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La tibia brisa característica de una tarde de verano golpeaba suavemente contra su rostro, sus rojos y finos cabellos eran levemente barridos por la ráfaga de viento que pasaba justo frente a él arrancándole una inevitable sonrisa de satisfacción.

Suspiró por primera vez en el día.

Emprendió su andar por aquel ya conocido sendero mientras a su paso el follaje de los árboles iban de un lado a otro mecidos por su vaivén característico, dejando con ello aquel rastro del aroma dulzón que emanan las flores a punto de marchitarse y caer por el entrante otoño.

«Qué extraño...»

Una inerte hoja cayó sobre sus pies haciendo que detuviera su andar por el impulso que tuvo al tomarla, se volvió a erguir y frunció el ceño al ver cómo el paisaje que anteriormente brillaba rebosante de vida ahora estaba teñido en tonalidades anaranjadas y amarillentas.

Una fría corriente se encargó de hacer que su cuerpo temblara, mas la repentina voz que resonó fuerte y clara le abrazó con tanta calidez que no tuvo de otra que rendirse como siempre hacía.

Sabía que vendrías...

Despertó.


A las ocho de la mañana somnoliento se hallaba arrastrando su maleta por el aeropuerto, había despertado de mejor humor aquel día y el culpable era nada más y nada menos que el sueño que había tenido (al cual estaba extrañamente acostumbrado), aunque claro, aquella frase ya tan conocida no dejaba de resonar en su memoria.

Una vez listo todos los trámites previos al abordaje del avión se sentó en la sala de espera con teléfono en mano, aguardando pacientemente a que su momento llegara.

Cerró los ojos sólo para reposar la vista, sentía aún el cuerpo un tanto pesado por no haber podido descansar del todo bien la noche anterior, ¿la razón? El calor del departamento era insoportable aun cuando durmió sin su habitual pijama de dos piezas y con la ventana abierta.

Un leve remezón en su hombro izquierdo lo sacó de sus cavilaciones, encontrándose con una cálida sonrisa proveniente del rostro de su coprotagonista al abrir los ojos de par en par.

—Yuu-chan, despierta. Vamos a abordar el avión. — Avisó la chica.

El pelirrojo no tuvo más que asentir y espabilar puesto que sabía en un par de horas tenía que estar lo suficientemente alerta para interpretar muy bien en el musical, después de todo el tener el papel principal le había costado y definitivamente el decepcionar a la gente que tanto había confiado en él no era una opción vigente.

Con esos pensamientos el chico se embarcó en aquel avión llegando horas después a Inglaterra, allí hicieron una breve conferencia de prensa en la cual se lució con inglés fluido, dieron algunos detalles de cada personaje y finalmente tuvieron la típica sesión fotográfica para concluir. Entrada la tarde, después de un contundente almuerzo, todos se juntaron para dar una última pasada al libreto, ver el arreglo de la escenografía, los vestuarios y el maquillaje. Todo debía estar perfecto, ni un ínfimo detalle podía quedar al aire.

Al día siguiente, a eso de las nueve de la noche las puertas del teatro fueron abiertas, las butacas que antes estaban vacías se fueron llenando de gente y las tenues luces iluminaban sus rostros impacientes y ansiosos por ver al tan ansiado protagonista de esa noche.

Tras bambalinas la cosa era de locos, los maquilladores corrían de un lado otro al igual que algunos actores que eran los primeros en entrar a escena, personas impacientes miraban sus relojes cada cuanto, mientras que otras tan sólo caminaban afanosamente en una misma línea recordando y repitiendo el libreto que a esas alturas debían haber manejado al revés y al derecho. Yusuke por su parte se hallaba sentado en un rincón observando cómo el mundo se movía frente a sus ojos, milagrosamente los nervios no estaban haciendo estragos con él como con el resto de sus compañeros, mas eran las ansias de salir las que parecían comerlo vivo.

Sabía que vendrías [lynch.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora