PRÓLOGO

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El intercambio de miradas fue eminente. Ninguno de los dos dueños de los duplos de iris castaños, que destellaban deslumbrantes, podía apartar su vista del ajeno.
Un momento en el que se hace imposible extinguir el fuego que ahondan dentro de sus pechos, torsos desnudos, perlados de diminutas gotas saladas, subiendo y bajando al compás de la melodía que producían sus nobles corazones. Los sentimientos se encontraban desvestidos en su totalidad. La sinceridad se percibía con tanta facilidad que casi se podría tocar y acariciar con las sensibles yemas de los dedos.

Sin embargo, una diminuta confusión emergía del interior del mayor de los amantes. Una inquietud arrazaba con toda su alegría, pero no el placer que su cuerpo recibía y disfrutaba con impaciencia.

"Esa pequeña duda" que hería sus fieles emociones. Que le hacían sentir culpable e hipócrita, tal como en su anterior y bastante significativa relación interpersonal que sobrepasó la intimidad.

Creía que ésta vez sería diferente, que al menos ese deseo se activaría al amar tanto a su pareja, como había leído que le pasaban a ciertas personas, pero no. Una vez más, carecía de aquella "conexión" que le diferenciaba del noventa y cinco por ciento de la población mundial.
Una vez más, esa apatía se apropiaba de su mente y se convertía en una soga imaginaria que sofocaba cada diminuto aliento que dejaba escapar, ahogándole de una manera, imaginariamente, dolorosa.
No podía respirar de forma regular. No podía tomar ese necesitado oxígeno que maltrataba su cansada garganta, y no necesariamente por la actividad que llevaba a cabo, sino, por su autopunición continua que se dedicaba a torturarle, como si de un sádico con total carencia de piedad se tratase.

«Eres un jodido raro. Eres un verdadero inhumano extraño. Eres un asco» pensó, olvidando que tenía a un espectador agotado sobre él, totalmente atento a las tristes expresiones que deformaban el rostro del mayor.

Al menor, le resultó deprimente aquella imagen. La escena que se presentaba frente a sus ojos estrujaba su corazón y la sensación de sofoco ahora se compartía en ambos sujetos.

¿Por qué lloraba? ¿Le lastimó mientras se movía sobre aquel marcado y escultural cuerpo? ¿Estaba feliz?
Ninguna pregunta era excelente cuestión que pudiera calmar su creciente incertidumbre.

Se detuvo. Dejando de lado el delicioso júbilo, se levantó un poco. Tenía que asegurarse. Pues, según él, se había estado meneando con lentitud, mucha desquiciante lentitud, como para que existiera la posibilidad de haberse sobrepasado.

Miró aquella parte de la anatomía contraria que se erguía imponente ante él, que por cierto, era muy hermosa. Y estaba en perfecta condición.

Entonces, ¿qué hacía que su apuesta pareja estuviera sufriendo tanto?

Repiró profundo. Lentamente, el aludido se dejó caer a un costado del mayor que se encontraba cubriendo su joven rostro con ambas palmas de sus manos, mientras sollozaba quedamente y daba pequeños saltitos como consecuencia del llanto.
A pesar de su condición, Akira fue consciente de lo que pasaba. Percibió el momento exacto en el que su novio se había apartado y sentía la mirada de compasión que le dedicaba el mismo. La "sentía" porque estaba acostumbrado a que le miraran de esa manera, ya era típico para él. Pero, no. No quería que le mirara como algo tan frágil. No deseaba que Takayuki sintiera lástima de él. No quería que se sumara aquel hombre tan maravilloso a la lista de las personas que le reprendían de manera indirecta. ¡No quería hacerle saber que era un tonto sensible que tenía problemas con su identidad sexual! ¡No!

-Akira... -Intentó comenzar a hablar con un deje delicado, como si con sus mismas palabras pretendiera evitar, a toda costa, romper más al mencionado.

-No lo sentí -Negaba constantemente el contrario, cubriendo con más fuerza sus irritados ojos y hablando con voz atropellada-. N-no pude se-sentir eso de lo que todos hablan. Aunque te ame de-demasiado. Más que cualquier p-persona que he amado en mi vida, no pude.

→Diez Centímetros 『Reituki』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora