One-shot yaoi

chico bomba x rob

Aquel domingo las calles de la ciudad estaban particularmente vacías. La mayor parte de los estudiantes de Elmore Junior High se encontraban con sus familias y/o amigos para gozar del último día de descanso semanal antes de regresar a la monotonía de los lunes. Todos parecían disfrutar un glorioso día sin obligaciones, todos excepto Julius Oppenheimer Jr, quien había pasado todo su supuesto fin de semana de vagancia cumpliendo tarea tras tarea de una lista que parecía no tener final.

—¡Sí viejo! ¡Lo sé, esto es lo peor! Tampoco podré ir al cine hoy. Seré el único que no vio la cinta, pero ¡ay de aquel quien se atreva a siquiera comentarme un solo detalle de la película mañana en la escuela! —se quejó Julius, hablando por celular con su amigo cupcake, mientras caminaba con una bolsa repleta de víveres entre sus largos y delgados brazos.

No importando quien lo viera o reclámese, el muchacho pateaba todo lo que estuviera en su camino para aminorar el disgusto que sentía. No quería explotar y tener que regresar a la tienda a comprar todo de nueva cuenta, sin mencionar que esta vez la transacción saldría de su propio bolsillo o más bien de los bolsillos de los chicos que atormentaba en la escuela y por más que gustara la idea de robarles a los más jóvenes no estaba dispuesto a repetir ninguna de las tareas que sus padres le habían impuesto como penitencia. Estaba tan inmerso en lo que hacía que apenas notó al conocido ladrón Huella Digital corriendo a toda velocidad sobre el mismo tramo de acera que él.

—¡No me estorbes niño!  —grito el maleante a punto de impactar con el muchacho.

—¡Que demo…! —alcanzó a expresar el hijo del Sr. Oppenheimer, evitando la colisión en el último momento.

Julius se encontró luchando por mantener dentro de la bolsa papel los tan preciados comestibles que sus padres le habían encargado. A penas había recuperado el equilibrio cuando un trio de oficiales de policía terminó embistiéndolo en su desesperada persecución del fugitivo.

—¡Lo sentimos hijo! –dijeron al unísono los guardianes de la ley sin detenerse.

Los víveres, al igual que el chico bomba, cayeron con estrepito sobre la acera. Eso en definitiva acabo con la última gota de paciencia que le quedaba a Julius. Ya no lo soportaba más, quedarse sin fin de semana era una cosa, pero ser embestido por policías torpes cuando él, en esta rara ocasión, no había hecho algo malo era el colmo. El chico bomba se levantó con una sarta de groserías a punto de salir de su interior y en un último intento para no perder la cabeza, soltó un gritó colérico a la par que pateó con fuerza una de las manzanas que yacían en el suelo. La fruta voló por los aires, antes de caer en una alcantarilla abierta de la cual el adolescente desconocía su existencia hasta ese momento.

—¡Ouch! ¿Ten más cuidado quieres? —expresó alguien en el interior de la alcantarilla con una voz que sufría una ligera disfonía—. Quiero decir… ¿Podrías ayudarme a salir? Todo está demasiado obscuro, perdí celular y la escalera está incompleta. Por favor, llevo varias horas aquí abajo.

Aquel pequeño discurso de auxilio logro cambiar el ceño fruncido del joven Oppenheimer, por una expresión de sorpresa.

—Ayúdame a salir, por favor —rogó la voz desde lo profundo—. ¿Hola? ¿Sigues ahí?

—¿Viejo, está todo bien? —se escuchó decir a su amigo cupcake desde el otro lado de la línea.

El teléfono móvil fue levantado del suelo solo para ser colgado por su dueño. Una sonrisa maliciosa se apoderó del rostro del chico bomba al reflexionar sobre las posibilidades que traía consigo «ayudar» a una persona desesperada. Tal vez ese día podría traerle un poco de regocijo después de todo.

—¿Ayudarte? Bueno, eso depende —dijo el adolescente de los guantes blancos, acercándose a la alcantarilla sin dejar de sonreír.

—¿Depende de qué? —cuestionó su prospecto de víctima con desconcierto.