capítulo único.

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Lisa sumergió la mano en el interior grasiento del recipiente que contenía las palomitas, llevándose un puñado a la boca, masticándolas airadamente. Su mirada reposaba en la pantalla, desdeñando el espectáculo que se proyectaba en la desmesurada superficie. Junto a ella, Jennie se recostaba cómodamente en su asiento, con sus ojos imantados en la pantalla, apreciando la cinta. Ausente, la vio coger su refresco y arrimárselo a los labios, sorbiendo el burbujeante producto distraídamente; parecía completamente abstraída en las escenas que parpadeaban en la pantalla. Lisa bufó, dejando que su diestra buceara entre las palomitas amontonadas en el cartón, recogiéndolas en un puño y remolcándoselas en la boca, otra vez, triturándolas con morosidad. Decir que estaba aburrida sería un eufemismo. Sus ojos vagaron por la pantalla, absorbiendo la visión de la actriz. Era una de esas películas Chick-flick donde la heroína se debatía entre dos pretendientes. En lo que avanzaba la trama, Lisa se supo juzgando el terrible guión y las actuaciones poco creíbles. Todo lo que hacía la protagonista era quejarse con sus amigas y avergonzarse a sí misma de formas predecibles cada vez que uno de sus pretendientes estaba cerca.

Aún así, quería complacer a su novia. Jennie no era muy adepta al cine, siempre que acompañaba a Lisa terminaban cediendo a la premisa de una cinta infantil animada o una comedia slapstick PG-13. Esa vez, Lisa se propuso complacerla y padecer en silencio las próximas casi dos horas de película.

El cine no parecía tan repleto, más bien, semi vacío. Hileras e hileras de butacas se extendían frente a ella, abarcadas por los escasos espectadores repartidos por todo el cine. La iluminación era débil, la pantalla despedía un ligero halo azulado sobre las figuras que acaparaban aquella estancia. De vez en cuando, alguno se estiraba para alcanzar su refresco o inclinaba la cabeza hacia el ocupante de la butaca aledaña para susurrarle algo. La tailandesa filtró un suspiro, apoyando la cabeza contra el respaldo de su sillón. Hizo un puchero, mientras retorcía un mechón naranja en torno a su índice. Descansó sus palmas sobre su regazo, entrelazando sus dedos. Con lentitud, viró la cabeza hacia su derecha y apreció el perfil de Jennie. Estaba enfocada en lo que acontecía en la pantalla, con sus belfos separados ligeramente para expulsar una respiración pacífica, con su expresión apacible. Su propia boca bosquejó una sonrisa. Casi lánguidamente, posó su mano sobre su pierna, curvando los dedos en torno a la piel expuesta de su musclo, cerca del pliegue de su falda. En respuesta, Jennie le lanzó una mirada de soslayo, antes de devolver su atención a la pantalla.

Lisa suprimió una sonrisita. En su lugar, dejó que sus dedos reptaran a lo largo de su muslo, escabulléndose por debajo de la prenda. Jennie se puso rígida, mas no apartó la mirada de la pantalla. Alentada por su falta de reacción, escurrió su palma hasta la parte interna de su muslo, recorriendo aquél tramo de piel, rozando la carne sensible con sus yemas, suscitándole un estremecimiento a la otra mujer cuyos labios presionó con firmeza. Lisa distinguió el tinte escarlata que manchaba sus mejillas, apenas discernible en la oscuridad, su expresión tensa, empero, la delató. Colando por completo la extremidad bajo su falda, amasó su muslo con parsimonia, extendiendo las falanges de sus dedos peligrosamente cerca del borde de sus bragas. Jennie ahogó un gemido. Lisa, finalmente, sonrió, triunfal.

Presionó su índice contra su centro, deslizándose perversamente en su hendidura, haciéndola silbar. Un escalofrío recorrió su columna, uno visible, pues la expresión de Lisa se iluminó con una oscura satisfacción. Le sintió cambiar de posición, separando las piernas un poco para facilitarle el acceso. Cuando la tailandesa pellizcó su clítoris por encima de la tela de sus bragas, Jennie hinchó el pecho con un gemido sofocado que se filtró después como un tembloroso exhalo. Los ojos de la castaña se desprendieron de la pantalla, arrastrándose hasta ella, con sus párpados alicaídos y su densa mirada encapotada por la lujuria. Inclinándose, Lisa plantó un reguero de besos húmedos a lo largo de su cuello. Estiró la delgada prenda, haciéndola a un lado para poder hurgar en su sexo. Tanteó su entrada, empujando su dedo en su abertura, resbalándolo, sin embargo, hacia arriba, hasta su clítoris. Gentilmente, aplastó la yema contra el pequeño montículo, arrancándole un gimoteo que, afortunadamente para ella, fue enmascarado por la película.

Comenzó a frotarlo en perezosos círculos, haciendo que Jennie balanceara sus caderas, de delante a atrás, de forma sutil. La castaña enterró sus uñas en los mullidos reposabrazos, revolviéndose en su butaca y mordiéndose el labio inferior para impedir que algún sonido se derramase fuera de esta y las delatase. Lisa apresó su labio inferior entre sus dientes, divertida. Continuó restregando su clítoris, sin perder detalle de cómo su expresión se arrugaba en una mueca, percibiendo cómo sus músculos se contraían y tensaban, cómo sus caderas se sacudían violentamente bajo sus finos dedos. Jennie arqueó la espalda, echando la cabeza hacia atrás, abriendo la boca para derramar un grito silencioso. Rápidamente, Lisa estampó su boca contra la suya, fundiéndose en un beso candente que tenía como objetivo amortiguar los gemidos que amenazaban con escapársele. Apretujando su frágil muñeca entre sus muslos, Jennie alcanzó el clímax con una serie de respiraciones largas y temblorosas. Colapsó en su asiento, jadeante y un tanto desorientada.

Lisa soltó una risita, situando un breve, casto beso en su cuello antes de retroceder.

—No puedo creer que hayas hecho eso... —suspiró la castaña, flácida. Lisa resopló.

—No puedo creer que tú me hayas dejado hacerlo, unnie —bromeó—,en el fondo eres una pervertida.

Jennie gimoteó, enterrando la cara entre sus manos, mortificada. De pronto, se prendieron las luces, alumbrando de un tenue amarillo la habitación. El murmullo de las conversaciones zumbó en el cine, cada una de las personas se incorporaba y desfilaba hacia la salida. Percatándose de esto, la pareja dirigió su atención a la pantalla, ahora los créditos abarcaban la amplia superficie; la película había terminado. La castaña dejó escapar una exclamación, a la par que Lisa reía. A medida que desalojaban el cine, la pelinaranja envolvió sus hombros con su brazo, inclinando la cabeza contra la suya.

—Oye, al final, ¿con quién se quedó?

La mayor resolló, disparándole una mirada de reproche que discrepaba con la curva de su boca.

—No lo sé, no estaba prestando atención.

CINEMA ─ jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora