A veces, cuando captas el momento exacto, puedes ver el universo a través de una mirada o una sonrisa.
Las personas no son sinceras, no siempre dicen aquello que piensan, al menos no directamente.
No obstante ello, a veces nos damos cuenta. Si eres atento te das cuenta.
Varias veces he logrado ver muecas breves, veloces, que reflejaban las verdaderas reacciones de las personas ante las distintas situaciones que estas vivían.
La fotografía logra captar esas expresiones para que no queden solo en el recuerdo (y posteriormente la mayor parte en el olvido puesto que es normal que el cerebro se deshaga de las informaciones "irrelevantes" como lo son las reacciones de todas las personas y se quede con solo aquellas a las cuales más valor le hayamos otorgado).
La fotografía lograba que estas cosas se inmortalicen.Me encantaban las personas, eran todas tan curiosas y misteriosas, como si formaran parte de combinaciones extrañas, nadie reaccionaba de la misma manera. Me gustaba fotografiar personas, pero de manera improvisa, sin que esta pose, para que de esta manera pudiera demostrar aquello que en verdad era.
Tenía dieciséis años cuando decidí montar un pequeño puesto en la plaza en la que podía tomar fotos a un precio bastante económico.
Habían pasado dos años desde entonces y el puesto me había dado resultados positivos; no vivía en una gran ciudad sino en un pueblo bastante pequeño y ya todos los que residían en este me conocían y no dudaban en llamarme para reuniones, matrimonios o ceremonias y ser la fotógrafa 'estrella' de aquellos eventos. ¡Me encantaba que me tomaran en cuenta! Era emocionante poder recaudar dinero haciendo lo que más me gustaba.—Camila, ¿otra vez contando las ovejas? ¡Despierta hija! ¿Medio quilo de pechuga o de pierna? Ya sé que el pollo no se va pero estás parada como tonta, jajaja, ¡ay, cómo son los chicos de estos tiempos!
—¡Perdón Teresa! Medio quilo de pierna por favor.Estaba avergonzada, no era la primera vez que me pasaba quedarme parada pensando como boba al frente de la señora Teresa. Ella tenía 52 años, era robusta, tenía el cabello muy corto y negro, le faltaba un diente y tenía lindos ojos. La conocí por primera vez (creo) a los cinco años que fui con mi madre al mercado, me dijo: la señora Teresa vende la mejor carne. Han pasado trece años y no lo dudo.
«¡Pam!» Teresa había cogido el machete y había cortado todas las piernas, luego las metió en unas bolsas y con una sonrisa de oreja a oreja me las entregó, le agradecí.
—¡No hay de qué niña! Salúdame a tu mami.Cuando regresé a casa después de treinta minutos de caminata sorprendí a mi madre feliz, cantando canciones de los iracundos mientras barría, echó una risa avergonzada y me besó en la frente para luego acompañarme a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo.
—¿Algún proyecto para hoy?—preguntó mi madre interesada, mientras servía los platos.
—El señor Ignacio me pidió que fotografíe a su hija con un vestido nuevo.
—¿A Claudia?
—Sí.
—Ay, odio esa niña.
—Tiene nueve años, es normal ser bobos a esa edad.
—Ay sí, pero es que ella ya abusa—concluyó para que luego nos echáramos a reír.Dos horas después del almuerzo con mi madre salí de casa y me dirigí a mi puesto en la plaza.
Había esperado media hora al señor Ignacio hasta que llamó para decir que su hija había sido castigada y que por ello no iría a tomarse la fotografía y que si se podía mandar para otro día, le dije que no había problema y que estaba bien.Pasaron las horas y no había mucho que hacer, decidí tomarme un descanso. Era primavera, me dirigí al parque y compré un helado donde el señor Martínez. Él vestía con una camisa a cuadros amarilla y unos jeans simples, la verdad es que su ropa la mayor parte de veces no combinaba lo suficiente pero igual su alegría escondía ello, y para mí la verdad lo sentía bastante bien, tenía un bigote muy curioso que le daba un toque exótico, me agradaba mucho y sus helados eran deliciosos.
Obviamente le tomé algunas fotos mientras servía el helado. Se veía contento: le brillaban los ojos al ver su trabajo y cada vez que alguien probaba su helado y hacía una mueca de satisfacción el señor Martínez esbozaba una sonrisa hermosa que podría alegrarle el día a cualquiera.
Había terminado el helado, así que seguí caminando. Había un lugar en el parque que estaba lleno de árboles y casi podía parecer que vivías en medio de un bosque, en primavera era hermoso, veías margaritas por doquier y flores por aquí y por allá. Me encantaba el paisaje y me llenaba de una sensación de calidez en el pecho.
Fue entonces cuando lo vi. Tenía más o menos mi edad, la nariz recta, el cabello azabache, ojos peculiares, labios finos y linda dentadura.
Me llamaba la atención, pero me avergonzaba acercarme.
Además conocía a todos los del pueblo y seguramente era alguien nuevo que probablemente necesitaría adaptarse.
Me animé a acercarme. Él se encontraba sentado en una banca de madera un poco húmeda, mirando hacia el suelo, exactamente un cúmulo de margaritas.
Al escuchar mis pasos él alzó levemente la mirada.
—¡Hey! Soy Camila.
—Matías.
—No eres de por aquí, ¿cierto?
—No, acabo de mudarme hace unas horas.No sabía qué decir, sentía la mirada de Matías como si estuviera observando cada detalle mío.
—¿Eres fotógrafa?—preguntó Matías, seguramente al ver la cámara en mi bolso, cosa que me llamó bastante la atención ya que sólo se podía apreciar un fino elemento de la cámara que sólo una persona muy observadora habría notado.
—No creo aún poder denominarme así, pero me apasiona.
—¿Desde hace cuánto?
—Desde que mi padre compró la primera cámara fotográfica y me pidió que le tomara una foto con mi madre, ellos no habían aún posado y yo tomé la foto, quedó tan bien que no la borraron y más bien apreciaron.
—¿Pero no salió movida o algo?
—No, no. A mi padre se le había caído algo y se puso de cuclillas para recogerlo, le sonaron los huesos e inició a reír. Luego fue peor ya que no se podía alzar y mi madre se burló de ello e inició a reír. Creo que la foto en sí no era bonita porque mis padres salieran guapos sino porque creo que logré captar ese momento, que logré inmortalizar las risas y hechos a través de tinta y papel.Matías se quedó asombrado y yo me avergoncé, ¿había hablado demasiado de nuevo? Eso temía.
—¿Me tomarías una foto, Camila?
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s o l o u n a f o t o m á s !
Romance-¿Por qué me tomas tantas fotos?-preguntó el azabache. -Porque nunca antes había visto a alguien tan hermoso y antes de que todo esto se pierda quiero inmortalizarte en papel-respondió Camila. *Catías { fanfic } > Camila & Matías Candia 15/07/2018...