Parte 1 Sin Título

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Todo comenzó cuando estaba corriendo a un costado de la carretera, había dejado ya hace bastante atrás la escuela, mi casa se encontraba bastante lejos todavía o cerca, no lo sabía; eran apenas las tres de la tarde y la lluvia que caía era muy fuerte, me parecía muy raro que nadie me hubiese avisado sobre el autobús escolar, no se en que momento partió y no lo recuerdo, solo entendía que quería llegar a mi casa para poder quitarme mi uniforme, ponerme en frente de la chimenea caliente y abrazar a mi mami.

-¡Bmmmm!- Así soplo el carro que paso a toda velocidad muy cerca de mi oído.

¡Diablos!, me termino de encharcarme los zapatos - me lamenté en voz alta, sin darme cuenta de que una camioneta todo terreno se detuvo a mi costado, abrió la puerta de copiloto y una mano que se extendía desde el oscuro interior de la camioneta, desde donde provienen también estas palabras - entra rápido, antes de que pesques un resfriado.-

Sin pensarlo dos veces decido entrar en aquella camioneta negra y, ya adentro, todo se sentía diferente; tenía un tapizado de cuero entre rojo y negro de lo más llamativo y un poco sucio como si llevara años sin lavarse; la mano que se extendió para que yo pudiera entrar estaba conectado al cuerpo de una señora bastante mayor, era como de la edad de mi madre vestía una camisa a cuadros y unos vaqueros azules, la camisa estaba algo raída y su cabello era negro y largo, bastante liso, ocultaba los laterales de su rostro.

-¿Te encuentras bien pequeño?- preguntó la señora con una voz dulce, se le notó comida entre los dientes. -no es común conseguirse a un niñito como tu navegando entre este diluvio.-

-lo que ocurre es que mi transporte escolar me dejó y, antes de quedarme encerrado en la escuela por la hora, (ya que nadie me buscó) decidí ir por mi cuenta hacía mi casa.- le comentaba mientras iba exprimiendo partes de mi abrigo y los cuelgo a los costados de mi asiento. -Gracias por sacarme de esa lluvia, señora.-

El auto arranca.

-Descuida, pequeño. Me parece insólito que alguien se le olvide un pequeñín tan buenmozo como tú, incluso creo que lo mejor sería que me des la dirección en donde vives para poderte llevar hasta tu puerta.- lo dijo de una manera bastante amable, no pude dejar de verle su boca sucia.

-Gracias por eso señora... a propósito, ¿cuál es su nombre?- le pregunté sin dejar de sentirme raro.

-Me llamo Mercedes, Doña Mercedes.-

Íbamos avanzando en la carretera, la lluvia se hacía cada vez más pesada y no lograba saber que tan cerca estábamos del pueblo pero lo que si podía detallar eran las cosas curiosas que habían en la camioneta (y la aún más curiosa señora Mercedes).

- Oye, ¿te gustan los juegos? Me preguntó-

-Si.- Le contesté extrañado.

-Pues te tengo uno muy bueno y se llama ''veo, veo''.-

Yo me conozco el juego pero me extrañó la manera en la que me lo dijo.

-Sí, no me molestaría jugar en este momento.- Le miento, ya que seguía preocupado por no ver nada del pueblo.

-Hagámoslo simple: adivinaré tres cosas que tú me retarás, si acierto a tres cosas te vienes conmigo.- Giñando el ojo de una manera bastante escalofriante.

-¿y si pierde?-

-Pues te daré una de las ricas albóndigas que he preparado- y acto seguido me muestra una bolsa llena de albóndigas grasosas, quizá es eso lo que tiene en la boca.

Esta situación me incomodó demasiado, pero solo le veo una salida, tengo que buscar cosas que ella no pueda ver fácilmente.

-¡Empecemos! - grita ella distrayéndome de lo que pensaba.

-Veo, veo.- busqué rápido en la camioneta algo que no pudiera distinguirse y solo se me ocurre el pequeño detalle de la marca de la camioneta que se encuentra en la llave de color dorado. - algo de color dorado.-

-¡EL LOGO DE LA CAMIONETA!- Comentó ella abriendo los ojos muy exageradamente en mi dirección; no le podía mentir.

- Si, correcto.- corroboré dubitativo.

- una a cero... ¿qué sigue?-

Cada vez se puso más oscuro afuera y la señora actuaba cada vez más raro.

-Veo, veo.- se me ocurrió una idea y me acuerdo que tengo mis zapatos tapados por mi morral, ella jamás sabría el color.

- Algo de color negro...-

-¡Tus zapatos!- me lo respondió a unos centímetros de mi cara, puedo oler su nauseabundo aliento, su uña que hundió en mi hombro, afilada como una garra, me dolía a pesar de que llevaba en cinturón de seguridad y mi camisa por debajo, su sonrisa cada vez más pronunciada me perturbaba.

-Sí...- contesté casi sin aliento, a lo que ella celebra con unos grotescos movimientos.

-¡Bravo! Ahora la última.-

-Veo, veo.- sólo me quedaba confundirla, quería irme de aquí, quería a mi mamá, no podía pensar en nada más que en su deformada cara, en u grasiento cabello y sus asquerosos dientes...

"Dientes."

-Algo de color rojo.- su cara no pudo haber sido más grotesca, su sonrisa de oreja a oreja mostraba su confianza: ella sabía la respuesta.

- ¡El tapiz de la camioneta!- suspiré hondo, las manos me temblaban, con firmeza le respondí – No.-

Jamás me sentía más equivocado en toda mi vida, su rostro si podía ser aún más aterrador, si había algo más repulsivo que un ser tan monstruoso feliz era un ser así perplejo y preocupado, porque esos ojos abiertos como platos me daban la duda de si moría ahí mismo o no.

-Ok, lo intentaré de nuevo.- Su rostro recobró la compostura.

-¿será mi camisa?- y esbozó una torcida sonrisa, no tan grande como la anterior pero si igual de siniestra intentando ocultar su perplejidad, supuse.

-No.- no supe si esa respuesta condenaría mi vida, pero algo si es cierto: el resultado de esa respuesta mojó mis pantalones porque lo que vino después fue algo que no se borrará de mi mente fácilmente. El hermoso rostro que describí al principio termino deformándose en algo grotesco, su boca, alargándose en un enorme hocico con hileras de hileras de dientes afilados como sierras, con un cuello que se alargó hasta el punto de que sin moverse de su asiento tenía su hocico frente a mí.

-Ok...- estaba a punto de gritar pero no pude, hasta pude ver como su enorme dedo atravesaba mi pecho desde atrás hacia adelante, brotando de mi pecho y mostrando un color rojo carmesí. Con unos ojos amarillos y demoníacos mirando a los míos preguntó -¿Será acaso tu sangre?-

Me sentía a punto de desmayarme pero algo dentro de mi (y no me refiero a ella) me dio la fuerza para decir un último susurro antes de desmayarme.

-No...-

En ese momento sentí la sacudida de mi hombro y recibí un golpe muy fuerte en mi cabeza que me hizo abrir los ojos y ver a mi amigo Juan decirme entre risas.

-Ese lepe fue por dormir te en el autobús.- caí en cuenta, asombrado, al levantar la mirada que me encontraba en el autobús rodeado de mis compañeritos.

Oí a Juan decirle a Roberto ''Si te quedas dormido como Ricardo es probable que te agarre la loca de la carretera.''

Me fui a levantar para comentarle a Juan algo al respecto pero noté que algo que se encontraba encima de mis piernas cayó al piso y al agacharme a revisar me di cuenta que en realidad era una bolsa de papel, y palidecí al darme cuenta que contenía albóndigas dentro.

Veo, veoWhere stories live. Discover now