La ley de Murphy

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Me encuentro en mi habitación, frente al espejo, ajustándome el vestido amarillo que tanto le gusta a mi madre. Me lo estiro hacia abajo con agresividad varias veces, pues me parece que la falda es demasiado corta para llevarla un día en el que estará casi toda mi familia presente. Justo mañana es mi cumpleaños y necesito elegir la ropa que me pondré. Al querer ajustarlo más, un horrible ruido de tela rompiéndose hace que pare de hacerlo. Mi vestido se acaba de romper, y ahora no tengo nada con lo que ir, encima este era el vestido preferido de mi madre, como ya dije.

- Caramba, ¿Ahora qué hago?

Mi cara de asco se refleja en el espejo y decido cambiarme para ir a comprar otro vestido. Una vez cambiada, salgo de la habitación y me desplazo por casa muy lentamente. Es pronto y mis padres se podrían despertar, y nadie quiere que lo hagan. Mis hermanos están durmiendo también. Me voy con prisa hacia la salida, recorriendo el enorme salón que tenemos. Cojo la chaqueta y me voy.

Un golpe hace que me detenga, el perchero de donde cogí la chaqueta se ha caído al suelo. Mi madre se va a despertar y me va  a ver aquí, cuando ha especificado que mis hermanos y yo no debemos salir sin su consentimiento bajo ninguna circunstancia o acabaremos como mi hermano pequeño cuando se fue corriendo hacia el camión de los helados; con un moratón en el brazo, o algo peor. Sinceramente eso es normal en mi familia desde siempre. Somos una familia agresiva y estricta, muy culta y antigua, mi madre es la que normalmente siempre ha mandado.

- ¡CHRISTOPHER! - La voz de mi madre extremadamente enfadada se escucha desde el interior de la casa, haciendo que me vaya corriendo hacia el coche y lo arranque, apresurada.

Comienzo a conducir. Christopher es mi hermano de 15 años, puede que estuviese en el salón y no me diese cuenta, normalmente está pegado a su serie de Netflix y la televisión del salón es la más grande de toda la casa. Ese grito sonaba a que se había roto el perchero. Si lo he roto, Christopher se va a meter en problemas muy grandes, ya que la mayoría de los muebles que se encuentran en mi casa tienen décadas, perteneciendo a mis abuelos, hasta a los padres de estos.

Ya he llegado al centro comercial. Entro con un poco de prisa, pues no quiero tardar mucho en volver y que me vean entrar en casa todos.  Me acerco a la tienda de mi mejor amiga, Bet. Sus pelos rojizos hondean en el aire, y sus ojos verdosos, hoy brillan más que nunca. Se reparten varias pecas por sus mejillas y nariz, dándole un toque a su rostro muy interesante.

- ¡Hola tía! — Su sonrisa hace que mi día se ilumine. Me abraza con fuerza. — ¿Qué tal te va la vida?

- Bueno, no muy mal por ahora, creo yo. — Se nota la decepción en mi cara, pues siento pena por mi hermanito.

- ¿Tu madre ha vuelto a hacer algo chungo? — Me susurra para que nadie lo escuche, con los ojos muy abiertos. — Bueno, olvidémonos de rollos y hagamos que este día mejore para ti. Vamos, entra.
Nos adentramos en la tienda. Mi atención de desvía hacia un vestido de tonos azulados y verdes, el cual hace que destaquen mis ojos marrones. Mi piel morena brilla, pareciendo más suave de lo que es, y las comisuras de mis labios carnosos los cuales hoy lucen un tono rubí, se alzan al mirarme una y otra vez al espejo. Bet me mira con lo que parece ser admiración.
- Estás muy guapa Janette, mañana van a quedarse anonadados. Qué pena que nos tengamos que despedir. — Su rostro cambia radicalmente a una expresión de tristeza. — Prométeme que volverás a visitarme, ¿Vale?
- Obviamente que vendré, Bet, te lo prometo.
Me sonríe y me compro vestido. También me llaman la atención tres monederos muy pequeños de colores pasteles, por lo que me los compro también.
- ¡Nos vemos mañana! — Bet se encuentra moviendo la mano en señal de despedida, y yo igual, sonriente.
Me subo al coche y conduzco en destino a mi casa. ¿Qué habrá pasado desde que no estoy? ¿Christopher estará bien? ¿Mi madre estará buscándome a mí?

Muevo la cabeza rápidamente hacia los lados al darme cuenta de que me he quedado distraída mirando hacia el volante, pues mi rostro cambia a una expresión de impacto, ¿Quién iba a decirlo? Enfrente mío se encuentra un espectáculo de lo más dantesco; me acerco a gran velocidad a un semáforo en rojo, y tras este, hay varios coches en movimiento.

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Espero que os haya gustado. Aquí dejo una imagen :) 


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Nada dura para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora