Cita de café... y azúcar.

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Miércoles, 16:30 p.m.

Luego de pedir su orden habitual en su cafetería favorita de Manhattan, buscó uno de los asiento que estaba junto a la ventana del local. La misma rutina de siempre, ni siquiera recordaba bien a qué altura del año aquello se había vuelto tan cotidiano en su día a día, pero podía asegurar que ningún día fallaba. Con minutos contados, en exactamente cinco, un Audi rojo saldría del autoservicio y cruzaría por la calle enfrente del local. Eran solo cinco segundos en los que podía apreciar el rostro de su más grande ídolo. Anthony Stark, el genio multimillonario mas reconocido del mundo.

Suspiró, aún no había comido nada desde el desayuno pero no tocaría nada de lo que había pedido hasta luego de ver lo único que esperaba con ansias desde que despertaba.

Los cinco minutos había pasado y la ansiedad comenzó a apoderarse de su delgado cuerpo. Algo no iba bien, no recordaba un solo día en el que Stark no fuera a la cafetería. Su vista estaba pegada en el cristal, estaba sumergido en su cabeza, pensando mientras mirando un punto fijo. Un minuto más se sumó al reloj y toda aquella ansiedad se volvió desilusión, por alguna razón sentía que hoy -más que cualquier otro día- necesitaba esos segundos de felicidad en los que su mundo chocaba con el del genio, aún si él ni siquiera sabía de alguna presencia fuera de su carísimo auto.

—¿Está ocupado?

—Sí... —El chico reaccionó a lo pocos segundos, respondió por simple impulso y había  sonado grosero. —Disculpe, no, no está ocupado. —Se volteó a ver a aquel que le había hablado, y por suerte pudo evitar que su boca de abriera de una forma exagerada, aún así sus ojos lo hicieron. No creía lo que veía. Se reprochó internamente.

—¿Entonces puedo...? —Peter asintió varias veces antes de bajar la vista a su bebida. —No molesto, ¿verdad?

—C-Claro que no, al contrario.

—Que bueno. Un gusto, soy...

—Stark. Anthony Stark, lo sé.

—Tony está bien. —La mandíbula del chico tembló levemente por el nerviosismo.

—El gusto es mío. Soy...

—Peter. Peter Parker, también lo sé.

El mencionado sonrió de lado, aún sin poder levantar la vista para verlo. Rogaba que su mente no le estuviese jugando una broma otra vez. No era la primera vez que intercambiaba palabras con el genio, pero nunca era real, solamente era una manifestación de su cabeza pidiéndole descanso, exigiéndole que duerma un poco.

Suspiró pesadamente, si en realidad Stark no estaba ahí, era señal de que debía volver al médico, jamás le había sucedido algo así en la calle.

—¿Qué hace aquí?

—El café es muy bueno.

—Me refiero a exactamente aquí, conmigo. ¿Enserio es usted? —Por fin pudo alzar la vista, miró al mayor con determinación por varios segundos, lo estaba analizando, necesitaba encontrar algo fuera de lo normal que delatara que él no era real.

—¿Quieres que te muestre mi identificación?

—Hablo de que si es real, ¿de verdad está aquí?

—Pues claro, ¿por qué no? —Por un momento Tony lo miró extrañado, fueron un par de segundos antes de que una pequeña sonrisa apareciera en sus labios. A lo largo de su vida se había cruzado con personas parecidas a ese chico, personas que tenían un gran fanatismo hacía a él y que cuando lo tenían cerca solo creían que era un sueño. Lo que el genio no sabía es que Peter no tenía sueños, porque Peter no dormía. Se sintió algo incomodo al notar que aquellos ojos con pupilas dilatadas aún seguían mirándolo. ¿Acaso no había parpadeado aún? —Toca.

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