra persona con el mismo ahínco que necesitaba lo cuidaran a él. Inconscientemente pensó en Hyukjae, porque no podía dejar de pensar en él a cada instante. Quería que fuese Hyukjae quien quisiera compartir con él su vida.

Pensando en estas cosas, pero no dejando que su ánimo decayera Donghae llegó a la clínica veterinaria en la cual solía trabajar de lunes a viernes. Entró con su propia llave, pues aún era temprano y ninguno de los veterinarios había llegado aún. Su trabajo se remitía a encargarse de la recepción, donde además de mantener limpio y ordenado para cuando llegaran personas con sus animales, debía atender el teléfono para las urgencias, las peticiones de horas para consultas médicas, los pagos, y la venta de artefactos de mascota.

La clínica había ganado bastante popularidad desde que había abierto hace dos años, pues destacaba por la calidad de sus profesionales. Se ubicaba en pleno centro, y a Donghae le quedaba a un par de calles de distancia del Centro de Rehabilitación donde solía hacer sus ejercicios los días lunes, martes y jueves, los que no entrenaba baloncesto. El trabajo le resultaba cómodo y a la vez gratificante, pues ver pasar a diversos animalitos le conmovía y le agradaba a partes iguales.

Como desde hace dos semanas, lo primero que Donghae hacía al llegar era dirigirse a la sala de cuidados. Allí le daba de comer a una pequeña perrita salchicha que él mismo había encontrado abandonada un día de camino al Centro de Rehabilitación. Resultó que la perrita tenía tan solo unas semanas de vida y supusieron que la razón por la que la habían abandonado en medio de la basura en un callejón era porque sufría ceguera de nacimiento. Su recuperación había tardado porque además de desparasitarla debía ganar algo de peso, pues estaba evidentemente desnutrida.

Donghae vio el pequeño bultito negro sobre una manta durmiendo plácidamente. Rellenó un cuenco con agua fresca y con alimento otro, dejándolos junto a su cama para cuando ella despertara.

The HouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora