Capítulo 1

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— ¿Que hora es? –dijo Jorge angustiado.

— Las 8:30 de la noche –se escuchó desde lo oscuro.

Cuando se dio cuenta, Jorge estaba atado a aquella silla incomoda de madera que sujetaba sus brazos y piernas con una cuerda. Era extraño para el pensar que estaba pasando. ¿Cómo llegó allí? Estaba inconsciente quería recordarlo todo pero no lo conseguía.

*****

Eran las siete de la mañana. La hora de levantarse de cada día de Jorge. Lo mismo de siempre, tender su cama, ir a desayunar, ayudar a los ancianos a comer. Dar de comer a los animales que protegían el ancianato.

Jorge no era un anciano, todo lo contrario era un joven a punto de cumplir los dieciséis años. La fecha límite.

"Cuando el muchacho cumpla dieciséis tendrá que irse del ancianato Holly Wool"

La frase que más retumbaba en su cabeza todo el tiempo, a medida que crecía Jorge más temeroso se sentía, ya que en ese lugar se encontraban sus seres más queridos con los que había compartido toda su vida. El comprendía que debía irse en algún momento pero, tenia mucho miedo de que podía pasarle afuera, sin nada, sin nadie.

— ¡Jorge! –lo llamó uno de los ancianos.

— Dígame Don Roberto —respondió

— Llama a la policía... –le susurro– no hay nadie cerca

— Don Roberto, nadie nos esta secuestrando. Usted vive aquí.

Roberto, en su juventud, fué un hombre muy activo, estaba siempre pendiente de cada trabajo que tocaba hacer, vivía con su esposa, quien después de morir lo dejo con un trastorno mental en el que perdía la conciencia acerca del lugar en el que estaba, algo similar al Alzheimer. Jorge llegó a pensar que tal vez el solo quiso olvidar todo y dejar que la enfermedad avanzará en su cuerpo para olvidar esa tragedia del asesinato de su esposa. Lo único que se supo fue que la mujer, al tener tanto dinero, la amenazaron para que les dijera dónde tenia su dinero y entonces ella se negó y allí fue cuando la mataron. Sin embargo, Roberto dice cosa como: "A ella la mataron Los charros" "Ella era muy feliz conmigo ¿Por qué se mato?".

Jorge tenia que asistir a la escuela que le podían pagar con algunos ahorros que habían podido conseguir, ya que el gobierno no quería responder de ninguna manera por el muchacho.

Ya en la escuela, Jorge se reunió con sus amigos mientras empezaban las clases. Miguel, su mejor amigo, siempre lo recibía y lo acompañaba en los buenos y malos momentos. Se conocieron desde muy pequeños y por supuesto el sabe todo lo del ancianato y sus cosas. Ellos se molestaban el uno al otro diciéndose cosas, bromeando y molestando.

— ¡Hey! Por fin llegaste, langosta. Hay muchas cosas que tengo que contarte.

— ¿Que pasa Miguel? –dijo Jorge sin ánimo.

— Parece que el que tiene que decir que pasa eres tu Jorge.

— Ya casi es el momento -respondió

— Jorge, tu sabes que puedes ir a mi casa cuando quieras langosta.

— Miguel, es diferente. Tu sabes lo que pasa a partir de ahora. Esta vez es para siempre.

— Entonces nos vamos juntos a vivir al caño o donde sea. Yo nunca te abandonaré y tu lo sabes.

— Amigo, no creo que puedas tú –Dijo Jorge haciendo énfasis en la última palabra– vivir en un caño como dices.

— ¿Crees que no? –dijo Miguel retandolo

— Hahaha Miguel, sé que no.

— ¿Cuanto quieres apostar?

— No quiero hacerte perder tu dinero Pato –dijo Jorge burlandose

— Tu dices que en tu cumpleaños tienes que irte ¿no?

— Si, ¿Que pasa?

— Ese día yo me voy contigo a donde sea. Nos largamos de aquí. Tenemos que buscar fondos, dinero lo que más se pueda. Vender algo, ahorrar para podernos ir.

— ¿Estas hablando en serio? –dijo Jorge sorprendido.

—Totalmente.

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